jueves, 25 de julio de 2019

Nota rápidas.





Acabo de “descubrir” a Vernon Le, seudónimo de Violet Paget. Sorprendido por las descripciones que hace del universo romano y de los entornos vaticanos, esa ceremoniosa eclosión de colores y efigies sin fin rotando sobre veteranas auras. Me intriga el título de una de sus obras: Proteus o el futuro de la inteligencia. Digo que me sorprende su estilo en las múltiples piezas dedicadas a describir los fastos romanos porque su escritura integra las valoraciones negativas en un contraste que hace pululante y sólida su escritura. En tierra italiana es sensible tanto a la belleza que no para de brotar de los restos de tanta historia circundante como a la intencionalidad equívoca de alguna de las imágenes sacras de iglesias y panteones.

Me pregunto por qué una obra filosófica escrita o comenzada a escribir por Miguel Espinosa a finales de los cincuenta, no está publicada que yo sepa, todavía. De Espinosa, como de Borges, hay que leerlo todo. Si su epistolario ha tenido tanto éxito, seguro que sus seguidores celebrarían la edición de esos ensayos. No me refiero a sus reflexiones sobre Norteamérica, sino a un trabajo estrictamente filosófico y del que habla en sus cartas. Espinosa escribe desde unas trincheras semánticas tan especiales que el interés que despierta se mantiene vivo. Un caso parecido ocurre con Estanislao Sánchez Calvo, el famoso alcalde de Avilés – lo fue durante un día – cuyas especulaciones sobre milagros y espectros hemos disfrutado, pero cuya obra filosófica restante permanece ocluida en cajones o archivos.




Ayer vi de nuevo El hombre de la Mancha, la película musical que interpreta Peter O´Toole. Sensaciones curiosas al comprobar cómo se interpreta un clásico nacional y universal por mentalidades foráneas, aunque, claro, si es un clásico universal esas mentalidades foráneas no lo serán tanto pues también tendrán su derecho a versionar una entidad estética que será asunto e interés de todos. Lo que me resultó tedioso fue el tratamiento de la figura de Aldonza. Peter O´Toole a veces parece un robotito moviendo la cabeza, pero resulta conmovedor en los momentos musicales. Desde luego, la famosa canción Un sueño imposible no puede sonar aquí más emocionante, a propósito de ideales quijotescos y de la vida, dividida, engañosamente, entre poesía y realidad.




Hojeo el diario de viaje de Benedetto Croce durante su viaje por España y leo, también, la publicación en Renacimiento del conjunto de artículos que Vicente Blasco Ibáñez escribió sobre el orbe parisino durante su exilio francés.  Las crónicas, los libros de viajes convertidos en anecdotarios de los fugitivos confines del tiempo y de los espacios. Uno se da cuenta de que el mayor laberinto, el tramo más insólito es el que se configura a través del tiempo. En realidad no hay mayor itinerario de viaje que el tiempo. El espacio y la vivencia del espacio se modifican a través del baño del tiempo. Y, además, uno puede convertirse en un extranjero en su país propio.    



Leo El intercambio imposible de Jean Baudrillard. No creo, en absoluto, que el pensamiento de Baudrillard sea un bluf, después de tantos libros notables y de la fama que adquirió, pero esos análisis vertiginosos sobre la realidad, esa especialidad en lo definitivo y apocalíptico, corren el riesgo de quedar reducidos a lo espectacular, a la intensidad de una prosa efectista y brillante. A pocos filósofos contemporáneos he leído con tanta emoción y placer intelectivo, pues parecía que a Baudrillard se le había encomendado la misión de revelar la naturaleza profunda de la actualidad. Precisamente por ello, por centrarse en lo actual a través de balances relampagueantes y fatales, es que su figura ha quedado confinada a un discurso o a teorías ya recurridas socialmente y convenientemente deglutidas. Baudrillard pretendió definir la realidad, pero lo que la vida te puede dar es mucho más que ataques de elocuencia. No olvido sus escritos, las capas y grosores de realidad que descubre en sus obras, pero la experiencia de que te puede hacer partícipe la vida borra los límites que la inteligencia describe como definitivos. La vida es más que la actualización crítica de sus derivas. A pesar de la inevitable gravedad histórica de las grandes teorías,  uno puede atender a la marcha de la vida y sus sorpresas, ignorando convenientemente tales estatus o pronósticos.      

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