miércoles, 12 de mayo de 2021



DIARIOS DE LAS CANARIAS

Sanmao 

No sé por dónde empezar a la hora de hablar de esta escritora china que vivió casi de incógnito, para muchos de nosotros, en nuestro país, pues la historia de Sanmao, su literatura y su relación con España suponen y ofrecen una sorpresa continua a la evocación y a la imaginación.

Soy amante de las obras diarísticas y de los libros de viajes. Entiendo que los diarios son un género literario singular como lo son las obras que narran viajes. Ambos son itinerarios de experiencias aunque uno lo sea de experiencias interiores o subjetivas y el otro de exteriores y objetivas, y por ello a veces rastreo las páginas digitales de las editoriales buscando lo último que al respecto se va publicando.

Descubrí a Sanmao en las listas de publicaciones de la editorial :Rata:  sus diarios del Sahara y de las canarias, se presentaban de pronto como insólitas ofertas al goce lector demasiado interesantes y absolutamente novedosas para no creer que eran otra cosa que lo que prometían.  Si analizo las primeras sensaciones, casi tendría que confesar que lo que estaba leyendo sobre el personaje y su biografía resultaba demasiado delicioso, raro y sorpresivo para ser real. ¡Que a finales de los setenta y principios de los ochenta estuviera viviendo en España una escritora china admirada en su país, la más leída por sus compatriotas, hasta el punto, si no se trata de una información confusa, de ser propuesta para el nobel, y que estuvo viviendo en España, casada con un submarinista español, que aquí escribiera una abundante literatura consistente en diarios, cuentos, poesía, y de cuya existencia no tenía la más mínima noticia hasta ahora, me pareció un cúmulo de novedades tan sorprendente como insólito.


Lo maravilloso no es tan solo un género literario, vinculado más o menos a escenarios grotescos y a argumentos extravagantes. Lo maravilloso puede estar haciendo alusión o definiendo, ni más ni menos, las características de una vida real y sus circunstancias. La historia de Sanmao, su vida, su producción profesional, todo ello configuran un universo literario que con el paso transformador del tiempo y su evocación por nosotros, sus descubridores actuales, se reviste de la enseña de lo maravilloso: lo maravilloso que tiene que ver con las ilusiones del corazón y la fascinación de la memoria.

Nacida en una ciudad de Taiwán, Sanmao tuvo la suerte de poder viajar fuera del país al realizar trabajos en ámbitos diplomáticos. Tras una serie de viajes, recaló en España y aquí se labró azarosamente la magia de su historia, al conocer al que fue su marido, José María Quero, dedicándose, a partir de entonces, exclusivamente, a la literatura. A los pocos años de casados, José María, fallece en un accidente. Poco después, Sanmao regresa a su tierra natal, pero ya sumida en un  estado depresivo que no le abandonará hasta que fallezca, al parecer, por voluntad propia, en 1991. 

La rareza de Sanmao, no tanto el exotismo de su persona, sino la naturaleza de su destino, es motivo común de exaltación y comentario en la información que existe sobre la escritora en las redes.

Si visionamos el mapa de su vida a vista de pájaro, podremos detectar, grosso modo, dos grandes zonas de vivencia y productividad literaria.  Su estancia en España, su matrimonio, la redacción de sus diarios entonces, junto a otras producciones, delimitarían el período más dulce y feliz de Sanmao. Es la muerte inesperada de su marido lo que decapita esa eclosión de felicidad e instaura una frontera entre lo hasta entonces vivido y lo que devendría después, apenas una década de actividad diversa sumida en la sombría lucha contra el cáncer y la toma abusiva de antidepresivos, hasta la muerte de la propia Sanmao.

Evidentemente, esta última “parte” de la vida de Sanmao es la más próxima y brillante para nosotros, los años durante los cuales vivió y trabajó en España.

Es precisamente lo que se ve, y bajo todas las fulgentes luces de un tiempo, de un sol y de un mar regeneradores, su vida en España, su radicación en el Sáhara y en Canarias,  lo que compone un cuadro narrativo tan llamativo y encantador: esos días de brisas marinas y periplos ciegos por el desierto, esa suma de  anécdotas vecinales y culturales, esa tendencia vivificadora al viaje, al atravesar fronteras y geografías. Este período es el conjura, para nosotros, al otro, al que le seguirá.


Hay dos cosas que me fascinan de Sanmao. La primera y más obvia es su singular ubicación en nuestras coordenadas geográficas y culturales, su bohemio estar con nosotros. Su presencia se traduce en una aventura romántica, y lo que con ella viene implícito, es una vinculación de signos que en la lectura de sus textos hallan harmónico y ameno desciframiento. De nuevo se demuestra que la cantidad y la cualidad no guardan una correspondencia de equivalencias. Hoy que asistimos a los efectos ambiguos cuando no, caóticos de la globalización, cuando la uniformación cultural nos surte de infinitos mensajes comunes, que disponemos de un sordo cosmopolitismo en nuestras ciudades por la presencia de extranjeros y la inmigración constante, y no tenemos un personaje y una historia como  la de Sanmao. Fue cuando España realizaba su transición política en búsqueda de Europa cuando apareció por el horizonte alguien como Sanmao. Cuando el país principiaba una renovación total, el azar nos obsequiaba furtivamente con la presencia de una persona tan cordial, espontánea e intrépida.

Groseramente, podríamos decir que la historia de una persona podría reducirse a sus imágenes.

Esas imágenes de una atractiva e ingrávida oriental atravesando el desierto, sentada en el suelo de una tienda de campaña como si nada, con vaqueros o ligeros trajes largos  recibiendo las brisas atlánticas, nos transmiten una familiaridad, una tranquila invitación a la aventura que hoy, cuarenta años más tarde, echamos de menos. La fraternidad de la comunidad intelectual internacional necesitaría de ejemplos gratuitos como este para confirmar su realidad, pues teniendo en cuenta el actual contexto político, facilitador de la comunicación, no parece que las “Sanmaos” abunden en tal presunta circunstancia favorable.


Como decíamos, lo maravilloso no depende de escenarios góticos, sino que viene a consistir en el carácter extraordinario de la vida de una persona cuando con la más venturosa de las naturalidades, atraviesa los limites cifrados de un espacio cultural que puede no ser el suyo propio.

La otra causa de mi fascinación con Sanmao obedece a cuestiones estrictamente íntimas. Estos Diarios de las canarias vienen a redactarse, como hemos dicho, durante los años setenta y principios de los ochenta, período  que se corresponde, en mis recuerdos, con las temporadas veraniegas de mi preadolescencia y adolescencia más entrañables. Leo a Sanmao con el fondo del mar como horizonte, contándome las historias de su vida cotidiana en un enclave tan turístico como las islas, y no ceso de hacer la fascinadora transposición de época y lugares.

La fascinación por Sanmao no es folklórica, aunque sus orígenes influyan en la belleza del personaje. Sanmao no fue meramente una ciudadana china que viajó por distintos lugares, pasó por aquí, casualmente, y continuó su viaje. Leamos a Sanmao y entonces habremos realizado el ciclo completo, pues Sanmao es sus imágenes, tanto escritas como figurativas, es decir, Sanmao es su literatura y su literatura refleja la vida de Sanmao. En estos diarios, de escritura tan llana y  tan entrañablemente efectiva, en los que trata asuntos cotidianos de la vida en las islas, donde salen a relucir cuestiones familiares, evocaciones infantiles, reflejos de los contrastes culturales entre orientales e isleños, entre chinos y europeos,  asistimos a un despliegue anecdotario que el tiempo convierte en mensaje revelador: el de un talante abierto y viajero, libre y curioso. Todo autor, artista, escritor o poeta es portador de un signo inteligible. El de Sanmao es vívidamente esperanzador.

 

 

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