jueves, 7 de enero de 2021

ANTICURSO EXTRA RÁPIDO DE LITERATURA FRANCESA


EL LUGAR DEL PARAÍSO.

Clément Rosset 

Esperaba un pelín más de este texto, lo último que escribió el filósofo poco antes de morir. De todos modos, tratándose de un texto breve, los tres motivos sobre los que Clément Rosset reflexiona en tres sendos ensayos, resultan suficientes para desarrollar posteriormente o no olvidar a través de nuevas disquisiciones, al convertirse en interesantes alusiones a tener en cuenta.

En primer lugar, Rosset nos habla de la serie de  escenas labradas en el escudo de Aquiles, como reflejos figurativos de la felicidad. El motivo, en cuestión, lo halla en la Ilíada, y Rosset destaca el tiempo que el narrador -  Homero - le dedica a un elemento aparentemente menor. Claro está que lo que resulta significativo aquí, lo que da para pensar, es el hallazgo inopinado de la celebración de la felicidad, del paraíso, en un contexto mayor -  el poema, la Ilíada – que lo incluye en sí de un modo indiferente.

A continuación, en el segundo trabajo, Rosset nos recuerda los efectos siempre catastróficos de la guerra y la practicidad de la paz. La guerra nunca resulta útil; la paz nos hace ver el carácter falsario del prestigio bélico al mostrarse como escenario óptimo de toda negociación y ámbito de convivencia.   

En el tercer y último trabajo, Rosset nos habla del milagro que es la música, incidiendo en su carácter inexplicable, a pesar de psicologismos y estéticas. Rosset subraya la autonomía profunda de la música, con respecto a programas o supuestos estilos, su naturaleza indomesticable y mágica. Por qué la música suscita tantas sensaciones y sentimientos, emergiendo de las entrañas, es, finalmente, un misterio. La música es una ofrenda sin destinatario ni razón.

Como digo, estas tres tímidas llamadas, estos tres motivos sobre los que se fijó Rosset para localizar manifestaciones más o menos esporádicas del paraíso en la tierra, en nuestro mundo, son sólo tres primicias. A nuestra curiosidad toca desarrollarlas o   encontrar otras.  

 



REGALOS DE INVIERNO

Colette

Obviamente, todo autor literario es el epicentro de esa serie de episodios o acontecimientos que son sus obras - la objetivación de sus fantasías literarias - . Asocio a Colette al placer tranquilo de la escritura, a una producción novelística efectiva e inteligente nimbada  por el encanto de su temática. Pero Colette no es meramente su escritura: orbitan sobre ella las peculiaridades extraliterarias de una vida que es literaria en sí, atrevida, bohemia, muy libre y pionera.

Siempre me he preguntado cómo Colette podía alternar su labor literaria con su trabajo de bailarina de cabaret y actriz, qué plasticidad interior disfrutaba y organizaba para poder salir a bailar a un escenario semidesnuda y tener a punto su artículo para el periódico.

Parece claro que Colette vivió con intensidad la derrota de todo dualismo rudimentario, la confluencia jubilosa de cuerpo e intelecto, sobre todo en una primera época de su vida. Lo que suponía el colmo era que le escribiera a su compañero, el famoso Willy, las entregas de sus folletines y novelas. Puestos a imaginar, Colette fue durante un tiempo tanto un personaje literario como la creadora de tal personaje. Es de suponer que en los tramos de convertir la vida en una aventura, Colette no fue ajena tanto a la felicidad como a los abismos de los desencantos sentimentales. Como escritora, Colette es una autora que comulga con todos los rincones y desenlaces de la cotidianidad, al tiempo que aprovecha con delicadeza de detalles el depósito poético de la memoria. Ambas capacidades, están presentes en la antología de relatos y artículos de este volumen que trata sobre anécdotas y vivencias, experimentadas en fechas navideñas y durante los festejos de año nuevo. El volumen es breve, pero posee un encanto que la editorial Elba se asegura de mantener en su cuidada (y cara) colección.  Es el regalo perfecto para estas fiestas de Navidad que acaban de pasar.

Alguien dirá que la literatura de Colette es algo así como la brisa que pasa: refrescante e indiferente; pero ello no frustra su particular atractivo. Estos textos navideños de recuerdos de infancia y fiestas vividas en plena Guerra Mundial, apenas leídos sumen sus evocaciones en la masa del tiempo, desaparecen en la corriente de los sucesos generales, dejando en nosotros la sensación tanto física como etérea de la melancolía y lo entrañable.  

 

 



LA VIDA NO ES UNA BIOGRAFÍA

Pascal Quignard 

Es el primer libro de Quignard que leo, aunque más que leer, habría que decir el primero en el que me sumerjo, nado o fluctúo. En la librería, teniendo el volumen en mis manos y echándole un vistazo por encima, dudé hasta el último momento: por un lado, me conozco bien las derivas de la literatura francesa y estaba comprobando a ojos vista, lo que sospechaba – derrame de citas, definiciones, aforismos y breves desarrollos teóricos sumados en una mixtura explosiva e inclasificable- y de tal cosa estaba algo ahíto; por otro, me apetecía lo ensayístico y sobre todo, lo último editado en ámbito europeo,  que no procediera exactamente de filósofos o de científicos de las Humanidades. Y aunque como digo, lo francés literario me sonaba a lo ya visto, precisamente ese deja vu, me animó a adquirir el volumen porque, a pesar de todo, esa libertad en la escritura, esa falta de contención, típicas de las vanguardias galas, al final suelen ser muy estimulantes para la inspiración y la escritura, propias.

La vida no es una biografía es una suerte de cajón de sastre en el que se dan cita todo tipo de disciplinas – filología, psicoanálisis, filosofía, mitología, antropología, religión- y de autores: novelistas, filósofos, dirigentes políticos de la antigüedad, etc… 

De esa imagen dramática que la modernidad ha diseñado sobre el sujeto sometido a pasiones e ideologías, Pascal Quignard realiza un vuelo rasante  y ejecuta una vuelta de tuerca con las elocuentes herramientas de sus técnicas de escritor. Es decir, Quignard, va a lo esencial, a lo instintivo, a lo más animal y humano, con la intención de extraer, aunque sea sólo eso,  definiciones someras de lo vertiginoso.

Quignard es un elaborador maestro de frases, de enjambres de frases, que va hilando en torno a secciones temáticas. No construye teoría, sino que envuelve al lector con su gran capacidad frástica, diluyendo, extendiendo o multiplicando los probables confines conceptuales sobre los que continuar su dinámico eje escritural. De este modo es como va saltando de disciplina en disciplina, de materia en materia, buscando lo sorpresivo y lo revelador.

A veces, Quignard puede parecer farragoso cuando atosiga al lector con batallones de adjetivos, o repetitivo cuando frecuenta un aspecto y lo somete al juego aforístico de la frase rápida e ingeniosa. A mí lo que sí me molesta un poco en Quignard y que resulta típico de la escuela francesa es cuando elige motivos tan resbaladizos como el deseo, el inconsciente o similares, y los utiliza como referentes formales de todo un discurso, como motivo inspiratorio de toda una prosa que se presenta como interpretación indiscutible. Ahí, en puntos como este, reside la famosa pedantería francesa, en producir discurso con todas las pretensiones a partir de detalles o asuntos esquivos,   sumidos en el umbral de lo brumoso e inconcreto.

Ahora bien, si terminé llevándome el librico es porque buscaba más la sugerencia que el tratado, lo lúdico que lo meramente formal, y aquí el vuelo de las palabras del señor Quignard lo "supervisa" todo con la elocuencia de un profesional de las letras. Lo que más me ha gustado del libro ha sido su incidencia en el sueño, en su historia, en su significado, en su persistencia en nosotros, en su profunda ligazón con el ser humano y su tembloroso futuro. Hoy que los géneros literarios han desbordado sus límites, este libro trata precisamente de límites, de su discernibilidad, de su opacidad, de su determinación en la vida que vivimos o soñamos vivir.     

1 comentario:

Blanca Andreu dijo...

Colette me fascina desde jovencita: tengo todos sus libros, incluso primeras ediciones en francés. Como curiosidad, tengo dos libros suyos firmados por Willy, que era un frescales y mantenía una especie de agencia de "negros". El fue quien la incitó a escribir picantes novelitas licenciosas sin imaginarse que llegaría a ser muchísimo más grande y afamada que él. Fue la primera académica de la lengua francesa, entre otras cosas.

Me gusta especialmente su relación con la naturaleza, la sensualidad y el espíritu poético con el que escribe de seres, flores, frutos y animales en novelas como "Sido", " Flora y Pomona" ( esto es un relato, creo recordar) o "La gata". Algunas de sus historias son tan deliciosas que han pasado a la Historia incluso fuera de los libros, como Gigi. Para su estreno teatral, ella, Colette, con su ojo perspicaz, descubrió a una joven bailarina inglesa que resultó ser Audrey Hepburg. La película se convirtió en un clásico.

Gracias por sacarla a colación.


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