jueves, 12 de septiembre de 2024

EXPLOTAR NUESTRA CAPACIDAD DE ASOMBRO



LOS SENTIDOS DEL TIEMPO

ANTONIO G. MALDONADO

 

Poseer el conocimiento aparentemente cuasi absoluto de las cosas, el llamado conocimiento científico tiene una importante contraprestación: el alejamiento de la percepción poética del mundo. El misterio de esta suerte de paradoja o canje desmesurado podría explicarse en términos de mera funcionalidad y competencia  pero no es tan sencillo. Cómo aplicar el conocimiento científico a las cosas y al mismo tiempo disfrutar de la entidad numinosa, poética, mitológica de tales cosas sin que ello vaya en contra de los postulados propios del saber físico.

Aquí es cuando Antonio Maldonado,  se pregunta por qué época es la suya. Vivimos actualmente un despliegue tecnológico, inimaginable hace unas décadas, y aunque la seguridad de nuestro mundo, de nuestros bienes y propiedades  se base en tal despliegue, ocurren dos cosas: por un lado el sujeto mismo se convierte en objeto de ese control, y por el otro, tal seguridad puede venirse al traste con una mera incidencia accidental o provocada.

Si la extensión y articulación automática del conocimiento científico supone la profanación del mundo, ya que creemos haber accedido a los centros de funcionamiento de las cosas, el pensador, el intelectual, el artista buscarán en los territorios alterados o desbancados, simbolizaciones que escapen a tal conocimiento físico-teórico, explorarán en ámbitos más puramente semánticos o marginales, en los linderos del sueño, la metafísica o el arte en cualquiera de sus expresiones lingüísticas, intentando hallar ese lugar reacio al control profanador.

En definitiva, ante el paisaje desolador que implica y produce el mundo moderno, Maldonado al preguntarse a sí mismo sobre nuevas vías de discernimiento, lo que está haciendo es inquirir en las posibilidades de aquel enunciado tan directo como prometedor que rezaban las poéticas de los grandes poetas: la capacidad de asombro. Precisa y significativamente, Maldonado dedica su libro a su hijo, el más reciente y cotidiano de sus asombros. Ya sabemos que con un hijo se plantea el universo entero en toda su complejidad y originariedad...de nuevo, porque volvemos a vivir a través de otra persona. 

Podríamos acabar pronto afirmando lo siguiente: el señor científico que ha descubierto o investigado exhaustivamente las características geográficas o meteorológicas de la luna, no tiene porqué informarnos del mismo modo sobre su entidad estética o  la relevancia del satélite en el orbe literario de la mitología. Al científico le toca estudiar la luna físicamente. Descifrarnos la belleza no es misión suya.

La capacidad de asombro del poeta implica no sólo ver las cosas de otro modo, de un modo originario y primordial, sino descubrir espacios nuevos para la discusión ante cualquier anécdota o confín.

No se trata de que dudemos del conocimiento científico como tal sino que lo hagamos con respecto al supuesto dominio del que se enseñorea.

Significativamente, Maldonado nos dice que ha vuelto a aquellos planteamientos sobre las cuestiones últimas que se trataban en los libros del instituto, es decir: no sólo hay que releer, sino que no hemos superado lo que tradicionalmente el conjunto de los saberes exponían y exponen como fundamental.

Pero el origen de cualquier cosa puede ser hoy o mañana. Apliquemos, pues, nuestra capacidad de asombro y sus efectos creativos.

Bellamente, Maldonado escribe: En la indeterminación y contingencia de los monumentos también hay misterio y esperanza. No hay fronteras claras entre el escombro y el diamante, entre la ruina y el tesoro.

La función del texto de Maldonado es la de llamar la atención sobre la necesidad de escapar del trance científico-tecnológico y detenernos ante las posibilidades de descubrimiento reales que nuestra sensibilidad posee ante el evento del mundo.  

 

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