jueves, 13 de enero de 2011


LA CÁMARA OSCURA
George Perec

Si evitamos toda intención psicoanalítica y pormenores afines, comentar un libro de sueños, puede parecer algo tan absurdo como puedan serlo los sueños en cuestión. De los sueños podemos extraer un material complejísimamente trabado y, al mismo tiempo, no poder decir nada de tal cosa. La moda editorial de sacar a la calle "libros" con los sueños reales anotados por escritores famosos a lo largo de toda su vida, impone un acercamiento textual distinto al científico. Como no vamos a analizar las faltas de estilo narrativo, ni a corregir las típicas aberraciones espacio-temporales del vuelo onírico, no tenemos otra opción sino la de disfrutar de las ocurrencias del inconsciente ajeno, curiosear en la materia íntima del escritor, o leer los sueños como si fueran una nueva suerte de género literario, primos hermanos del aforismo patafísico o del microrrelato más desaforado.
Decía Luis Cencillo que los sueños inventados son relativamente fáciles de descubrir. Y la dificultad de transcribir un sueño es cómo lo hacemos sin añadir nada que no estuviera en el sueño y con el desenvolvimiento específico del mismo. Perec lo consigue con gran acierto en estos 124 sueños, anotados entre los años 1968 y 1972, en los que hay un poco de todo: pesadillas, reflejos de los hechos cotidianos, fantasías surrealizantes, apenas jirones de palabras e imágenes, incluso percepciones de la realidad de la vigilia: alguien entra con sigilo en su casa y se acerca a su habitación, Perec despierta: es su compañera que lo invita a almorzar.
La dinámica y estructura de los sueños es, ciertamente, muy común. Esto, a veces, resulta un poco decepcionante. Los sueños realmente extraordinarios son escasos. Leyendo estas páginas de Perec y comparándolas con la selección de sueños publicados por Akal, del filósofo alemán Adorno, pronto se perciben las similitudes funcionales, la filiación representacional, digamos, aunque los motivos sean, naturalmente, distintos. Los sueños de Perec son sueños y reflejan, generalmente, aspectos de su vida cotidiana, como la mayoría de los sueños de todo el mundo.
Lo que me ha impresionado ha sido la frecuencia de sueños con nazis. No sabía que Perec era de origen judío-polaco, y que su familia, perseguida por los alemanes, tuvo que huir a Francia. Y digo que me sobrecoge esta "intrusión" siniestra, porque no vinculo la obra de Perec a ningún dramatismo sino al feliz experimentalismo de los sesenta y setenta que intentó renovar la literatura europea en aquellas décadas. Esta sensación mía es otro efecto de esta cuasi obsesiva rememoración histórica que vivimos. Qué extraño me parece que la madre de un autor de lúdica escritura como Perec, muriera en un lugar tan espantoso como Auschtwitz.

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