miércoles, 10 de diciembre de 2014

ALI BEY: IDENTIDADES NÓMADAS



Domingo Badía -Ali Bey



Ya he hablado en este blog, reseñando la edición en español de su diario, de la figura de Isabelle Eberhardt, la indómita ruso-alemana convertida al islam, suerte de rimbaud femenino, amante proverbial y apasionada  de las infinitudes del desierto. Aunque diferente en su motivaciones originarias y obedeciendo a otras circunstancias, el “caso” de Isabelle me hace recordar al de Ali Bey, el gran príncipe abasí, incansable viajero de todo el orbe musulmán, bajo cuya noble indumentaria y prestancia se hallaba el ciudadano español y espía, Domingo Badía.



Isabelle Eberhardt
 
A ambos personajes yo los denominaría identidades nómadas. Una y otro, pasan la mayor parte de su vida en mundo musulmán, conviven con ellos, se convierten a su religión, adoptan trajes y costumbres, conocen su pensamiento y lenguaje de los que llegan a investirse, pero no sepultan sus orígenes; es más, no dejan de permanecer toda su vida en una suerte de  puente medianero entre ambas culturas, la adquirida y la originaria, estableciendo entre ambas, correspondencias equilibradoras  según prioridades personales y tesituras: Isabelle vive y ama en suelo musulmán, pero escribe sus  novelas para lectores europeos; Ali Bey, espía para los europeos, pero se proclama musulmán

Reflexionando sobre la aventura de estos dos europeos que, yo diría, no decapitan ni metamorfosean sus identidades sino que las potencian al vivir como musulmanes, recuerdo aquel cuento de Borges en el que, si no recuerdo mal, una inglesa, al ser cautiva por los indígenas, se convertía en una india feroz, al tiempo que un bárbaro llegaba a ser patricio romano. 

El cuento borgiano nos indica la no fijeza de las identidades culturales, la falibilidad de una determinación absoluta de las mismas en la persona. Una alteración del contexto, un gesto de la voluntad y nos vestimos con orgullo con las ropas del supuesto enemigo.  

Isabelle Eberhardt elige un continente sentimental nuevo como protesta contra el propio que habita: su complicada situación personal, la inestabilidad familiar que padece tienen como resultado final una huida del entorno simbólico y cultural. Qué significativas son esa anotaciones en su diario sobre las ropas – ostentosas, provocativas- de las europeas, que detesta con toda su alma. Precisamente, por ser una personalidad libre, Eberhardt se va donde se va, o se atreve a ir a donde se fue.
 

La Kaaba, en un dibujo de Ali Bey


 Ali Bey, alias Domingo Badía,  - o a la inversa -  tiene como misión espiar los países árabes para los gobiernos francés y español. Porque ya le interesara ese mundo, o porque le fuera inevitable hacerse al mismo al serle encomendada su misión por Godoy, se reconoce musulmán viviendo entre musulmanes. Al tener que desenvolverse y vivir en un mundo distinto ¿acabó "contagiándose" de ese mundo, aceptó ser musulmán para hacer su trabajo mejor, o porque el descubrimiento del mundo musulmán le cautivó, finalmente? Ali Bey no se adapta meramente al mundo musulmán: acepta su universo y su religión, aun sabiendo, muy claramente, lo que le distancia de los mismos. ¿Es una propiedad de la plasticidad  del espíritu, no sólo adaptarse sino, incluso, amar lo que te han ordenado que vigiles y controles? ¿Es la virtud del supremo espía el que “simular” durante años ser otro, produzca tal efecto de mimetismo que pueda suponérsele del bando contrario? Tanto tiempo viviendo en una sociedad tan distinta a la de origen, ¿acaba convirtiendo, realmente, a uno, en el que simula ser?

 En esos límites movedizos,  en esos colindamientos, se encuentra el Ali Bey que se desprende, al menos, de la lectura de sus libros de viajes. Es tanto de un sitio como de otro. Por ello  lo que me fascina en Ali Bey no es tanto lo exótico de su cambio personal sino su vacilación entre la identidad propia y la adquirida, su oscilación, su simpatía oscilante entre ambos mundos.

 Como científico occidental, cuando hace mediciones del terreno y sondeos climáticos, critica la reacción beligerante, supersticiosa de los nativos, pero cuando invoca a Dios se declara musulmán, y es entonces cuando advertimos como remota esa “bella Europa”, a la que se refiere, fugazmente, en sus notas.

Ali Bey es el tercer europeo en entrar en La Meca, y el primer español en hacerlo. A pesar de que su educación es europea y se trate de un auténtico ilustrado, a cuyo  bagaje se sume el carácter viajero y aventurero, su retrato de los países árabes creo que resulta justo, teniendo en cuenta la misión que se le había encomendado y de la cual, sus viajes escritos son un informe ineludible.

Precisamente, de la situación social y cultural de La Meca, hace un balance aplastantemente negativo. No por ello deja de reflejar que la entrada de pergrinos de todos los puntos del planeta a la ciudad del profeta, resulta el espectáculo más memorable del mundo:
 “No, no hay culto que presente a los sentidos espectáculo, más sencillo, más tierno, más majestuoso. Filósofos de la tierra, permitid a Ali Bey defender su religión… todos los individuos son iguales ante el creador; todos se hallan íntimamente persuadidos de que sólo sus obras los acercarán o los alejarán del Supremo, sin que ninguna mano extranjera sea capaz de alterar el orden de esta justicia admirable. ¡Pero qué desgracia que, con tantas ventajas, no seamos por eso mejores que los otros religionarios!

¿Son estos los recuerdos de un mero espía; escribe semejante elogio para engañar a no se sabe qué futuro lector; sigue siendo un espía al redactar sus memorias?  Es evidente que el animo, la simpatía de Ali Bey están en la frontera. Quien escribe los libros de viaje no es, a veces Ali Bey y otras, Domingo Badía, sino una vibratoria alternancia, una mezcla de ambas identidades en una. Ali Bey protesta por la injusticia y la decadencia en que se encuentra sumida la civilización árabe, pero también constata su belleza y valora su espiritualidad como una de las más notables.   

La edición de los viajes de Ali bey  que he leído es la que publicó hace unos años la editorial Óptima. Sospecho que la edición que ha salido algo después, la de Almed, debe ser preferible, pues encuentro en Optima, algunas rarezas sospechosas de impropiedad, por ejemplo: menciones a Dios en minúsculas, que dudo mucho, Ali Bey-Domingo Badía, se atreviera a escribir en su época.   

1 comentario:

Blanca Andreu dijo...

Interesantísimo, José María. Y divinamente escrito. Se lo envío ahora mismo a nuestro amigo Omar.

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