sábado, 9 de agosto de 2025

ESPIGAS HACEN BOSQUE Jose Antonio Fernández



Tendemos casi inercialmente a despreciarnos, creyendo que observaciones que pudiéramos realizar sobre aspectos de determinados ámbitos, por no ser profesionales de tales ámbitos, no resultarían interesantes o perspicaces.

Esto puede aplicarse al motivo que comentaré brevemente aquí.

Últimamente, en España y no sé si en otros países del mismo modo, el aforismo se ha convertido en un género literario más, asociado a las expresiones literarias de  formato pequeño, breve, o bien, minimal, si se prefiere. Esto tiene una lectura histórico-crítica interesante que vendría a referirse a las razones por las que los escritores, en los últimos años, prefieren tales formatos quintaesenciados o fragmentarios. Otro aspecto interesante aludiría a la autoría de tales obras. Y es a través de tal aspecto por el que filtro el matiz que desearía resaltar.

Para la práctica del aforismo no se precisa ser filósofo o un profesional del pensamiento. Tener una importante experiencia como lector y, parejamente,  ser un aficionado a la escritura, atesora la posesión de un vocabulario notable,  (tener lenguaje), así como asegura el ejercicio y el estímulo continuo del pensamiento: relacionar, contrastar, sintetizar. La lectura es alimento óptimo para el cerebro. El dinamismo intelectual se preserva y potencia con el flujo de correspondencias y definiciones con que la lectura surte a la mente.

Creo que experiencia lectora posee sin duda, además de práctica literaria, mi amigo José Antonio Fernández, y una delicada prueba de ello es su, creo, último libro, que Polibea edita con su cuidado característico, este Espigas hacen bosque, conjunto de aforismos a través de los que su autor nos concede chispazos de humor y agudeza.

El libro está divido temáticamente -  sobre: el pensamiento, la ambición, lo humano y el dolor - y es esta división lo que ordena un material que ya de por sí, tiene que ser preciso y brillantemente alusivo. Lo que un aforismo hace es, a veces, cogernos por sorpresa y revelarnos, con expedita elocuencia, aspectos de la realidad: la conciencia y la ciencia se zancadillean  (en este caso hasta con expresiva aliteración); en otras ocasiones, cuestiones de forma resultan básicas: Depende de cómo digas la verdad no estás diciendo la verdad. En otros momentos, la obviedad se muestra doblemente significativa, como alusión y como expresión con aire de greguería: Si las flores tuvieran ojos las miraríamos de reojo; o bien: Si el mudo hablara daría mucho que hablar. El humor resulta siempre incisivo y es uno de los elementos más inteligentes presentes en la confección del aforismo y, también, en esta colección que nos brinda Jose Antonio Fernández, quien la remata con una serie de composiciones poéticas breves, de las que resalto este sorpresivo y memorable ejemplo:

Todos se están yendo.

Se mueren y no me dicen

lo que están viendo.

martes, 5 de agosto de 2025

EL AFORISMO DE WALLACE STEVENS



Sí, digo el -  artículo determinado, masculino singular - , refiriéndome al aforismo más insólito de este exquisito poeta y uno de los más desconcertantes que he leído por lo que, en definitiva, implica.

Wallace Stevens viene a ser un continuador en el ámbito anglosajón de las poéticas de Mallarmé y es uno de los poetas más importantes de Norteamérica en el siglo XX.

Los aforismos que Stevens escribió están relacionados fundamentalmente con cuestiones de estilo literario, con el papel de la imagen y las implicaciones lingüísticas específicas que supone el compromiso con la palabra. En definitiva, son una sucinta derivación reflexionada sobre las  poéticas posibles dentro de la llamada poesía pura.  

El aforismo en cuestión que tanto me ha turbado desde que lo leí en una edición completa de su obra en Lumen, dice así: A la larga, la verdad no importa.

Recuerdo que cuando lo leí me quedé pasmado, sorprendido tanto del hallazgo intelectual como de lo que tal afirmación venía a suponer en todo ámbito. ¿Cómo que la verdad, al fin y al cabo, no importa?

No creo que en Stevens hubiera ningún afán destructivo o desmitificador, ninguna idea de poner patas arriba toda empresa humana. Simplemente, se atrevió a escribir su apreciación y lo hizo con tal llaneza que es difícil, en principio, rebatir.

Sobre todo, resalta en este aforismo una dimensión práctica, que es, creo yo, desde la que Stevens ha realizado su valoración de la realidad. Tal dimensión, desde luego, tiene que ver con los efectos ineludibles que el tiempo viene a producir sobre toda criatura  y rincón del planeta. Esos efectos del tiempo, aplicados al hombre, a sus deseos, aspiraciones y empeños, queman, rasuran, van liquidando o relativizando notablemente la energía de tales pretensiones.

Decir que “a la larga, la verdad no importa” quiere decir, en una primera instancia,  que todo el desasosiego y la angustia con que hemos confeccionado nuestros planes de trabajo y relación humana, y que han consumido tanto nuestros cuerpos como nuestros espíritus, no merecían tanto sacrificio, ya que el paso del tiempo iguala aspiraciones y engloba en un resultado común lo que disparejamente nos ha obsesionado conseguir.

La calidad prismática de todo buen aforismo, hace que apenas avancemos en la mirada reflexiva, una de las caras proyecte un reflejo distinto. Es por ello, que lo afirmado por Stevens no deje de aludir, en definitiva, a la vanidad de las convulsiones revolucionarias, a la falibilidad de toda ideología.

El aforismo también puede insinuar la misión fallida de elaborar teóricamente lo que sea la verdad sobre el hombre, su lugar en la tierra, su relación con sus semejantes, o su destino trascendente. Al fin y al cabo, nunca confirmaremos la certeza absoluta de ninguno de estos aspectos, y nuestro cerebro habrá diseñado con todo el esfuerzo del mundo, cientos de explicaciones posibles sobre nuestro origen que al luchar entre sí, perderán eficacia o credibilidad.

Intentar definir la verdad, hacerse con ella, desear hallarla es una prioridad humana destinada a la exasperación, a la confusión, al desencanto progresivo. Es preferible contentarse con lo que tenemos, con lo que hemos conseguido y sabemos que podemos dominar, con lo más inmediato de la realidad que ya conocemos y nos pertenece, cognoscitivamente al menos.

Sumirse en la trabazón infinita de dilucidar la verdad con el riesgo de enfrentarte, incluso físicamente, a los otros, puede ser una  obstinación excitante, pero a la larga, el aquí de la realidad, el instante que se vive, se desarrollan en espacios muy distintos, ajenos a tales pruritos. Ante el variado decurso de la vida, el asunto de la ideación de la verdad, es algo remoto, parece aconsejar el aforismo de Stevens.

Pero, entonces, ¿qué ocurre con las utopías y la función social que han desarrollado, con la gran aventura ideológica e intelectual del hombre que ha producido imágenes del cosmos válidas y brillantemente inteligibles?

No creo que Stevens niegue todo esto, ni la esplendorosa historia del arte, ni el vertiginoso despliegue tecnológico, ni los objetivos harmoniosos de la religión, ni los sueños del hombre. Simplemente, desea que nos ubiquemos en regiones más prácticas y accesibles, nos aconseja que olvidemos la convulsiva misión de presentar conceptos definitivos: que amemos la verdad pero que no seamos fanáticos de la misma.    

 

martes, 29 de julio de 2025



RITOS DE PASO

JENARO TALENS 

Estamos viviendo unos tiempos en que la comprensión textual y la consideración ejemplarizante del pensamiento profundo, están experimentando el lento naufragio de sus visores receptores. Las Humanidades ceden su trono a las Ciencias, los jóvenes hace siglos que no tienen a un escritor o a un poeta como referentes  y ya no sabemos quién es hoy dentro del ámbito de las letras, señor de la palabra.

Y antes de que los tiempos biológicos vayan borrando la lucidez propia, y la poesía se repliegue definitivamente en las hendiduras de la subjetividad, una obra poética como la de Jenaro Talens da un  furtivo golpe sobre la mesa y propone la solidez de su discurso como prueba de experiencias lingüísticas victoriosas.

Llegado a la vejez, qué le queda a uno si no potenciar la felicidad probable, afirmar lo que se sabe, señalar puntos de esperanza en la vida metamórfica. Este es el eje sobre el que se despliega la poesía de este poemario, el último que ha publicado su autor, tras una fecunda carrera como ensayista y poeta.

No olvido sumar a estos motivos, el del amor que siempre permite resucitar en los tramos vitales más angustiosos y que en este poemario se muestra como muy relevante.

Me pregunto por qué razón la figura y la obra de Talens no son más conocidas. Advierto una obra poética muy firme que ha pasado un tanto desapercibida y que guarda en los confines y pasajes de sus versos, súbitos tesoros y potentes revelaciones. Talens maneja brillantemente la imagen y ello le permite trazar fulgurantes expresiones metafóricas que vehiculan densos mensajes intelectivos.

Esto es precisamente lo que caracteriza a los mejores poetas, el dominio de la imagen y es esto, justamente, lo que resulta más arduo, incluso extraterrestre, a las generaciones nuevas de lectores. A veces Talens me recuerda a René Char por estas compacidades expresivas.

Cuán opaco el sendero que lleva a los abismos de la identidad.

 

Saber por experiencia que al borde del abismo no hay significado.

 

Ahora, cuando me enfrenta el calendario al irredento escombro de la edad, a veces me pregunto si es cierto que viví lo que soñaba o, una vez más, se trata de memoria verbal.

 

Nunca habrá paz donde no hay ética ni estética para abordar los lindes de las cosas humanas

lunes, 28 de julio de 2025



SUMAS IV

 

 

Comprendo perfectamente la frase de Wittgenstein cuando afirma que el único mundo feliz es el del conocimiento. Lo que quiere decir es que, mientras cualquier otra cosa vine a ser modificada, erosionada o aniquilada por el tiempo, los hallazgos intelectuales, el fulgor de los conceptos, mantienen su sustantividad, a pesar de que puedan alterarse ligeramente sus significados por la tanda de interpretaciones que produce la historia.

 

 

Releo con una extraña melancolía las Iluminaciones de Rimbaud. Las sensaciones al leer un texto tan vívido poéticamente, chocan entre sí, resultan contradictorias.  Por un lado, tengo la impresión de que estos textos pertenecen a una aventura que fue la vanguardia total del pensamiento y la vida y que ahora tienden a convertirse en un monumento de la historia literaria. Tienden, digo, porque en el momento que continúo la lectura, empiezo a experimentar como una vibración en mi interior, como si las imágenes poéticas se convirtieran en estímulos que sembraran en la sensibilidad, en la imaginación, semillas crepitantes de un mundo que fuera a estallar. Y es así, de este modo, como, antes que resucitar ningún mito Rimbaud, experimento el entusiasmo ante ese mundo nuevo que espera ser definido.

 





Actualmente, están emitiendo la obra operística de Wagner por Radio Clásica. Creo que es la época de festivales en Beirut, en Alemania, y que las emisiones radiofónicas son en directo. Que con el sol que cae, el calor que hace, la abismática música de Wagner suene a las seis de la tarde, resulta raro. Parece una interferencia de la sensibilidad o de la comunicación. A estas horas y en verano, todo el denso empaque dramático de la música wagneriana no logra crear acontecimiento, fluye sin más, entre otras músicas. La música de Wagner debiera sonar de madrugada y en pleno invierno, nevando y con tormentas. Ya apuntaba De Quincey que la percepción de la muerte en verano resulta más leve, menos trágica que en otras estaciones del año.   

 

 

Algo que voy notando con tristeza en gente conocida, amigos y parientes: el tiempo vela los rostros, coloca niebla en la mirada.


miércoles, 18 de junio de 2025

SUMAS III




 

La imagen y el prestigio de un autor se va reforzando y modificando con el paso del tiempo. La aparición de nuevos lectores y la aportación de la crítica hacen el efecto de una recreación constante si el autor es relevante. El Borges de 1960, por ejemplo,  no es el Borges que conocemos hoy o del que tenemos una imagen plena como original creador de ficciones o de sofisticadas aventuras semiótico-hermenéuticas. Antes era sólo un escritor de estilo exquisito.

 


La guerra de Ucrania es una lamentabilísima anacronía del universo eslavo. Aunque se hace preciso especificar que es Rusia la que para afirmarse necesita de estos procedimientos violentos. Con ello, Rusia no es capaz de progresar, vuelve a estancarse en modos de hace setenta años o más. Recuérdese el caótico retroceso que supuso la década de los noventa. Con la guerra Rusia pierde el tino vital de las cosas, vuelve a imposibilitar el optimismo.

 


Resulta insólito y fascinador, al mismo tiempo. Tanto Juan José Benítez, como Antonio Ribera, Javier Sierra y Eslava Galán, experimentaron de niños encuentros reales con seres fantásticos que, posteriormente, olvidaron o rechazaron pero cuyo recuerdo fue a alojarse en los estratos profundos de la memoria. Es como si el destino se adelantara a través de estas experiencias, como si el misterio mismo les hubiese elegido para que en el futuro escribieran de adultos sobre tal tema. Aquí cualquier bien pensante diría que aquello no fue sino un signo prematuro de la musa literaria, que fue una afloración del inconsciente, creación de los propios sujetos. Pero con el tiempo, y conforme compruebas que hay brechas súbitas en la realidad que no acaban de explicarse, uno comienza a dudar de qué fue antes, si la consecuencia o la causa.

 


 

Podría decirse, en principio que la teoría sueña la acción. O que la acción llega a poner en escena elementos o motivos que ha dilucidado la teoría, previamente. La realidad es más genial que la práctica de antinomias comunes. Reparemos en lo que manifestaban los surrealistas, lo que supuso para la sensibilidad el advenimiento del romanticismo, las historias que el cine representa. La realidad es un campo de resoluciones propias y mensajes en movimiento continuo, de estrategias confluyentes.  


 

martes, 3 de junio de 2025

SUMAS II




Cuando ante el médico o ante cualquier otra  persona se me dice que las causas del dolor o afección que estoy experimentando pueden provenir de cualquier cosa, me sumo secretamente en la desesperación. No es el malestar típico que la incertidumbre provoca, es que se me deja en el más puro desamparo. Resuena en esta actitud, la angustia del niño cuando recibía respuestas ambiguas de los adultos de quienes se supone debía aprender todo y que lo sabían todo.

 

 

Somos una disquisición continua (sobre nosotros mismos).

 

 

 

No sabemos todavía lo que implica encontrar significados en la vida, quizá porque vinculamos ese ejercicio a las masas abstractas de la teoría y creemos que es en ese espacio conjetural donde se alberga la relevancia mágica de las palabras. Al leer, qué hacemos sino estar descifrando continuamente el misterio de las cosas que nos rodean. Si no lográsemos vincular un valor ético a una determinada circunstancia, estaríamos perdidos como sujetos y como sociedad. Identificar, hallar o definir un significado con respecto a algo es ubicar ese algo en una jerarquía de relaciones que le dotan de una importancia específica en el consenso común y que nos ayuda a conocer el puesto de cada elemento de tal jerarquía. La labor del filósofo, del semiólogo, es capital para articular la cultura y el conocimiento general. El poeta, el cineasta, el artista en general, construyen un universo sentimental basado en el conocimiento propio y en la interrelación de signos y valores específicos.      




Ya decía Baudrillard hace unos cuantos años que la realidad se había vuelto tan intratable que no existía teoría capaz de explicarla. Efectivamente, actualmente no hay una tendencia filosófica, de ninguna escuela o mixtura de escuelas posibles,  sociológicas o psicoanalíticas que resulte plenamente satisfactoria a la hora de  dictaminar en qué consiste la realidad y a dónde va. No obstante, en el seno de la multiplicidad conceptual de la filosofía sí podemos encontrar un término, una idea aislada que nos ilumine ocasionalmente o funcione como valor concreto que nos ayude a considerar determinados aspectos importantes de la vida. Por ejemplo, unas observaciones de Plotino me han parecido deliciosas y me han iluminado de pronto, al leerlas. Dice Plotino que percibir algo implica experimentar simpatía por tal cosa. Creo que si lo decimos al revés, resulta más elocuente: tener simpatía por algo significa conocerlo. Qué forma poética explicando el conocimiento, la comunicación. La intercomunicación de todo objeto en el universo supone la existencia y despliegue de una vibración intelectual entre todos los objetos. Para Plotino, la percepción de algo no es meramente darse cuenta de ese algo  sino la comunión con ese objeto por parte de nuestra conciencia. Plotino no explica nuestro mundo exasperado, pero estas ideas me han llenado de positividad, de creatividad. Estos detalles nos indican, al menos a mí sí, que en el espacio del lenguaje, en el universo filosófico, si bien no encontraremos la teoría que nos resulte absolutamente satisfactoria con respecto a la naturaleza y destino de la realidad, sí podemos toparnos con apuntes, esbozos, imágenes, conceptos que actúen como perspectivas iluminadoras sobre asuntos complejos.

 

lunes, 26 de mayo de 2025

SUMAS


 

¿Puede la lucidez, o bien, la hiperlucidez confundirse, paradójicamente, con el alucinar cuando se produce la penetración súbita en la realidad? A veces, en pasajes concretos de lecturas, he creído alcanzar esa confusión emocionante de fronteras perceptivas a través del viaje en el tiempo del que me surte la lectura. Un ejemplo sencillo. En una nota de su diario, el filósofo Soren Kierkegaard nos cuenta brevemente su viaje a un lugar de Alemania que ya había visitado muchos años atrás. La ventana de la habitación del hotel  en el que se aloja daba a un río donde se encontraba el desembarcadero y escucha las campanas de la iglesia cercana, exactamente igual como las escuchaba años atrás. El filósofo nos dice que se le retuercen las entrañas de melancolía al escuchar aquellas campanas con el paisaje del río de fondo, pues le remiten a la solitaria estancia que efectuó. Tiempo detenido que de pronto te lanza a un pasado próximo que parece remoto. Además, la combinación de aquel paisaje - río, pequeños barcos anclados, campana que suena más allá pero que atraviesa la tarde  - es la estampa romántica que asegura el repentino viaje en el tiempo.

 


La poesía a lo Lezama Lima o a lo surreal, o sea, la poesía que se permite el lujo de sortear contextos de actualidad, se sanciona hoy como frívola o anacrónica. Otra aplicación de lo políticamente correcto al mundo de lo estético. Comprendo que en un mundo tan saturado de estímulos y de espectáculo como este que vivimos, una propuesta barroca o libérrima en sus juegos metafóricos, resulte vanamente redundante, tautológica si no es capaz de presentar un argumento que la justifique. Pero es que ese argumento es la libertad misma del creador que debiera comprometerse con la-su palabra para defender su obra ante supuestas tendencias. Y además, estamos viviendo en la producción de muchos poetas no precisamente, de primera línea, la lamentable penetración del sentido común en la poesía.

 

 

 Leo pasajes de Mallarmé. Ahí querría estar: oficiando el lenguaje, como un sacerdote en la liturgia.

 




 

 Los períodos de nuestra vida infantil de los que no guardamos ningún recuerdo se nos antojan misteriosos. Reviso unas fotos de principios de los sesenta en las que me veo montando una bicicleta al borde de una acequia, llevando una impecable chaquetilla y con una gorra azul marino muy chula puesta. Y no guardo el más mínimo recuerdo de semejante escenario y momento. O algo ocurre para que los recuerdos no anclen en nosotros, o es que se vivieron con tal intensidad, tan literalmente plenos y despreocupados, que los recuerdos se esfumaron, se largaron con la experiencias vividas. O quizá, pertenezcan a una memoria profunda y haya que realizar operaciones intelectivas para desentrañar.

 

 

Este mañana mismo, me he sumido por breves instantes, en la dicha más deliciosa al leer unos recuerdos que Paul Valéry escribía, evocando el día en que Mallarmé le enseñó el borrador de su insólito poema Una jugada de dados jamás abolirá el azar. Valéry nos cuenta que paseaban por la noche ellos solos bajo las constelaciones, sabiéndose destinatarios repentinos de la gracia creativa en forma de una pieza irrepetible. Me he acordado de otras épocas en las que yo experimentaba lo mismo, andurreando por los campos, escribiendo bajo la lluvia, prendado de magia y éxtasis.

 



ESPIGAS HACEN BOSQUE Jose Antonio Fernández

Tendemos casi inercialmente a despreciarnos, creyendo que observaciones que pudiéramos realizar sobre aspectos de determinados ámbitos, po...