miércoles, 12 de junio de 2024

CIERTA TORPEZA DE LA IZQUIERDA



Si increpamos a cualquier francotirador de izquierdas, resultan claras cuáles son sus prioridades y dianas: la derecha, la ultraderecha o afines. Lo que vengo captando sistemáticamente con respecto a las belicosas reacciones de este bando político es su extraño silencio, su opaco mutismo con respecto a elementos sociales relativamente actuales.

¿Por qué los cañones y toda la artillería se desembalan en un segundo contra todo asomo por el horizonte de manifestaciones de la derecha o la ultraderecha y cuando la situación la protagoniza un nacionalista o un terrorista yijadista, la pasión con que la izquierda se autoreclama en su dominio presunto de la verdad, se desinfla súbitamente o se expresa ostensiblemente con mucha menor energía?

Los marcos de referencia de la izquierda sobre los que esta ha dirigido su objetivo envenenado han sido meridianamente claros durante décadas y podríamos decir que durante siglos. El tiempo, precisamente, ha sido el que ha traído nuevos personajes al escenario político estos últimos años: el separatismo y el terrorismo islamista.

Lo que ha ocurrido es que para estas novedades, la izquierda no solo no tiene acumuladas reservas de odio sino que no encajan con las casillas y estereotipos de su ideología. La izquierda europea no tiene y sigue sin tener una imagen clara y crítica del terrorismo islámico, por ejemplo, y esto es: 1º porque es una actitud violenta de una cultura no europea que de pronto ha aterrizado en nuestro territorio sin que nosotros la hayamos atraído ni provocado, es decir, no hay una historia actualizada de este tipo de confrontaciones; 2º, porque la izquierda sólo se activa contra posturas y actitudes autoritarias, claramente predefinidas con respecto de qué bloques ideológicos provienen y demás porque el respeto que la izquierda profesa por otras culturas le prohíbe o le dificulta enormemente condenar acciones criminales provenientes de estas, incluso realizadas en espacio europeo.

Aquí la izquierda se enfrenta a una doble problemática que se define por su incapacidad repentina para introducir nuevas figuras sociales, distintas a las tradicionales, en su marco crítico-conceptual, y por otro lado, por la limitación que supone su ética que les obliga a una suerte de superstición: ese exceso de respeto por lo diferente, lo marginal, lo no europeo, etc..., que les lleva a una abstención de juicio crítico sobre los mismos cuando estos actúan indebidamente o delinquen.

Si la izquierda se cree depositaria histórica de la razón y de la verdad moral, ahora le falta una dinámica interna que renueve y amplíe el horizonte de dilucidación que posee esa verdad y ese poder crítico. A la izquierda le falta, como a la política en general, imaginación política. Es una lástima que el centro haya desaparecido del espacio de representación europeo.

  

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