miércoles, 1 de abril de 2015

APUNTES SOCIOSEMIÓTICOS



 
 
 

Los medios no hacen otra cosa que sacralizar efemérides.

 

Los medios dan las noticias como si fueran el parte de guerra cotidiano.  

 

Unas franjas horarias sin noticias son como transiciones vacías de ningún sitio a  ninguna parte.

 

Sin noticias no hay acontecimiento. No ocurre nada. Y entonces el mundo se vuelve indistinto. El flujo se para. Quizás sea entonces cuando los demás podamos respirar.  




 
 

Me pregunto por qué el tanga se ha extendido como prenda de ropa interior en la fotografía de género erótico, desplazando otro tipo de prenda más sugerente.
Personalmente detesto esta prenda. Es la más antierótica. Sólo veo un tejido que se mete en la carne- entre las carnes de ambas nalgas- como si sajara el cuerpo, cortándolo en dos. Signo de exasperación, a mi modo de ver, más que de seducción.
 

Porqué las modelos desfilan como estúpidos clones robóticos, con gesto antipático. Otro signo de exasperación. El otro día, por casualidad, vi una filmación de mediados de los setenta, en la que las modelos, desfilaban de modo acariciador, sonriendo al público. Me pareció infinitamente más delicado que la imbecilizante manera que exhiben hoy.

 

Para mi gusto, lo que afea el traje del torero es ese sombrero, especie de boina aplastada, con dos borlas que pretenden semejar los cuernos del toro. El contraste entre el negro cerrado y rugoso de ese sombrero y los destellos del traje de luces, es algo que jamás me ha convencido, aunque esté justificado. Imaginemos que le ponemos al torero un sombrero de cosaco.

 

 
 

Porqué demonios escribimos nombres chinos o árabes con grafía  inglesa, es decir, en inglés: Falluya, el nombre de la ciudad irakí,  por Faluya; Lee por Li. 

 

El español está plagado de galicismos. Circulan por el idioma con una facilidad pasmosa. Se entiende que los prestamos se adquieran para  oxigenar un poco la lengua, no para fomentar la confusión. Uno de los galicismos más conocidos y últimos, es el famoso y algo irritante "deconstruir", que así, sin más, no significa nada, y que proviene del concepto ideado por el filosofo Jacques Derrida. Si cito el concepto, no está mal que lo haga en su lengua original, déconstruction, pues como tal concepto no existe ni ha sido creado en la nuestra, pero su traducción al español es desconstruir, con un DES bien hermoso y tajante ante el diluido término francés.  El otro día, un amigo que trabaja en correos, dudaba  al emplear el verbo "descodificar": ni más ni menos, le parecía más correcto el absurdo "decodificar", claro ejemplo de las confusiones y contagios lingüísticos que produce el haber aceptado el término ideado por Derrida, con ese fatal prefijo que se nos ha pegado como una lapa malsana. Al final, con este poco cuidado que hay y que parece más bien signo de cierto paletismo, diremos: decifrar, dehacer, o defilar por descifrar, deshacer o desfilar.  Se extiende un uso vicioso del idioma y se convierte, de este modo, en una norma tácita.

 

La gente reclama continuamente sacrosantos derecho a la intimidad al tiempo que se tatúa por todas partes el cuerpo como si fueran cabras de un ganado, o se rapan el pelo creando una sensación de cruda uniformidad. Supongo que son formas de protesta y no expresiones de que se sienten muy bien siendo todos iguales.  

 

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