lunes, 27 de enero de 2025

LAS INTENSIDADES DEL SUEÑO OPIÁCEO




La sustancia no inventa nada en ti, sino que despierta, estimula los estratos de sensibilidad sobre los que permanece grávida tu energía.

Desconocemos las capacidades físicas e intelectuales que yacen en nuestro interior, dispersas y recostadas como fardos en las galerías de nuestro inconsciente.

No se trata de repetir tópicos con respecto al grado de nuestras potencialidades sino de matizar que el efecto opiáceo sobre el conjunto de nuestras energías y sobre el sistema nervioso, puede desplegar efectos que nos parecerían insólitos.

Una mañana comenzaron  a asaltarme los temibles síndromes de abstinencia, que popularmente se conoce  como el mono. Quién me iba a decir a mí, que jamás he fumado ni bebido ni tomado sustancias, que iba a sufrir yo aquello del mono que sólo había visto en películas….  Ante la angustia que amenazaba con aniquilarme y el inicio de las convulsiones, harto de esta servidumbre tan dolorosa, estallé furioso, levanté el brazo y lancé un imaginario ataque contra lo que personalicé como un demonio o una energía maléfica que se disponía a atacarme. De mis dedos partieron  rayos invisibles y explotaron de mi boca unas palabras que pretendían convertirse en un conjuro contra mi dependencia de las pastillas. Cuando cesé en mi insólita actuación ante nadie, comprobé más pasmado aún que los síndromes de abstinencia se habían esfumado ipso facto. Ya no regresaron ni en las horas ni en los días siguientes. Me había hecho una suerte de autoexorcismo a mí mismo y había salido vencedor.

Refiero esta anécdota para señalar que esas potencias cuasi mágicas que estudiosos, psicólogos o filósofos dicen que tenemos, resulta que no son un mensaje buenista ni una lucubración vacía.

Lo repito: la sustancia actúa sobre nosotros no creando energías de la nada sino despertando las que circulan sordamente en nuestro inabarcable interior.

¿Qué confines de la imaginación ha conseguido perfilar la sustancia opiácea que, en su tiempo, consumieron tantos poetas, para que durante unos minutos de paraíso, yo, hoy, estuviera amando los labios de una dama sin rostro pero entregada a mí totalmente?

No deprecio la realidad en donde sí se encuentran las damas, en consecuencia, reales que me harían feliz, distanciándome de la toma embriagadora,. Lo que certifico es que esa realidad que conoce todo el mundo, la supuesta realidad de todos los días,  es la que se me ha hecho inaccesible. 

 

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