miércoles, 27 de mayo de 2009

LA UNIÓN DE LOS CONTRARIOS







De crío me gustaba hacer incursiones en la biblioteca de mi padre y hojear los libros y las ilustraciones de las enciclopedias. Me fascinaban, especialmente, los retratos antiguos. Un día, observando, o mejor dicho examinando una famoso foto de Rasputín, esa en la que nos está bendiciendo - al mismo tiempo que maldiciendo- con la mano alzada, se me ocurrió taparle una mitad de la cara y compararla con la otra mitad. Comprobé lo que venía percibiendo desde hacía tiempo: el rostro ofrecía dos expresiones distintas. Una mitad de la cara mostraba un aspecto inquietante, aunque más o menos sereno, pero la otra era tremenda: el ojo derecho lanzaba una mirada fulgurante y endiablada.
Posteriormente a aquel hallazgo, me divertía haciendo lo mismo con cualquier foto que cayera en mis manos, es decir, dividir verticalmente el rostro del retratado, comprobando que en la práctica totalidad de las imágenes, me encontraba con dos expresiones diferentes, o al menos, no iguales.
Hace unos años me enteré de que un médico norteamericano había confirmado la realidad de la asimetría del rostro humano. No sé cuándo realizó sus investigaciones ese médico, pero, desde luego, era algo que yo ya había descubierto hacía más de veinte años.
Ahora bien, la asimetría no significa desorganización ni caos psíquico en el sujeto sino todo lo contrario. Vendría a significar, a través de la fisonomía, aquella idea antigua, mítica y tan querida por los esotéricos: en todos nosotros residen dos principios opuestos en un delicado equilibrio: el Ying y el Yang, lo masculino y lo femenino, el bien y el mal, etcétera.
Pongo un ejemplo fotográfico célebre: el retrato de Poe. El rostro de Poe, en este daguerrotipo, integra de un modo impresionante esa alternancia de principios antagónicos. Si comparamos ambas mitades, observaremos que la asimetría es brutal, casi parecen rostros de dos personas distintas.
Una mitad ofrece una expresión tranquila, sobria, imperturbable. Es el Poe soberano, dueño de sí mismo y de su escritura. En la otra mitad la expresión es radicalmente opuesta: desolada, magullada, patética, como implorando clemencia o esperando un gesto de amor del prójimo. Es el Poe atribulado por el alcohol y la melancolía.
El signo opuesto de las dos mitades de su rostro es una manifestación moral, en carne propia de lo que escribiría en su Eureka acerca de la formación del universo. La materia se configuró a través de un doble movimiento de atracción-repulsión. El hecho de que unos átomos se atraigan y otros se rechacen, distribuye la materia, ubica los cuerpos siderales, articula el funcionamiento de la naturaleza. Ambas tendencias, que surgieron de una misma partícula originaria, volverán a ella, fusionándose al final de los tiempos. Este es el proceso, aplicado al vórtice de los átomos, con el que que Nicolás de Cusa exponía la salvación del alma y del mundo: la coincidencia de los opuestos, la fusión harmónica de lo que ha estado enfrentado en la vida.

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