jueves, 5 de diciembre de 2013

VIRGO POTENS. JOSÉ LEZAMA LIMA. DIARIOS



 
 
 
 
 
 
Si bien de la poesía de Lezama encontramos antologías editadas, más o menos recientemente, en nuestro país, (pienso que más por venturosas iniciativas institucionales que por demanda real de lectores), hallar una edición completa y actual de sus espléndidos ensayos es tarea complicada: para encontrar ediciones de obras tan fulgurantes como Las Eras imaginarias o La cantidad hechizada, hay que remontarse, bochornosamente, a principios y mediados de los setenta, en las colecciones de Fundamentos o Júcar, ejemplares que andurrean desoladamente por la red en el limbo de los tesoros olvidados.
Es una cosa que siempre me ha irritado y desconcertado, por otro lado: la dispersa, débil valoración en España de la obra de Lezama, el elogio velado más por la sorpresiva ignorancia del nivel de su obra, que por no haber tenido la suerte de ser uno de los habituales del boom latinoamericano. A medio universo se le llena la boca con Borges mientras que Lezama ocupa un puesto relativamente valorado en las letras universales, alguien que podría haber sido, perfectamente, otro premio nobel en español. Ignorancia ejemplar, la de los suecos, digámoslo de paso. Supongo que como la época de “los grandes relatos” se ha esfumado, según reza el dictamen postmodernista, la obra de Lezama y, sobre todo, admirables ideaciones tales como su sistema poético, resultan demasiado labrados y complejos para nuestras fláccidas mentes de internautas, apabullados de tecnología y mendigos de exquisiteces.

Siempre he pensado la obra de Lezama como ese gran lujo recóndito de nuestra literatura, y su figura como la de ese gigante paradójicamente invisible, el coloso ingrávido cuya obra de pululantes irrigaciones está cabalmente accesible sólo a los iniciados, es decir, a los amantes de la aventura de leer, a los degustadores de los enigmas del enigma del mundo a través de la literatura, el arte y la música.
Bastará que alguna efeméride o algún crítico extranjero lo reivindique para que cunda la admiración y “lo descubramos”. Papanatas.

Confieso que esperaba algo más de esto diarios, costosamente hallados en el mercado virtual, publicados en Cuba, y que recibí por vía aérea, desde Florida. Recordaba con emoción la reseña que hace ya unos cuantos años apareció en el suplemento literario del diario ABC. Desde entonces soñaba con dar con este volumen y leer su contenido. Con estos diarios me ha ocurrido lo mismo que con los de su alumno José Ángel Valente. La expectación fue emocionante mientras fue expectación. Pero la entrevista del compilador y editor Ciro Biancchi, que como oportuno apéndice se añade al final, ha resultado compensatoria. Además, leer sus notas, revierte en un interés nuevo sobre los libros que todavía no he leído del autor cubano. Esa lectura que se renueva, incesante,  de esa materialización concreta frente al tiempo que supone el gran prisma del Poema.  

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