jueves, 5 de agosto de 2021

INCIDENTES. Roland Barthes




A poco me ha sabido este casi centenar de páginas del más huidizo y morbosillo Barthes.

Se trata de un libro póstumo que reúne las dispersas notas con carácter de diario personal  que Barthes escribió o ensayó que escribía en los últimos años de su vida. Si hubiera sido el texto de otro, no me prohibiría  decir que quien escribe es en exceso escueto y que casi lo hace a trancas y barrancas, teniendo en cuenta la materia de lo que trata.  Quien dijo que el mejor y más óptimo diario es el diario escrito con decidida voluntad literaria, es decir, con la intención de interpretar literariamente los sucesos de la vida corriente para darle más entusiasmo a lo escrito y descubrir, quizás, aspectos, significados no obvios en la experiencia inmediata, no se aplicó el cuento.

Las notas escritas por Barthes sobre sus correrías nocturnas a la pausada cacería de chicos con manos finas y alargadas, son precisas y contenidas: esa concisión crea cierta ansiedad en el lector, que debe saber que no está ante una novela, sino ante las hojas manuscritas de un hombre de más de sesenta años que nos muestra la vida que siente tal cual. Ciertamente, Barthes apenas narra y tampoco es que la percepción analítica de las cosas tan típica de su olfato semiótico, brille aquí de modo especialmente deslumbrante. El carácter íntimo de estas notas se percibe, pues, en estos aspectos, en su descripción mínima, en la timidez de las acotaciones, en su esquiva continuidad.

Pero diciendo poco, dice mucho, incluso, demasiado: por ejemplo, cuando como destino final de un trayecto nocturno de sábado, Barthes nos confiesa con asco su recurso desesperado al “cuarto oscuro” tras una penosa sesión de cine porno.

 

Aunque coloque la mano encima de la boca traidora, para atenuar el volumen sonoro de la confesión, y quiera utilizar todos los disfraces de la elusión ante los demás, Barthes se encuentra, de pronto, enfilado y en pendiente hacia abajo y nos dice lo que nos tiene que decir y que le desasosiega.

Las notas finales se tiñen de tristeza y de cierta decadencia: admite la irregularidad e insatisfacción de sus amores, que no despierta interés en quienes desea, viéndose obligado a recurrir a la prostitución.

Un Barthes itinerante, ansioso y acosado por el deseo a su provecta edad, es el que se encuentra en estas páginas escuetas pero suculentas. Si pensamos en la peculiar muerte accidental que lo arrebataría de la vida un año después de la escritura de estos textos, no podemos imaginar este azar sino como el más más melancólico colofón a una mente brillante y a un cuerpo frágil y… débil, como el de todos.

En español, que yo sepa, este libro no se ha vuelto a reeditar desde 1987.

 

 

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