martes, 16 de marzo de 2010


ENTRADAS ANTIGUAS

Lo que más me fastidia de la factura técnica de los blogs es ese dispositivo, para mí, exasperante, de las "entradas antiguas". Resulta que lo que escribistes antes de ayer puede ser ya antiguo pasado mañana, es decir, deja de tener valor, ya que el máximo valor en internet es la eficacia informativa, la joditera velocidad, lo cual implica excluir otro modo de acceso a la realidad que no sea la consumición instantánea de la noticia, del dato. ¿Por qué tanta maldita prisa? Pero esa "prisa" es inevitable teniendo en cuenta la naturaleza del tipo de herramienta que estamos utilizando. Ninguna expresión más paradigmática del concepto de tiempo en el espacio y más explícita de este viajar a la velocidad de la luz que las "entradas antiguas" de marras. La densidad, el paladeo verbal del concepto, la calma constatación tangible de lo que haces, fuera del circuito, para los libros impresos y el profiláctico distanciamiento de las pantallas hipnóticas.
Pero una cosa es disfrutar del fragmento, del microrelato, del acceso a la información puntual, y otra atomizar contenidos sistemáticamente. Lo que ocurre es que la actualización continua conlleva la pulverización de la información que se va acumulando (en el limbo de las "entradas antiguas", por ejemplo), y aunque esa mole de información antigua esté siempre disponible, el hecho de que lo que escribas en internet esté destinado a una cuasi eliminación instantánea, no deja de producir cierta ansiedad y una sensación de fantasmidad envolviendo lo que acabas de elaborar. Son las consecuencias de escribir en un medio virtual: es la velocidad la que niega el monumento verbal de la palabra impresa, la que desmenuza toda duración al erigir la instanteneidad en absoluta. En internet no hay, propiamente duración, sino flujo, renovación constante de la información. Podríamos imaginar una máquina cuya única operación fuera la de sostenerse indefinidamente consumiendo una energía infinita.
Andoni Alonso e Iñaki Arzoz (Cibergolem) critican el "misticismo digitalista y la filososofía tecnohermética" que surcan el mundo del ciberespacio y subrayan el desprecio implícito hacia el cuerpo de corte protestante que aquí se revela, pues, no sólo se piensa con el cerebro, sino también con el cuerpo.
De todos modos, las ventajas de utilizar un medio virtual no pueden efectuarse sino a costa de sacrificar cierta noción de duración, por lo que algunos autores han preferido publicar sus blogs en formato impreso, es decir, convertirlos en un libro: una forma "cerrada" de preservar los contenidos que viajan por un canal ilimitado pero impalpable.

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