martes, 29 de julio de 2025



RITOS DE PASO

JENARO TALENS 

Estamos viviendo unos tiempos en que la comprensión textual y la consideración ejemplarizante del pensamiento profundo, están experimentando el lento naufragio de sus visores receptores. Las Humanidades ceden su trono a las Ciencias, los jóvenes hace siglos que no tienen a un escritor o a un poeta como referentes  y ya no sabemos quién es hoy dentro del ámbito de las letras, señor de la palabra.

Y antes de que los tiempos biológicos vayan borrando la lucidez propia, y la poesía se repliegue definitivamente en las hendiduras de la subjetividad, una obra poética como la de Jenaro Talens da un  furtivo golpe sobre la mesa y propone la solidez de su discurso como prueba de experiencias lingüísticas victoriosas.

Llegado a la vejez, qué le queda a uno si no potenciar la felicidad probable, afirmar lo que se sabe, señalar puntos de esperanza en la vida metamórfica. Este es el eje sobre el que se despliega la poesía de este poemario, el último que ha publicado su autor, tras una fecunda carrera como ensayista y poeta.

No olvido sumar a estos motivos, el del amor que siempre permite resucitar en los tramos vitales más angustiosos y que en este poemario se muestra como muy relevante.

Me pregunto por qué razón la figura y la obra de Talens no son más conocidas. Advierto una obra poética muy firme que ha pasado un tanto desapercibida y que guarda en los confines y pasajes de sus versos, súbitos tesoros y potentes revelaciones. Talens maneja brillantemente la imagen y ello le permite trazar fulgurantes expresiones metafóricas que vehiculan densos mensajes intelectivos.

Esto es precisamente lo que caracteriza a los mejores poetas, el dominio de la imagen y es esto, justamente, lo que resulta más arduo, incluso extraterrestre, a las generaciones nuevas de lectores. A veces Talens me recuerda a René Char por estas compacidades expresivas.

Cuán opaco el sendero que lleva a los abismos de la identidad.

 

Saber por experiencia que al borde del abismo no hay significado.

 

Ahora, cuando me enfrenta el calendario al irredento escombro de la edad, a veces me pregunto si es cierto que viví lo que soñaba o, una vez más, se trata de memoria verbal.

 

Nunca habrá paz donde no hay ética ni estética para abordar los lindes de las cosas humanas

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