jueves, 10 de febrero de 2011


CONFIANZA EN UNO MISMO
Ralph Waldo Emerson

Podríamos hacer aún más breve este ensayo de Emerson reduciéndolo a una serie de citas del texto que se convertirían en un brillante ramillete de aforismos. Y ello no por pereza, sino por pura estética. Resulta placentero leer a Emerson. Su estilo es certero y harmonioso, su discurso tan ordenado y fluyente como revelador en lo que dice.
En esta pequeña obra, el escritor norteamericano defiende la soberanía del individuo frente a instituciones, conceptos o profetas presuntos. Descubrir esa soberanía implica nacer a la unidad divina y potenciar de modo infinito lo que el hombre es capaz de realizar y desempeñar. Aunque en Emerson hay una impregnación o deriva religiosa - ese profano Trascendentalismo con que denominó a su pensamiento - no nos encontraremos con beaterías ni adscripciones simples a dogmas establecidos: "Dios no consentiría que su obra sea divulgada por cobardes"; "Yo no deseo expiar culpas, sino vivir". De un modo brillantemente metafórico advierte sobre el proselitismo de conversos e iluminados: "Si un hombre afirma conocer a Dios y hablar con Él, y sus palabras te evocan la fraseología de una vieja nación olvidada en otro país, en otro mundo, no lo creas".
Para Emerson el centro del universo es cada uno de nosotros, su plenitud depende de la integración al mundo de nuestra propia genialidad. Borgianamente, Emerson dice que la historia no es sino el resumen biográfico de unos pocos hombres excepcionales. (Esto se explica porque, claro está, Borges leyó con admiración a Emerson, a quien juzgaba muy superior a Poe (¿¡?) y de quien no pudo evitar interiorizar imágenes tan varoniles como ésta).
La defensa vitalista del individuo y de sus excelencias secretas, prisioneras de las convenciones y dormidas ante la sacralización de la Tradición, fue recogida por Nietzsche que la llevó al delirio, estropeando la elegancia con que Emerson la enuncia y expone. En Emerson el vitalismo irradia con serenidad. En Nietzsche chirría y vocifera.
Dos notables consecuencias, a mi modo de ver, que se desprenden de las observaciones emersonianas, son la especificidad con que destaca la percepción personal de las cosas y la conexión posible de ésta con las del prójimo, depurada herencia del romanticismo. Lo que yo percibo, aunque lo perciba a mi manera, no deja de ser percibido también por los demás, lo que nos lleva a la afirmación objetiva de una realidad, de una entidad en el tiempo ; por otro lado, es de mi percepción personal de donde brota mi aportación concreta al mundo y ello posibilita que, unido ello a lo que perciben las distintas sensibilidades, el universo funcione y se renueve cada instante.

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