RITOS DE PASO
JENARO TALENS
Estamos viviendo unos tiempos en que la
comprensión textual y la consideración ejemplarizante del pensamiento profundo,
están experimentando el lento naufragio de sus visores receptores. Las Humanidades ceden su trono a las Ciencias, los jóvenes hace siglos que no tienen a un escritor o a un poeta como referentes y
ya no sabemos quién es hoy dentro del ámbito de las letras, señor de la
palabra.
Y antes de que los tiempos biológicos vayan borrando la lucidez propia, y la poesía se repliegue definitivamente en las hendiduras de la subjetividad, una obra poética como la de Jenaro Talens da un furtivo golpe sobre la mesa y propone la solidez de su discurso como prueba de experiencias lingüísticas victoriosas.
Llegado a la vejez, qué le queda a uno si no
potenciar la felicidad probable, afirmar lo que se sabe, señalar puntos de
esperanza en la vida metamórfica. Este es el eje sobre el que se despliega la
poesía de este poemario, el último que ha publicado su autor, tras una fecunda
carrera como ensayista y poeta.
No olvido sumar a estos motivos, el del amor que
siempre permite resucitar en los tramos vitales más angustiosos y que en este
poemario se muestra como muy relevante.
Me pregunto por qué razón la figura y la obra de
Talens no son más conocidas. Advierto una obra poética muy firme que ha pasado
un tanto desapercibida y que guarda en los confines y pasajes de sus versos, súbitos
tesoros y potentes revelaciones. Talens maneja brillantemente la imagen y ello
le permite trazar fulgurantes expresiones metafóricas que vehiculan densos
mensajes intelectivos.
Esto es precisamente lo que caracteriza a los mejores poetas, el dominio de la imagen y es esto, justamente, lo que resulta más arduo, incluso extraterrestre, a las generaciones nuevas de lectores. A veces Talens me recuerda a René Char por estas compacidades expresivas.
Cuán
opaco el sendero que lleva a los abismos de la identidad.
Saber
por experiencia que al borde del abismo no hay significado.
Ahora,
cuando me enfrenta el calendario al irredento escombro de la edad, a veces me
pregunto si es cierto que viví lo que soñaba o, una vez más, se trata de
memoria verbal.
Nunca
habrá paz donde no hay ética ni estética para abordar los lindes de las cosas
humanas