Domingo Badía -Ali Bey |
Ya
he hablado en este blog, reseñando la edición en español de su diario, de la
figura de Isabelle Eberhardt, la indómita ruso-alemana convertida al islam,
suerte de rimbaud femenino, amante proverbial y apasionada de las infinitudes del desierto. Aunque diferente
en su motivaciones originarias y obedeciendo a otras circunstancias, el “caso”
de Isabelle me hace recordar al de Ali Bey, el gran príncipe abasí, incansable
viajero de todo el orbe musulmán, bajo cuya noble indumentaria y prestancia se
hallaba el ciudadano español y espía, Domingo Badía.
Isabelle Eberhardt |
A
ambos personajes yo los denominaría identidades nómadas. Una y otro, pasan la
mayor parte de su vida en mundo musulmán, conviven con ellos, se convierten a
su religión, adoptan trajes y costumbres, conocen su pensamiento y lenguaje de
los que llegan a investirse, pero no sepultan sus orígenes; es más, no dejan de
permanecer toda su vida en una suerte de puente medianero entre ambas culturas, la
adquirida y la originaria, estableciendo entre ambas, correspondencias
equilibradoras según prioridades
personales y tesituras: Isabelle vive y ama en suelo musulmán, pero escribe sus novelas para lectores europeos; Ali Bey, espía
para los europeos, pero se proclama musulmán
Reflexionando
sobre la aventura de estos dos europeos que, yo diría, no decapitan ni
metamorfosean sus identidades sino que las potencian al vivir como musulmanes,
recuerdo aquel cuento de Borges en el que, si no recuerdo mal, una inglesa, al
ser cautiva por los indígenas, se convertía en una india feroz, al tiempo que un
bárbaro llegaba a ser patricio romano.
El
cuento borgiano nos indica la no fijeza de las identidades culturales, la
falibilidad de una determinación absoluta de las mismas en la persona. Una
alteración del contexto, un gesto de la voluntad y nos vestimos con orgullo con
las ropas del supuesto enemigo.
Isabelle
Eberhardt elige un continente sentimental nuevo como protesta contra el propio
que habita: su complicada situación personal, la inestabilidad familiar que
padece tienen como resultado final una huida del entorno simbólico y cultural. Qué significativas son esa anotaciones en
su diario sobre las ropas – ostentosas, provocativas- de las europeas, que
detesta con toda su alma. Precisamente, por ser una personalidad libre,
Eberhardt se va donde se va, o se atreve a ir a donde se fue.
La Kaaba, en un dibujo de Ali Bey |
Ali Bey, alias Domingo Badía, - o a la inversa - tiene como misión espiar los países árabes para los gobiernos francés y español. Porque ya le interesara ese mundo, o
porque le fuera inevitable hacerse al mismo al serle encomendada su misión por
Godoy, se reconoce musulmán viviendo entre musulmanes. Al tener que
desenvolverse y vivir en un mundo distinto ¿acabó "contagiándose" de ese mundo, aceptó
ser musulmán para hacer su trabajo mejor, o porque el descubrimiento del mundo
musulmán le cautivó, finalmente? Ali Bey no se adapta meramente al mundo
musulmán: acepta su universo y su religión, aun sabiendo, muy claramente, lo
que le distancia de los mismos. ¿Es una propiedad de la plasticidad del espíritu, no sólo adaptarse sino, incluso, amar lo que te han ordenado que vigiles y controles? ¿Es la virtud del supremo espía el que “simular” durante años
ser otro, produzca tal efecto de mimetismo que pueda suponérsele del
bando contrario? Tanto tiempo viviendo en una sociedad tan distinta a la de
origen, ¿acaba convirtiendo, realmente, a uno, en el que simula ser?
En esos límites movedizos, en esos colindamientos, se encuentra el Ali
Bey que se desprende, al menos, de la lectura de sus libros de viajes. Es tanto
de un sitio como de otro. Por ello lo
que me fascina en Ali Bey no es tanto lo exótico de su cambio
personal sino su vacilación entre la identidad propia y la adquirida, su
oscilación, su simpatía oscilante entre ambos mundos.
Como científico occidental, cuando hace
mediciones del terreno y sondeos climáticos, critica la reacción beligerante,
supersticiosa de los nativos, pero cuando invoca a Dios se declara musulmán, y es
entonces cuando advertimos como remota esa “bella Europa”, a la que se refiere,
fugazmente, en sus notas.
Ali
Bey es el tercer europeo en entrar en La Meca, y el primer español en hacerlo. A
pesar de que su educación es europea y se trate de un auténtico ilustrado, a
cuyo bagaje se sume el carácter viajero
y aventurero, su retrato de los países árabes creo que resulta justo, teniendo
en cuenta la misión que se le había encomendado y de la cual, sus viajes
escritos son un informe ineludible.
Precisamente,
de la situación social y cultural de La Meca, hace un balance aplastantemente
negativo. No por ello deja de reflejar que la entrada de pergrinos de todos los
puntos del planeta a la ciudad del profeta, resulta el espectáculo más
memorable del mundo:
“No, no hay culto
que presente a los sentidos espectáculo, más sencillo, más tierno, más
majestuoso. Filósofos de la tierra, permitid a Ali Bey defender su religión…
todos los individuos son iguales ante el creador; todos se hallan íntimamente
persuadidos de que sólo sus obras los acercarán o los alejarán del Supremo, sin
que ninguna mano extranjera sea capaz de alterar el orden de esta justicia
admirable. ¡Pero qué desgracia que, con tantas ventajas, no seamos por eso
mejores que los otros religionarios!
¿Son
estos los recuerdos de un mero espía; escribe semejante elogio para engañar a
no se sabe qué futuro lector; sigue siendo un espía al redactar sus memorias? Es evidente que el animo, la simpatía de Ali
Bey están en la frontera. Quien escribe los libros de viaje no es, a veces Ali
Bey y otras, Domingo Badía, sino una vibratoria alternancia, una mezcla de ambas
identidades en una. Ali Bey protesta por la injusticia y la decadencia en que
se encuentra sumida la civilización árabe, pero también constata su belleza y valora
su espiritualidad como una de las más notables.
La
edición de los viajes de Ali bey que he
leído es la que publicó hace unos años la editorial Óptima. Sospecho que la
edición que ha salido algo después, la de Almed, debe ser preferible, pues encuentro
en Optima, algunas rarezas sospechosas de impropiedad, por ejemplo: menciones a
Dios en minúsculas, que dudo mucho, Ali Bey-Domingo Badía, se atreviera a
escribir en su época.
1 comentario:
Interesantísimo, José María. Y divinamente escrito. Se lo envío ahora mismo a nuestro amigo Omar.
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