martes, 14 de junio de 2011



PLIEGUES

Leyendo El Pliegue, del filósofo francés Gilles Deleuze. Inspiración, exhibición verbal, explosión descriptiva. La elocuencia como un vicio.Términos y conceptos a porrillo. Deleuze explica la filosofía barroca de Leibniz. Ninguna excusa mejor para exhibirse que escribir sobre filósofos antiguos. Uno puede emplear todos sus recursos estilísticos y retóricos no preocupándose sino por una "verdad singular o antigua", es decir, por un objeto intelectual ampliamente especulable en el también amplio abanico de los objetos y motivos intelectuales existentes. En definitiva ¿cómo ser sobrios si se quiere ofrecer datos exhaustivos del modo de ser del Barroco? El texto de Deleuze es notable, pero aún así, si lo comparo con los ensayos de poetas, éstos son más generosos. Pienso en un Lezama Lima, en un Octavio Paz, por ejemplo. No hablo de grados de inteligibilidad ni de penetrabilidad conceptual, sino de tratamiento de la palabra. En Deleuze, la dinámica hiperlucidez produce cierto efecto alucinatorio. En Lezama, el espacio se abre y palpita como un cuerpo de múltiples miembros, se realiza una comunión místico-especulativa con el Logos bajo el amparo del deseo poético de unidad, la historia cultural adquiere un estimulante carácter de cifra (como en Borges), florece el reino de la analogía. El texto lezamiano es una totalidad viviente, el de Deleuze, un discurso virtuosístico. Cómo no leer obras de este filósofo sino como complejas obras literarias. Me impongo, de todas maneras, como deber, contrastar este libro de Deleuze con lo que Eugenio D´Ors esribió sobre el Barroco en su famoso ensayo.

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