miércoles, 20 de febrero de 2019

AGENDA AGENDÍSIMA




Hace años publiqué una reseña algo durilla sobre un ensayo de Agustín Fernández Mallo, Pospoética. Esta obra llegó insólitamente a ganar el premio de ensayo de la editorial Anagrama,  y me pareció no sólo un bluf, - el autor era inconsecuente ante lo que pretendía mostrar – sino un engaño dialéctico que alcanzó cierta notoriedad durante unos días- el tiempo en que la crítica le puso a caldo – más por su apariencia novedosa que por el análisis profundo de lo que se supone, exponía: diagramas insulsos y bibliografía pedantesca. Yo que he leído todo Barthes, percibí enseguida que Mallo, que lo citaba un par de veces, no lo había leído, o al menos, que lo citaba muy torpemente. Recientemente ha publicado Teoría general de la basura en una editorial importante, Galaxia Gutenberg. El volumen tiene presencia, con todas las pretensiones de convertirse en libro de referencia dentro del mundo de la abundosa bibliografía de vanguardias, postvanguardias y transvanguardias artísticas. He tenido la tentación de comprármelo. No guardo ninguna animadversión por Mallo, es más, me ha gustado, sin volverme loco, desde luego, algún libro suyo de poemas y remakes, además de parecerme injusta la demanda que le puso María Kodama por plagio: lo que hizo con El Hacedor fue homenajear a Borges no mera y vulgarmente copiarlo; pero el recuerdo del fiasco de su anterior obra ensayística me ha parado por el momento. Para comprar un libro, este tiene que seducirme. Cuando ocurre esto, no siento el dinero que gasto, es decir, no me duele lo que pueda valer el libro en cuestión. Hasta ahora, con respecto a esta teoría del desperdicio tal cosa no ha acabado de ocurrir, y eso que me interesaría saber qué nos tiene que decir Mallo sobre el tema. Con Mallo me ocurre que su “personaje” me produce cierta atracción, (a ello hay que sumarle el atractivo que reviste la profesión que ejercía antes de convertirse en escritor); pero al leerlo es cuando la desilusión chafa las expectativas que uno se había hecho. La crítica puso bien su última novela. Pero yo no leo novelas. En fin ya me enteraré por otros de qué va esta teoría quizá no teorética, aunque el título ya se me antoje un anzuelo engañoso y la intención de definir- otra vez – en qué ha consistido el arte de las últimas décadas, una pretensión algo cansina y pedante para quien no es profesionalmente un filósofo.  



Miguel Espinosa, quizá por la proximidad geográfica del personaje y ser Murcia una ciudad frecuente en mis peregrinaciones y flanêries, me produce una fascinación difícil de definir. Su inventiva verbal resulta sorpresiva siempre y esta impresión de intensidad tiende a crecer y a seguir ofreciéndonos hallazgos en cada rincón o vuelta de esquina de un párrafo. Por mucho que uno pueda referirse al paso del tiempo como factor atenuante sobre su obra, esto no acaba de eliminar el atractivo de ese poderío escritural, de esa constante originalidad. Espinosa descubrió un modo de pensar y de escribir y ello resulta a día de hoy inmarcesible. En vida, él ya tuvo que escuchar críticas a su estilo - fatigoso, teórico, barroquizante - pero no parece que ello obrase sobre él persuasivamente. Sabía lo que tenía que hacer y siguió haciéndolo. Estoy leyendo su epistolario amoroso y desde luego, lo vuelvo a confirmar, la originalidad de su persona y de su creatividad lingüística, aparecen aquí también, uniendo de modo irresoluble y brillante, literatura y vida. ¿Cómo serían las cartas de su destinataria? ¿Igual de sorpresivas, ensortijadas, densas y pasionales? Yo diría que una de las características de Espinosa es su indiferencia ante lo moderno, es decir, ante lo literariamente funcional, comestible, vendible. Uno de sus modelos fue cervantes. Con tal de escribir como él, qué más da todo lo demás, incluso el tipo de literatura que forzosamente o no pudiera producir a partir de tal domeñamiento del verbo. Espinosa me hace recordar por generación y escritura novelística, incluso casi por temperamento, a Benet, pero al autor murciano lo veo más lírico, más poeta, más próximo a los clásicos, menos pedregoso. Espíritu infrecuente y admirable, Espinosa, que vivió aquí al lado, en otra ciudad levantina como la mía, llena de luz y de razón transida. Qué sensación de mágica melancolía pensar que cuando de niño visitábamos mis hermanos, mis padres y yo la ciudad de Murcia para ver a nuestros añejos tíos y tías a finales de los setenta, Miguel Espinosa se encontraba por allí, vivo y pensante, emitiendo frases gustosas como pámpanos y precisas como enunciados matemáticos.          


 Internet y algunas especulaciones barthesianas.
La editorial Ediciones Godot publicó recientemente, bajo el nombre de Un mensaje sin código, todos los ensayos y artículos que Barthes publicara en la famosa revista Communications. En uno de esos artículos, Barthes habla de las distintas formas lingüístico-comunicativas que podrían gestarse  en el seno de la sociedad actual. Dice que a la semiología, confinada ridículamente en el sistema de signos del código vial – estamos a inicios de los sesenta -  le esperaban desarrollos insospechados e inexplorados. Teniendo en cuenta, advierte , que todo sistema semiológico se mezcla con el lenguaje, explica que tarde o temprano la sociedad que utilice la semiótica como instrumento de conocimiento y análisis, terminará topándose con el lenguaje en sí, y no como modelo o pretexto cualquiera de la semiótica, sino como significado, como expresión.
La semiótica, entonces, posiblemente se subsumirá en una translingüística, que asuma la transversalidad diciplinaria de la nueva semiótica. Dice que el lenguaje que en ese nuevo modo de analizar o pensar o escribir, podría adquirir formas de lenguaje secundario, cuyas unidades ya no son los fonemas o los monemas, sino fragmentos más extensos de discurso, que remiten a objetos o episodios que significan por debajo del lenguaje pero nunca sin él.  
Yo, al leer esto he pensado, un poco precipitadamente, en internet y en facebook en lo que respecta a esas formas secundarias. La gran esfera internética que supone una red cuasi infinita de comunicantes lanzándose mensajes unos a otros de modo continuo e indeterminado, unen a la utilización del lenguaje otros tipos de elementos comunicativos complementarios o principales: imágenes y videos. La gran comunicación internáutica es un hecho global, una representación multidimensional del hecho de la comunicación infinita, cuya naturaleza virtual explica precisamente el que sea mundial e interminable. Barthes habla de un estado evolutivo de la semiótica como instrumento de conocimiento y del estado que el lenguaje adoptará ante nuestras nuevas evoluciones y exigencias.
Por ello, ¿no es en cierto aspecto, internet no sólo una plataforma de acción masiva sino la imagen futura de las posibilidades comunicativas? Ya lo es, clara y obviamente. Lo que nos queda saber es si supone una potenciación perenne de los recursos expresivos y comunicativos del lenguaje, o si no tiene nada que ver con su sustancia o destino, sino con la mera tecnología. ¿Es internet algo espiritual, materializa contenidos que  ya existían  germinalmente en nuestra imaginación? Si como Heidegger decía: la esencia de la técnica no es algo tecnológico, y el famoso dicho ratifica: el medio es el mensaje, está claro que internet marca nuestra vida actual e ilustra el devenir  acerca del tipo de naturaleza operativa que la sociedad ha adoptado.       








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