SUMAS
IV
Comprendo perfectamente
la frase de Wittgenstein cuando
afirma que el único mundo feliz es el del conocimiento. Lo que quiere decir es
que, mientras cualquier otra cosa vine a ser modificada, erosionada o
aniquilada por el tiempo, los hallazgos intelectuales, el fulgor de los
conceptos, mantienen su sustantividad, a pesar de que puedan alterarse
ligeramente sus significados por la tanda de interpretaciones que produce la
historia.
Releo con una extraña
melancolía las Iluminaciones de Rimbaud.
Las sensaciones al leer un texto tan vívido poéticamente, chocan entre sí,
resultan contradictorias. Por un lado,
tengo la impresión de que estos textos pertenecen a una aventura que fue la
vanguardia total del pensamiento y la vida y que ahora tienden a convertirse en
un monumento de la historia literaria. Tienden,
digo, porque en el momento que continúo la lectura, empiezo a experimentar como
una vibración en mi interior, como si las imágenes poéticas se convirtieran en
estímulos que sembraran en la sensibilidad, en la imaginación, semillas
crepitantes de un mundo que fuera a estallar. Y es así, de este modo, como,
antes que resucitar ningún mito Rimbaud, experimento el entusiasmo ante ese
mundo nuevo que espera ser definido.
Actualmente, están
emitiendo la obra operística de Wagner
por Radio Clásica. Creo que es la época
de festivales en Beirut, en Alemania, y que las emisiones radiofónicas son en
directo. Que con el sol que cae, el calor que hace, la abismática música de
Wagner suene a las seis de la tarde, resulta raro. Parece una interferencia de
la sensibilidad o de la comunicación. A estas horas y en verano, todo el denso
empaque dramático de la música wagneriana no logra crear acontecimiento, fluye
sin más, entre otras músicas. La música de Wagner debiera sonar de madrugada y
en pleno invierno, nevando y con tormentas. Ya apuntaba De Quincey que la percepción de la muerte en verano resulta más
leve, menos trágica que en otras estaciones del año.
Algo que voy notando con tristeza en gente conocida, amigos y parientes: el tiempo vela los rostros, coloca niebla en la mirada.
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