martes, 31 de diciembre de 2024



LA INSPIRACIÓN Y EL ESTILO

Juan Benet

 

Benet siempre resulta sorpresivo. Con solvencia en los ensayos, originalidad en los cuentos y con lenguaje propio en la novelística, la inteligencia benetiana cubre perspectivas diversas sobre el asunto elegido a través de un denso abordaje. El nombre de Benet como autor de un ensayo o reseña es siempre certificado de calidad.

Su escritura se despliega desde una atalaya multidireccional que no deja fisuras al descubierto tras un balance minucioso e íntegro. No entro a valorar las pesquisas de su literatura, de su novelística, en concreto: hablo, en este momento, de la capacidad notable que ostenta su visor especulativo. Benet, al describir lo que critica, también incluye lo que se encuentra tras ello y los aspectos insólitos que incluye o podría incluir.    

Aunque parezca un topicazo, lo que me ha sorprendido de este libro de Benet tan someramente aireado por la crítica, es la fecha de su redacción, - 1965 - aunque parece que a principios de los setenta, corrigió o añadió algo al texto. Benet escribe - ensayísticamente -  tan libre de tendencias, programas o escuelas, con una  perspicacia tan contundente, que el texto parece haber sido redactado la semana pasada.

La inspiración y el estilo es un pequeño semillero de ideas. Y lo realmente destacable de tales ideas es que sus apreciaciones están esperando aún una confirmación o un desglose que nos convenza de lo tan nítidamente expuesto en el libro.

Por ejemplo, Benet dice que hasta la aparición del Quijote, la literatura constaba, sintéticamente, de una sucesión de estampas o viñetas a través de las que la narración desplegaba todo lo que desde el punto de vista del  argumento y las normas literarias, constaba la ficción. La particularidad de la obra de Cervantes es que incluye a la realidad en la conformación total de la ficción. No es ninguna tontería, pues ambas cosas no sólo pueden entrar en colisión sino teñir de conflicto continuo el desarrollo posterior de la producción literaria. Cómo despachar, solucionar o integrar todo lo que tópicamente implica lo real como antónimo de lo imaginario en el desenvolvimiento de la literatura. Será a partir del siglo XIX que el argumento cobrará una significación autónoma encarando esa integración de lo real en el orbe de lo literario a través de lo que presuntamente será considerado prioritario: cuestiones sociales, culturales, económicas, etc...

Benet denuncia los contenidos que con el tiempo se han ido adhiriendo a la formulación de la literatura y que si no se ha sabido integrarlos o representarlos con el estilo que los sublime, se revelan como espurios al interés de la literatura. Estos contenidos pueden ser dogmáticos, doctrinales, ideológicos o puramente informativos, como Benet los define, es decir, esos contenidos o alusiones que derivados o tomados de la realidad económica o social, se juzgan como relevantes para ser reflejados en la creación narrativa o convertirse en motivos protagonistas de la ficción.

Escudriñar las razones de la formación  o no del estilo literario implica el repaso histórico de nuestra literatura y cultura, en general, y su recepción especializada, y aquí es donde Benet denuncia la carga erudita de una crítica que, en el fondo, no ha sabido interpretar la tradición misma que protege.

Benet es claro: el objetivo de un escritor es crear un estilo y no producir una obra para ilustrarnos sobre el estado de la clase obrera, sobre cuestiones ecológicas o el destino de una gran familia burguesa a fines del XIX.

Benet observa lo mal que han envejecido las obras pertenecientes al naturalismo o las que querían ser representativas de la sociedad de su momento y repite que sólo el estilo puede convertir una obra literaria en algo mucho más que en un mero informe.

Benet incide en un tema no menor: el de la forma influyendo en el contenido y no al revés. Este es el tema de la poesía: forma - el artificio, diría Borges -, conformando el sentido de lo contenido en tal forma.

El estilo se presenta, pues, como esa configuración de la escritura adaptándose, asumiendo, expresando y siendo ella misma todas las anfractuosidades y texturas de la ficción. La propia escritura es asunción de lo que cuenta o dice, no medio ajeno o funcional de tales vulnerabilidades.

El escritor no debe obsesionarse con el control total de su escritura, debe dejar que la inspiración, la musa, en el caso de los poetas, maneje, altere, incluso, trastoque la dirección que pretendía implantarse. El estilo no es un asunto meramente formal o académico: se trata de que sea la naturaleza del creador la que permita el acceso de una escritura no predeterminada en la creación que él mismo alienta.

El estilo de un escritor constituye una categoría o una conciencia distinta de la del conocimiento y que tan a menudo, por no decir siempre, la envuelve que la razón es sólo un momento muy particular de aquel estilo.

El libro de Benet no se limita esta consideración altamente cualitativa en el orden de la escritura literaria. Apunta un par de cosas que a día de hoy son materia de análisis y de liquidez hermenéutica relativas a nuestra historia cultural: la dispersión de un gran estilo en nuestra literatura de los últimos siglos, la falta de explicación del porqué de algunas de las reacciones del personaje del Quijote, la ausencia de un ahondamiento en la elegante figura de Manrique y sus íntimas desolaciones, el desprecio a veces más que manifiesto de la cultura en la literatura picaresca….

Estas últimas observaciones se dirigen hoy no sólo a filósofos o historiadores sino a críticos literarios y a toda la docencia. Su actualidad e ilustración pendiente darían para muchos y suculentos libros, esperemos que igual de incisivos que el de Benet.  


No hay comentarios:

LA INSPIRACIÓN Y EL ESTILO Juan Benet   Benet siempre resulta sorpresivo. Con solvencia en los ensayos, originalidad en los cuentos y ...