lunes, 30 de septiembre de 2024

FRANCESCA: LAS METAMORFOSIS DE LA MUERTE




Esta chica que nos mira con blanda pero persistente fijeza, dejó de existir hace 43 años. Se suicidó lanzándose por la ventana de un edificio en New York. Dicho así, parezca que tal suicidio tenga más glamour que otros: desaparecer del mundo en una de las ciudades más dinámicas y espectaculares del mundo. O es una tautología que encierra al mismo tiempo una paradoja o tal afirmación implica que los lugares más vívidos incluyen márgenes siniestros.

Esta chica, vestida como una protagonista de cuento, con ropas algo infantiles o de otra época, es Francesca Woodman, una de las artistas más sobresalientes de las últimas décadas.

Yo casi no la tildaría, meramente como fotógrafa. Veo a Francesca Woodman más como una performer  que daba cuenta de su actividad a través de la fotografía y ocasionalmente, el video. Estamos hablando de una artista  implicada literalmente en su trabajo, es decir, que ella misma, su cuerpo, era el objeto exclusivo de su misión estética.

Francesca recoge el abanico creativo de la demiurgia surrealista y las concreciones discursivas del arte conceptual para centrarse en un análisis de las obsesiones y vulnerabilidades que el cuerpo femenino experimenta y articular a partir de todo ello una onírica e intensa narrativa del dolor.

Francesca convierte su cuerpo en la retorta alquímica de toda investigación artística, en el emblema vivo de la acción cruel. Su obra fotográfica es un suculento  y apretado muestrario del sueño masoquista  y la perversión en trance. Y nos ofrece todo ello como testimonio complejo de una experiencia y como protesta.

Teniendo en cuenta cómo acabó Francesca, no puedo observar algunas de sus fotografías y dejar de detectar espectros pululando por las mismas. Espectros que son metamorfosis de sí misma.

Siento por Francesca un amor oscuro. La convulsión onírica de sus imágenes quedó rubricada por el hecho fatal de su suicidio. La figura artística, la relevancia de Francesca no son cosas banales. La significación artística y humana de Francesca ha alcanzado una cima muy ardua que el paso del tiempo no hace sino confirmar y adensar más.

Dicho así parece una afirmación tonta o banal- Francesca es insondablemente auténtica - pero tal percepción se impone según vamos conociendo su historia y su presencia se ubica en el centro desplazado de las perturbadoras imágenes.

 

Mirando esta foto de Francesca, desaparecida hace 43 años, me pregunto fascinado: ¿Dónde estás, Francesca, en qué confín pulula tu  espíritu?

Pues, precisamente, Francesca se encuentra hoy, ahora, para siempre, en el universo que configuró su obra artística. Francesca se encuentra en sus fotos. Ella está en su arte.

Es en sus fotos donde tenemos que inquirir,  en donde tenemos que aplicar la mirada para contemplar lo que no existe, lo que no deja de desaparecer y afantasmarse. Son sus fotos las que explicitan con detalle estremecedor  la eternidad sobre la que se desliza el alma de Francesca.

Desde el punto de vista de la sucesión del tiempo, la misión de las fotografías de Francesca resulta tremendamente inquietante: habilitar un mundo que será el destino que la muerte futura facilitará.

La imagen fotográfica de Francesca sentada como una aplicada niña tras haberse suicidado hace tanto tiempo, es un interrogante que se me lanza tan etérea como contundentemente a mi ahora intelectivo.

Moriste hace más de cuatro décadas y no dejas de estar ahí, mirando de modo tan candoroso como persistente desde tu sillita de madera. Me das miedo, Francesca.

Pero hay un punto remotamente vacilante. Si el suicidio, además del dolor y la tragedia que significa, también puede interpretarse, parcialmente, como una decisión de la soberanía del individuo al que no le quedaban más salidas, quizá tu angustiosa protesta, Francesca, la protesta suprema que fue tu suicidio, no deje de indicarme la belleza de tu sensibilidad y la razón de tu arte, que somos, a pesar de todo, capaces de trascender lo que nos condiciona y lo que nos destruye.

Tu obra está ahí, Francesca, tus imágenes nos hacen volver a ti, y nos obligan a replantearnos qué esconde el misterio de la vida, cuánta muerte hay en la vida, en qué trance visionamos tu anfractuosa eternidad. 

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