martes, 10 de septiembre de 2024

UNA ROAD-MOVIE EN UN LIBRO





CARRETERAS AZULES

 

Hasta hace dos días, como aquel que dice, no tenía ni idea de quién era Heat-Moon y la cuestión es que  todavía no tengo un concepto claro de la competencia literaria de su obra.  Podría decirse que a estas alturas de la vida, uno  ya ha escogido suficientemente tanto a los autores y literaturas que  nos gustan como a los que deberíamos haber leído. Uno ya no se equivoca con respecto al tenor de los autores que nos procuran determinados tipos de universo y lenguaje. Lo que ocurre es que según la temática narrativa, un escritor no internacionalmente célebre, o incluso meramente efectivo a nivel funcional, puede ofrecernos una pieza en cuestión que puntualmente nos haga disfrutar o incluso nos encante.   

El libro de Heat-Moon es un libro de viajes pero no alrededor del globo sino alrededor de un mundo en parte todavía salvaje y no exento tanto de aventuras y anécdotas  como de personajes y lugares singulares: Estados Unidos a través de sus carreteras más antiguas, las denominadas carreteras azules.

El libro se publicó en el 82, o sea, que el viaje de nuestro amigo, se produciría uno o dos años antes. Esto hay que tenerlo en cuenta en el momento que Moon nos hable de la idiosincrasia de determinados pueblos y personas, así como de las características de los paisajes rurales que va encontrando. Literariamente, resulta curioso que este viaje coincidiera, más o menos, en el tiempo, con el viaje que Julio Cortázar acompañado de su mujer, realizó por autopistas francesas, estacionándose en los márgenes de estas a lo largo de un par de semanas, si no recuerdo mal. El libro que salió de aquella experiencia fue Los autonautas de la cosmopista, obra que en mi memoria guarda un delicioso y  placentero recuerdo tanto por el encanto de su contenido como por la coincidencia de su redacción con momentos muy especiales de mi vida en aquellos principios  de los ochenta. 

Ahora bien, el libro de Heat Moon no se queda atrás en cuanto al recuento de ambientes que conllevan sus capítulos. Ya el escenario que pretende surcar el escritor, se encuentra cuajado de interés gracias a las películas norteamericanas, sobre todo a las Road-movie, películas de carretera, que con su despliegue ficcional aluden a espacios de la naturaleza reales y a lugares habitados aliñados por la peculiar personalidad de sus residentes.

Heat-Moon sabe aderezar su relato de cada encuentro curioso con poblaciones desiertas, de un solo habitante o directamente, fantasmas, con comentarios y citas que aligeran el texto y lo justifican de modo eficaz.

Los mundos que las carretas antiguas conectan entre sí suponen un paisaje improbable y desconocido, un reto continuo al viaje que Moon emprende con los elementos mínimos indispensables en su furgoneta para la supervivencia.

Este libro, mejor dicho, este desafío que Heat-Moon se autolanza a sí mismo, me ha hecho recordar las excursiones y viajes que los autores de la Generación del 98 realizaron con la intención de redescubrir las geografías y esencias de la vieja piel de toro de nuestro país. Si en los escritores de la generación del  98 latía la idea de elaborar una definición nueva y más justa de las características culturales de España, en Heat-Moon, y como ocurre en la mayoría de las ocasiones, la razón del viaje no fue en absoluto gratuita y además fueron varias: la pérdida de trabajo como docente y otra pérdida más incisiva: la de un amor. Es por esto que nuestro escritor, huye de su lugar de hábitat y nacimiento y pretende enterrar o sublimar sus pérdidas personales con el enriquecimiento de nuevas experiencias que le hagan resucitar en un lugar bien diferente y distante al que residía. Como él mismo dice, buscaba con este viaje la harmonía…

La fascinación de los viajes consiste en esa expectación que nos toma ante el contacto con espacios, tierras y ciudades desconocidas junto con las posibles aventuras que ello puede implicar.

Esa suerte de excitante inseguridad, mezclada con el deseo ilusionado de experimentar otros ambientes le presta al viaje un grado de aventura no predecible y fascinador.

Todo viaje es iniciático, y Heat-Moon lo sabía al atravesar cada rincón que descubría y poniendo, con ello, tierra por medio entre su persona y de lo que huía hacia un nuevo renacimiento con el sol de cada día, allá, en los confines polvorientos del oeste. Porque viajar también implica conjurar los espectros interiores esperanzándote con lo de singular y nuevo que supone cada tramo o población, este libro es tanto  la expresión de un viaje huida-encuentro como una guía histórica,  escrita día a día, de la Norteamérica bizarra y desconocida hasta el momento.  

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