Tendemos casi inercialmente a despreciarnos,
creyendo que observaciones que pudiéramos realizar sobre aspectos de
determinados ámbitos, por no ser profesionales de tales ámbitos, no resultarían
interesantes o perspicaces.
Esto puede aplicarse al motivo que comentaré
brevemente aquí.
Últimamente, en España y no sé si en otros países
del mismo modo, el aforismo se ha convertido en un género literario más,
asociado a las expresiones literarias de formato pequeño, breve, o bien, minimal, si se
prefiere. Esto tiene una lectura histórico-crítica interesante que vendría a
referirse a las razones por las que los escritores, en los últimos años,
prefieren tales formatos quintaesenciados o fragmentarios. Otro aspecto
interesante aludiría a la autoría de tales obras. Y es a través de tal aspecto
por el que filtro el matiz que desearía resaltar.
Para la práctica del aforismo no se precisa ser
filósofo o un profesional del pensamiento. Tener una importante experiencia
como lector y, parejamente, ser un aficionado
a la escritura, atesora la posesión de un vocabulario notable, (tener lenguaje), así como asegura el
ejercicio y el estímulo continuo del pensamiento: relacionar, contrastar,
sintetizar. La lectura es alimento óptimo para el cerebro. El dinamismo
intelectual se preserva y potencia con el flujo de correspondencias y
definiciones con que la lectura surte a la mente.
Creo que experiencia lectora posee sin duda, además
de práctica literaria, mi amigo José Antonio Fernández, y una delicada
prueba de ello es su, creo, último libro, que Polibea edita con su cuidado característico, este Espigas hacen bosque, conjunto de aforismos a través
de los que su autor nos concede chispazos de humor y agudeza.
El libro está divido temáticamente - sobre: el pensamiento, la ambición, lo humano y el dolor - y es esta división lo que ordena un material que ya de por sí, tiene que ser preciso y brillantemente alusivo. Lo que un aforismo hace es, a veces, cogernos por sorpresa y revelarnos, con expedita elocuencia, aspectos de la realidad: la conciencia y la ciencia se zancadillean (en este caso hasta con expresiva aliteración); en otras ocasiones, cuestiones de forma resultan básicas: Depende de cómo digas la verdad no estás diciendo la verdad. En otros momentos, la obviedad se muestra doblemente significativa, como alusión y como expresión con aire de greguería: Si las flores tuvieran ojos las miraríamos de reojo; o bien: Si el mudo hablara daría mucho que hablar. El humor resulta siempre incisivo y es uno de los elementos más inteligentes presentes en la confección del aforismo y, también, en esta colección que nos brinda Jose Antonio Fernández, quien la remata con una serie de composiciones poéticas breves, de las que resalto este sorpresivo y memorable ejemplo:
Todos
se están yendo.
Se mueren
y no me dicen
lo que
están viendo.