martes, 21 de junio de 2011




NOVELAS EN TRES LÍNEAS


Felix Féneon



Impedimenta nos vuelve a sorprender con los hallazgos de su búsqueda de galos raros.

Hay libros funcionales, artefactos de impresiones, libros rítmicos que hipnotizan tipográficamente, libros minimalistas. Pienso, por ejemplo, en las memorias de viajes de Marcel Schow a Samoa: exclusivamente, meras y recurrentes descripciones de celajes y aspectos del mar; o bien, en obras de Cortázar como Último Round, o La vuelta al día en 80 mundos, en las que a la heterogeneidad y multiplicidad de los textos, se le une el atractivo de las ilustraciones.

En el caso que nos ocupa, sería más adecuado hablar de experimento que de libro, ya que su autor nunca publicó estos minitextos como integradores de un volumen específico sino que su destino fue la prensa, aunque, también es verdad que hoy un libro, consiste en el registro de cualquier aventura expresiva o textual: una antología de símbolos, de disparates, de frases célebres, de anécdotas....

Felix Féneon, director durante una época de la mítica Revue Blanche, órgano de expresión por antonomasia de los simbolistas franceses, cubrió durante un año la página de sucesos de Le Matin. El ingenio de Féneon consistió en el formato y estilo que ideó para sus minicrónicas. Consciente de su hallazgo las llamó Novelas en tres líneas - efectivamente, se trata de textos de tres líneas - y ha sido este acierto lo que ha llamado la atención del lector actual. Así pues, al abrir este libro, nos encontramos con decenas de microtextos atravesando las páginas color crema y que producen ese efecto adictivo en la lectura y hechizantemente visual, al que me refería, haciendo de esta "obra" un curioso ejemplo de los tesoros rescatables que andan por ahí, en el océano umbrío pero pululante de las hemerotecas.

Féneon se las ve con asesinatos, robos, suicidios, muertes por accidente, curiosidades, en definitiva, el agitado y cruel mundo de "los sucesos" del que, personalmente, no fue ajeno: nuestro periodista estuvo implicado en atentados anarquistas siendo trabajador del Ministerio de Guerra. Sus aventuras políticas le llevaron, finalmente, a hacerse miembro del partido comunista francés. Nos preguntamos por qué no utilizó más su singular estilo periodístico en obras más propiamente literarias. La chistosidad de estas crónicas destila un contundente humor negro - a veces parecen gags del cine mudo cómico - y leyéndolas uno se acuerda de la actualidad. Los hechos se repiten, sólo cambia el escenario.

En la vida contemporánea hormiguea el absurdo. Un par de ejemplos:


Al ser epiléptica, una granjera de Saint-Jean-Les Deux Jumeaux (Sena y Marne), la señora Robeis, cayó de cabeza en una jarra de leche. Ahogada.


Flotaba una botella. Moritz, vecino de Sévres, se inclinó para cogerla y cayó al Sena. Ahora está en la Morgue.


Scheid, vecino de Dunkerke, disparó por tres veces contra su mujer. Como siempre fallaba, apuntó a su suegra: el tiro acertó.


Un lavaplatos de Nancy, Vital Frérotte, que regresó de Lourdes curado para siempre de tuberculosis, murió el domingo por error.

Y así hasta 215 páginas de inverosímiles sucesos (la surrealista realidad de todos los días).

1 comentario:

José Antonio Fernández dijo...

Je, je Esa frase en la que dispara a la suegra y acierta yo la catalogaría como "realismo mágico"

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