miércoles, 25 de noviembre de 2020

REFLEXIÓN PUNTUAL SOBRE UN HECHO EXTRAORDINARIO PUNTUAL.



De entre todos los llamados fenómenos paranormales, la parafonía o psicofonía, es uno de los más impresionantes pero también uno de los más relativamente frecuentes, es decir, más fáciles de obtener. Además, este fenómeno, el psicofónico, presenta unas características que le hacen uno de los más verificables en la investigación empírica, es decir, uno de los que más se presta a la comprobación de su insólito fenómeno a través del control de las grabaciones, del material tecnológico empleado y de las circunstancias físicas de la experimentación.  

Anoto este detalle como introducción mínima al hecho del que pretendo dar noticia y presentar reflexión básica, por tratarse de un fenómeno parafónico.

Estamos en agosto del año 81. Fiestas en Orihuela de Moros y Cristianos. Mi padre salía, entonces en los desfiles. La tarde del viernes de mediados de tal mes, mis padres se estaban arreglando para asistir a lo que se denominaba, y se sigue denominando, la retreta.

Se disponían a salir cuando recibimos la visita de un amigo de la familia, más concretamente, mío y de mi hermano y compañero de aventuras empireumáticas: José Manuel Ramón

Por aquella época, yo y mis hermanos andábamos con el magnetofón de aquí para allá, grabando cualquier cosa: sonidos en la cocina, visitas de amigos o de parientes, programas de televisión, ruidos de la calle, etc…  Cuando vino aquella tarde José Manuel a casa, a mí se me ocurrió poner el magnetofón grabando escondido debajo de un cojín. Al salir mis padres y cerrarse la puerta, teniendo yo el magnetofón puesto, José Manuel entró en mi habitación, donde yo me encontraba -  antes había estado hablando con mi hermano que se encontraba en la habitación contigua - . Mi amigo, me preguntó si mis padres se habían marchado, y tras confirmarle yo la cosa, sacó un cigarrillo y lo encendió. Yo le dije a mi amigo que mis padres no le hubieran llamado la atención. Entonces le pregunto: ¿Tus padres qué quieren, que no fumes? José Manuel me contestó que sus padres consideraban que era todavía muy joven para ello. Todo esto se estaba grabando, claro.

Creo que fue al día siguiente, cuando escuché la grabación y la sorpresa vino en ese momento de mi pregunta. Cuando yo le hago la pregunta, si sus padres le dejan o no fumar, antes de que él conteste, se escucha una voz brumosa, ingrávida, etérea, no física, es decir, no de las mismas características que la mía o la de mi amigo grabadas, que dice, claramente, a pesar de tal textura sonora: a mí me da igual. 

Desde aquel un tanto remoto año 81 habré escuchado fascinado esta grabación y esta voz, montones de veces. Y es que, además de tratase claramente de una voz que contesta a mi pregunta, yo identifico, absurdamente, la voz como la de a mi amigo, es decir, algo así como si su mente o su alma me hubieran contestado.

Examinadas las circunstancias de la grabación, escuchada, como digo, muchas veces por mí y por el propio José Manuel, concluimos que se trataba de una voz parafónica, es decir, de una manifestación sonora de origen desconocido.

(Conservo copias de la grabación, incluso la grabación original,  en una cinta de casete. Todavía no he podido digitalizarlas. Cuando lo haga, las colocaré en este blog)

En toda la grabación no se escucha ningún sonido del exterior, ni del patio de luces ni de la calle. Estábamos en un sexto piso y cosa bien insólita sería que un vecino de extraordinario oído, nos hubiera captado y nos hubiera gastado la broma inaudita de colarnos una voz de sonoridad indescriptible justo antes de que la persona aludida contestase. A estas alturas de la película, como se diría, - noviembre de 2020 – la única explicación a esta voz es la que admite la vía extraordinaria.  

El gran Germán de Argumosa ya lo decía de un modo muy simple pero muy certero: todos nosotros nos encontramos en unas coordenadas espacio-temporales concretas: estamos en un lugar concreto, a una hora y fecha concretas, en una ciudad o pueblo o país concretos. Si de algún modo registramos un hecho, de la naturaleza que sea, incomprensible, y que tras una investigación rigurosa, llegamos a comprobar que desconocemos cómo se ha producido y de dónde proviene, podríamos concluir con la idea, repelente a la razón, de que, probablemente, existan coordenadas que no sean las nuestras o las que conocemos hasta el momento. Es decir, la parafonía por algún sitio ha entrado en comunicación con nosotros, un sitio que desde luego, escapa a los habituales canales que utilizamos en la percepción del mundo.

La grabación que comentamos implica los siguientes misterios:

. El más elemental y para mí, crucial, del que debiera partir toda observación sobre la naturaleza física del fenómeno: cómo un fenómeno sonoro se registra en un aparato que no se ha fabricado para tal fin. Ello implica o una interconexión de carácter totalmente desconocido del azar con el aparato electromagnético que se encuentra grabando, o bien, ni más ni menos, que una voluntad del fenómeno extraño por querer comunicarse.

2º. Segundo misterio: la voz, aunque de sonoridad insólita, es identificable, pues podemos entender bastante bien lo que dice y en este caso, tras una y mil audiciones, quién la dice.

. Tercer misterio. No se ha registrado un sonido cualquiera o una frase ininteligible, sino un enunciado que responde a una pregunta, lo que implica, un lugar sensible, es decir, una percepción que ha registrado mi pregunta. Como físicamente, mi amigo no profirió tales palabras, habría que referirse a una dimensión de la conciencia –de mi amigo o no – de índole desconocida.

 


Incidiendo en este último detalle, y tras haber confirmado al menos, si no la identidad fantasmática de su dueño, mi amigo José Manuel, sí, al memos, su origen desconocido, tenemos que pensar en un canal de naturaleza no conocida, por el que la voz ha penetrado de alguna manera en nuestro mundo y se ha grabado ostensiblemente en la cinta magnética. A veces hay que tener imaginación para saber interpretar las cosas y hechos más obvios o inmediatos. La grabación de la voz extraña puede hacernos alucinar o dejarnos con la duda acerca de su naturaleza final, pero la cuestión es que un sonido que es una voz se registró en la cinta y  no hay manera de justificar o explicar su presencia o su origen. Ahí reside la perplejidad que causan las psicofonías: en que no tiene razón de ser la total evidencia del sonido que escuchamos y que está grabado.

Escribe Edmund Husserl: “Toda ciencia de lo existente en el espacio único y en el tiempo único es ciencia de la naturaleza y naturaleza es el conjunto unitario de todo lo espaciotemporalmente existente y por tanto, de todo aquello que tiene lugar, extensión y posición en el espacio único o, respectivamente, duración en el tiempo único. Llamamos a esa totalidad mundo o naturaleza total.”

La cuestión reside aquí que tanto ese espacio único y ese tiempo único que cita, es decir, el espacio y el tiempo en sus extensiones y duraciones, no parece que los conozcamos, todavía, del todo. de todos modos esta reflexión del filósofo alemán nos puede servir para ubicarnos ante lo paranormal y  contrastar el mundo de los fenómenos extraños con el del resto de los fenómenos que pertenecen al conocimiento formal. Ubicarnos, saber ubicarnos ante la realidad confirmada de lo extraño, se hace fundamental para orientar la reflexión hacia esa excepción al conocimiento empírico que protagoniza lo raro y saber distinguirla como algo que salta o se coloca fuera del normal funcionamiento de las categorías establecidas. Conocer la integridad de la naturaleza significa llevar a cabo un conocimiento ingente, pero hasta ahora, todo ese conocimiento se desplegaba a partir del pensamiento especulativo y de los distintos instrumentos que ha ido fabricando el hombre para sondear las distintas dimensiones de la naturaleza: desde los fenómenos biológicos representados por la vida y costumbres de los animales hasta el mundo subatómico, desde los fenómenos electromagnéticos al cálculo matemático de la materia en reposo o en movimiento.

La pregunta que nace aquí es la siguiente: lo paranormal ¿es la manifestación de aquella dimensión de la naturaleza que todavía no conocemos, o se trata de la manifestación de otro mundo, de un mundo que corresponde a coordenadas espacio temporales radicalmente distintas a las nuestras? Claro está que si todavía desconocemos regiones de la naturaleza física que habitamos, cómo vamos a conocer o a imaginar, mundos que no tienen nada que ver con este en el que nos encontramos…

Cuando Husserl enunciaba su reflexión, no se había producido la revolución tecnológica en la que hoy estamos inmersos. Algo como las parafonías ¿pertenece al conocimiento total de la naturaleza o bien se origina en otra naturaleza que en la que vivimos y se desarrolla el conocimiento? Quizá estas presuntas distinciones sean disquisiciones retóricas o falsamente dualistas. La cuestión es que en el transcurso de una reflexión elemental sobre lo extraño, estos matices emergen ineludiblemente. Hoy sabemos que existen sonidos que no escuchamos, como tampoco vemos el magnetismo, ni la integridad de los colores del espectro solar. Tampoco vemos las ondas de radio ni los átomos son naturalmente perceptibles. Lo que nos preguntamos es si la causa de los fenómenos extraños hay que ubicarla en la misma franja que estas realidades físicas.

Pero parece que lo paranormal implique una anormalidad mayor que la mera limitación de nuestras percepciones sensoriales: su naturaleza subvierte los conceptos de espacio y tiempo tal y como los entendemos, y esto significa lanzarnos a la extrañeza total. Por lo tanto, el emprendimiento intelectual de lo extraño sólo puede limitarse a hacer recuento del fenómeno en cuestión, establecer probables estadísticas que revelen alguna tendencia, hacer acopio de las circunstancias que rodean al fenómeno y especular a partir de todos estos datos.

Confieso que el caso de nuestra psicofonía, hace muy tentador consultar fuentes esotéricas o teosóficas, incluso, ya que si mi amigo no me contestó ni consciente ni inconscientemente, habría que recurrir a otras identidades que definen la totalidad del ser humano según las filosofías de lo oculto: cuerpo astral, espíritu, periespíritu, alma transcendental,  etc…

De golpe y porrazo, admitir con inicial seriedad realidades no perceptibles parecería no ya una locura sino un absurdo. Pero la historia de la ciencia nos dice una cosa muy interesante con respecto a la función objetiva de la imaginación: casi siempre que algún autor o investigador ha descrito sólo teóricamente una realidad, luego, esa intuición o especulación, ha podido demostrarse: la existencia de los átomos era una sospecha en la antigüedad, es decir, no una realidad positivamente probada, o bien, un autor como Kepler, ha visto confirmadas sus investigaciones sólo estimuladas por lo que él estimaba teóricamente que era.

Desde luego estamos a años luz de concebir algo así como una epistemología sobre estos fenómenos. Actualmente existen miles de otras prioridades en las que la investigación científica o la reflexión filosófica se dirigen. Además, esta pandemia que padecemos exacerba el orden de tales prioridades. Pero basta que una personalidad intelectual se fije en lo infrecuente, para que la naturaleza evasiva y enigmática de lo extraño comience a hacer inteligibles zonas de su misterio. Hasta que Freud no se inmiscuyó en su estudio, el inconsciente no adquirió una existencia científica; antes era una teoría brumosa o una sospecha embriagante.

Quizá sea esto lo que le falte al reto de lo paranormal, porque no veo por el horizonte ningún intelectual, ecléctico o no, que abandone la sonrisilla escéptica y tenga el coraje de implicarse  en una definición posible de lo inexplicado. Mientras, lo extraño, ahí está y sigue ocurriendo, aunque nuestra racionalidad se obstine en no hablar de ello.   


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Texto que atrapa. Buen descubrimiento este blog. Saludos.

José María Piñeiro dijo...

Me alegro de que te guste. Bienvenida, pues. Saludos poetiformes.

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