lunes, 28 de julio de 2025



SUMAS IV

 

 

Comprendo perfectamente la frase de Wittgenstein cuando afirma que el único mundo feliz es el del conocimiento. Lo que quiere decir es que, mientras cualquier otra cosa vine a ser modificada, erosionada o aniquilada por el tiempo, los hallazgos intelectuales, el fulgor de los conceptos, mantienen su sustantividad, a pesar de que puedan alterarse ligeramente sus significados por la tanda de interpretaciones que produce la historia.

 

 

Releo con una extraña melancolía las Iluminaciones de Rimbaud. Las sensaciones al leer un texto tan vívido poéticamente, chocan entre sí, resultan contradictorias.  Por un lado, tengo la impresión de que estos textos pertenecen a una aventura que fue la vanguardia total del pensamiento y la vida y que ahora tienden a convertirse en un monumento de la historia literaria. Tienden, digo, porque en el momento que continúo la lectura, empiezo a experimentar como una vibración en mi interior, como si las imágenes poéticas se convirtieran en estímulos que sembraran en la sensibilidad, en la imaginación, semillas crepitantes de un mundo que fuera a estallar. Y es así, de este modo, como, antes que resucitar ningún mito Rimbaud, experimento el entusiasmo ante ese mundo nuevo que espera ser definido.

 





Actualmente, están emitiendo la obra operística de Wagner por Radio Clásica. Creo que es la época de festivales en Beirut, en Alemania, y que las emisiones radiofónicas son en directo. Que con el sol que cae, el calor que hace, la abismática música de Wagner suene a las seis de la tarde, resulta raro. Parece una interferencia de la sensibilidad o de la comunicación. A estas horas y en verano, todo el denso empaque dramático de la música wagneriana no logra crear acontecimiento, fluye sin más, entre otras músicas. La música de Wagner debiera sonar de madrugada y en pleno invierno, nevando y con tormentas. Ya apuntaba De Quincey que la percepción de la muerte en verano resulta más leve, menos trágica que en otras estaciones del año.   

 

 

Algo que voy notando con tristeza en gente conocida, amigos y parientes: el tiempo vela los rostros, coloca niebla en la mirada.


No hay comentarios:

YO HUBIERA O HUBIESE AMADO Diario íntimo 1974 Felix Francisco Casanova

  Como todo buen romántico, confieso que me fascina la muerte. No me refiero al dolor que produce en los seres humanos, claro está,   sino...