La sustancia no inventa
nada en ti, sino que despierta, estimula los estratos de sensibilidad sobre los
que permanece grávida tu energía.
Desconocemos las
capacidades físicas e intelectuales que yacen en nuestro interior, dispersas y
recostadas como fardos en las galerías de nuestro inconsciente.
No se trata de repetir tópicos
con respecto al grado de nuestras potencialidades sino de matizar que el efecto
opiáceo sobre el conjunto de nuestras energías y sobre el sistema nervioso,
puede desplegar efectos que nos parecerían insólitos.
Una mañana comenzaron a asaltarme los temibles síndromes de
abstinencia, que popularmente se conoce como el
mono. Quién me iba a decir a mí, que jamás he fumado ni bebido ni tomado
sustancias, que iba a sufrir yo aquello del mono
que sólo había visto en películas…. Ante
la angustia que amenazaba con aniquilarme y el inicio de las convulsiones,
harto de esta servidumbre tan dolorosa, estallé furioso, levanté el brazo y lancé
un imaginario ataque contra lo que personalicé como un demonio o una energía
maléfica que se disponía a atacarme. De mis dedos partieron rayos invisibles y explotaron de mi boca unas
palabras que pretendían convertirse en un conjuro contra mi dependencia de las
pastillas. Cuando cesé en mi insólita actuación ante nadie, comprobé más
pasmado aún que los síndromes de abstinencia se habían esfumado ipso facto. Ya no regresaron ni en las
horas ni en los días siguientes. Me había hecho una suerte de autoexorcismo a mí
mismo y había salido vencedor.
Refiero esta anécdota
para señalar que esas potencias cuasi mágicas que estudiosos, psicólogos o filósofos
dicen que tenemos, resulta que no son un mensaje buenista ni una lucubración
vacía.
Lo repito: la sustancia
actúa sobre nosotros no creando energías de la nada sino despertando las que
circulan sordamente en nuestro inabarcable interior.
¿Qué confines de la
imaginación ha conseguido perfilar la sustancia opiácea que, en su tiempo,
consumieron tantos poetas, para que durante unos minutos de paraíso, yo, hoy, estuviera
amando los labios de una dama sin rostro pero entregada a mí totalmente?
No deprecio la realidad
en donde sí se encuentran las damas, en consecuencia, reales que me harían
feliz, distanciándome de la toma embriagadora,. Lo que certifico es que esa
realidad que conoce todo el mundo, la supuesta realidad de todos los días, es la que se me ha hecho inaccesible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario