jueves, 26 de mayo de 2016

MENSAJES SIN DESTINO PROGRAMADO Y SOBREINTERPRETACIONES




 
 
 
¿Por qué razón los maniáticos buscadores de extraterrestres en la antigüedad no interpretan que esta figura de una sacerdotisa oferente íbera es, también,  una entidad de otra galaxia, si tiene todo el aspecto de serlo? Veamos: Visibilísima escafandra, ojos rasgados tal y como los tienen, presuntamente, los extraterrestres de la civilización de Ganímedes, pequeña estatura que denota la superinteligencia de los seres sacrales de otros mundos, extraños artilugios que maneja misteriosamente entre sus manos…
Umberto Eco se quejaba de la manías interpretativas, esa obsesión, que muy lejos de la crítica literaria y del análisis  simbólico de las obras artísticas, sospechaba de la presencia de signos ocultos en monumentos o  pinturas, y tras cuya localización, nos revelarían un sentido esotérico de tales obras en contacto con otras o con otras misiones ajenas a la estética. Convertir las grandes obras artísticas de la humanidad en un mero entramado de acertijos sería reducir y pervertir el alcance de sus significados reales, transformar pinturas, obras musicales y arquitectónicas en juguetes de un juego mecánico y fútil.

Precisamente, cuando abandonamos por unos momentos la intención totalizante de analizar, poner etiquetas, aplicar enjundiosas teorías, es en esos instantes cuando la obra artística es ella misma, una imagen. Ese es el sumo misterio.

A propósito de esta figurilla íbera podríamos imaginar historias, escribir poemas, concebir mitologías. Su misterio originario continuaría intacto ante todo lo que no sería sino mérito de narradores postreros.          

 

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