lunes, 12 de junio de 2017

DOS OBSERVACIONES


 
 
 
 

La curiosa tibieza de los podemitas con el asunto terrorista, sus reacciones blandas cuando no, parcas, en los debates sobre tal tema, no es algo extraño. Es perfectamente explicable por el contenido de sus idearios. El pensamiento de izquierda y sobre todo, la extrema izquierda, se manifiesta, abiertamente, en contra de toda tendencia autoritaria, y por lógica extensión, en contra de toda institución presuntamente definida por tal tendencia: Iglesia, Estado, ejército, etc.. En consonancia con esta actitud, sienten simpatía por toda marginalidad social y sus expresiones. El problema ideológico que plantea el terrorismo musulmán es que emerge de esa marginalidad que los de izquierda pretenden defender, de una minoría social y religiosa, en este caso,  que son ferviente competencia de su pensamiento. De ahí la poca pasión que ponen en denunciar la cosa, la actitud meramente lógica y con escasas iniciativas, que los izquierdosos exhiben ante el fenómeno. Su especialidad es la de oponerse y machacar a la derecha. Ahí sí atacan con ferocidad. El terrorismo islamista es algo que no enfocan con la misma lucidez y contundencia con que se emplean para criticar al gobierno: les ha surgido, podríamos decir, bien próximo a su “territorio”, en una línea cercana a donde parten sus ompromisos. Resulta curioso considerar cómo coincide esta actitud con aquellas manifestaciones de incredulidad de Aznar cuando se resistía a aceptar que los atentados de Atocha hubieran sido perpetrados por “remotas gentes del desierto”.

 

 



 
 
 
 
Toparse con un virus en una página web pornográfica reproduce la idea clásica de pecado. Viene a decirnos, más o menos así: "el pernicioso lugar que frecuentas será donde encuentres castigo". Un virus potente en una página sobre botánica o es una tontería, o resulta algo rarísimo o bien, si los hay, eso nos estaría indicando, fatalmente, que el territorio neto de internet es, virtualmente, presa de infecciones. Como eres pecador, es en las galerías subterráneas de tus deseos perversos donde encontrarás tu propio castigo, nos dice el ángel que nos ha puesto esta trampa.  Como no le vemos la cara al tipejo que ha puesto eso allí, la mente vulnerable lo experimenta con culpabilidad e imagina que la mirada divina lo ha pescado. Más allá de que estadísticamente es el tipo de sitio que más se frecuenta o se consume, y que por lo tanto va a ser en donde los delincuentes profesionales van a infectar cuantitativamente más, la significación simbólica resulta tan potente como inevitable.  
 
 

 
 

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