viernes, 1 de marzo de 2019

EL PROCÉS AL PROCÉS.






Sorprende la delicadeza con que el Tribunal supremo está tratando a los independentistas. Es como si se temiera que algún gesto inoportuno se deslizara demasiado obviamente, haciendo sospechar de talantes autoritarios por la sala. 
Este cuidado se explica cuando, sin mucho rodeo, los independentistas han criticado la falta de moralidad del Tribunal que los juzga por no respetar el derecho a la autodeterminación.
Lo que los independentistas pretenden con esta acusación es que realicemos una suerte de inciso en la interpretación de las leyes, que ampliemos tal interpretación de modo tan subjetivo que lleguemos a comprender lo que ellos, con toda naturalidad, desean: ni más ni menos que la fragmentación del estado.
Lo que llaman moralidad consiste en que se haga con ellos una excepción extraordinaria, que pasemos de largo su insolidaridad y su enrocamiento, que empaticemos alegalmente con su causa hasta el punto de admitir lo que quieren llevar a cabo: una ruptura. 
Ante la rigidez de las leyes, los independentistas exigen un gesto de libre sorteamiento de las mismas ya que: “antes que las leyes están las personas…”  
Lo que resulta inadmisible es la cándida  ignorancia de los indenpendentistas con respecto a las consecuencias legales, culturales y sociales de sus aspiraciones, ese estratégico engastamiento en las posturas puramente teóricas que les distancia de comprobar in situ las tensiones que se han originado en el seno de la sociedad catalana.
Hablan de la no moralidad del tribunal que los juzga, como si la actitud de su nacionalismo  excluyente  y empobrecedor fuera una actitud ejemplar.
Los independentistas juegan, además, con lo políticamente correcto: ante el resto de España y el resto de los catalanes, ellos serían una minoría, y por lo tanto parecería una flagrante injusticia negarles su famoso derecho a la autodeterminación. Por ello, en este ámbito de la estricta discusión ideológica, ellos parecen tener algo de razón, claro, si no contamos con el despropósito de sus intenciones y con ese resto de catalanes, marginados por no alienarse de la manera en que lo están los independentistas, y que han sufrido la indiferencia ideológica de la izquierda de Podemos y de la de los socialistas.



No hay comentarios:

TRES DIARIOS

  TIEMPO POR VENIR Miguel Ángel Hernández   Que la lectura de una obra literaria tenga que articularse a través de la segunda person...