HOMENAJE A BORGES. María
Kodama
Creía, cuando salió, que
este libro era una obra biográfica, un conjunto de los recuerdos más entrañables
vividos por María Kodama con su jefe y, después, marido, Jorge Luis Borges. Lo que recoge el
libro son las conferencias, o bien todas o las más importantes, dadas por
Kodama, tras la muerte del escritor hasta ahora. Creo que si Kodama hubiera
escrito un libro de memorias el resultado sería más interesante, pues de este
modo en que ha aparecido, el libro no funciona sino como una especie de repaso
de la obra borgiana y de su temática, que a oídos de los borgianos puede sonar
como algo reiterativo y no muy original. Las conferencias leídas suponen un
material algo liviano, desprovisto de la emoción de la exposición en vivo.
Aunque todo lo relacionado con Borges es siempre interesante, al material
seleccionado aquí le falta ese cuerpo y esa sustancia que habría tenido de
haber sido redactado como ensayo y no como un conjunto de textos para ser leídos en público.
LÁGRIMAS Y SANTOS. Emil Cioran.
Durante un tiempo, la figura
de Emil Cioran me fastidiaba, lo creía un especialista en abismos, un charlatán
de lo complejo, que había adoptado con gran mimetismo, ese experto discurso a
la francesa, tan pegajoso como rumboso, amante del análisis de lo peligroso y heterodoxo.
Poco a poco esta imagen se fue desvaneciendo hasta que por fin ha desaparecido
del todo con el encuentro y lectura de este libro. No sé si es muy correcto
hablar de Cioran como un filósofo, puesto que ni se adscribe a tendencia
concreta ni presenta formal doctrina. Estaríamos más cerca si hablásemos de
escritor filosófico o ensayista, y más próximos todavía si lo definiéramos como
aforista sin contemplaciones. Efectivamente, la inteligencia de Cioran no se
detiene en detallar teorías, sino que concentra todo el poder de su flamígero
discernimiento en el detalle mismo, es decir, en nódulos informativos
intelectivamente irreductibles que se presentan como párrafos contundentes de
un texto articulado de este modo, en párrafos y frases. La aprehensión
intelectual de Cioran es tan aguda e intensa que casi diríamos que sus obras
son ejercicios de estilo si no fuera porque los contenidos exponen un material
dilucidado del que no sobra un ápice. Son puro músculo y fuego. En esta
ocasión, el yunque perforador de Cioran se adentra en un terreno tan sorpresivo
como suculento: la mística y las vidas de los santos. Cioran valoraba esta
obra, que por primera vez se edita en su formato original integro, como su
mejor libro, como su pieza preferida.
Aunque armara revuelo en su
momento, cuando se publicó, en la década de los años treinta, no veo en el
texto ninguna voluntad de frívolo anatema sino una pasión por conocer y
discriminar territorios, un deseo febril por investigar el proceso místico, y
saber en qué consiste el tiempo, la eternidad y el papel de los santos en el
cosmos. No es meramente una obra crítica sino, también, la expresión de una
sensibilidad y de un agitado desasosiego íntimo: si los santos son el ejemplo
humano increíble del emprendimiento divino, las lágrimas son la revelación
silenciosa de una presencia divina y de su inalcanzabilidad. Estremecimientos de
felicidad y temor ante lo que permanece inescrutable colindan en el horizonte. La
dolorosa lucidez de Cioran se interna, pues, en los densos y fulgurantes
ámbitos de la pasión mística y el resultado es este admirable texto que se
disfruta y nos deslumbra desde la primera a la última palabra.
VERANO EN LOS LAGOS. Margaret Fuller.
No hay nada que me produzca
más felicidad que visitar una librería y descubrir tanto una editorial como un
autor nuevos y encima, que tal autor corresponda a una geografía y a una época
sobre cuyas expectativas literarias yo haya fantaseado previamente. Esto es lo que ha venido a ocurrir cuando di
accidentalmente con esta obra y con esta autora. Últimamente el espacio
norteamericano se ha convertido en un pequeño reservorio de hallazgos
editoriales: los ensayos y diarios de Emerson, la obra completa de Thoreau, la
de Emily Dikinson, y ahora esta selección de artículos de una, para mí,
completa desconocida: Margaret Fuller. No he encontrado en la red sino una sola
foto, un daguerrotipo, de la escritora, y no sé cómo valorar esta escasez. ¿Fue
Margaret Fuller una escritora relevante en su época o una figura más bien
furtiva de la literatura norteamericana? Margaret Fuller murió en 1850; vivió solo
cuarenta años y fue contemporánea de Poe.
Verano en los lagos, recoge el viaje que Margaret Fuller realizó por los territorios todavía vírgenes que se extendían desde New York y Boston hasta Manitou Island y Chicago.
Dos cosas sobresalen en esta crónica: el estilo literario y el tono de insólita franqueza que la autora exhibe ante las personas con las que se topa – colonos y granjeros - o con los indios. El estilo denota una sabiduría de juicio que eleva la crónica periodística a un texto de orden superior, en donde el procesamiento de los hechos, detalles y descripciones manifiesta un ánimo muy civilizado en un entorno hostil, cuando no, directamente salvaje.
Dos cosas sobresalen en esta crónica: el estilo literario y el tono de insólita franqueza que la autora exhibe ante las personas con las que se topa – colonos y granjeros - o con los indios. El estilo denota una sabiduría de juicio que eleva la crónica periodística a un texto de orden superior, en donde el procesamiento de los hechos, detalles y descripciones manifiesta un ánimo muy civilizado en un entorno hostil, cuando no, directamente salvaje.
No esconde su terror a los
indios a un tiempo que comprende que defiendan unas tierras tan hermosas.
La figura de Margaret Fuller
me hace recordar a la de Emily Dikinson. Bajo la imagen recatada de dama
puritana se esconde una dinámica inteligencia que se resuelve en una escritura
sorpresivamente inteligente y elegante. Uno piensa que el frecuente manejo que los protestantes han hecho de los textos
bíblicos algo ha tenido que influenciar en el vigoroso carácter de la escritura
de alguno de los autores de esta época y que hemos citado. En Muller encontramos detalles de
una cordialidad vivencial que contrastan fuertemente con los estereotipos que
nos han llegado del salvaje Oeste: Aquí
la corriente de la emoción ha pasado por todas partes y su curso ha quedado
marcado con una sonrisa. Sensibilidades casi furtivas como la suya
compensan el desequilibrio que nos ofrecen algunas imágenes y épocas de la
historia. La singular cadencia que comportan sus textos nos está diciendo que
la vivencia del tiempo no es fatalmente una y uniforme.
Estando contemplando las
célebres cataratas del Niágara, aparece un individuo que se asoma al abismo de
agua, escupe, y continúa su camino. El que Fuller registrara semejante cosa
durante su viaje resulta tan chocantemente ridículo como elocuentemente
preciso.
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