jueves, 2 de octubre de 2014

LAS ENRAMADAS DEL LOGOS. LEZAMA LIMA




 

Alguna vez soñé con un autor en cuya obra convergiera, como un prisma fascinante, la musa barroca y simbolista. Todavía estoy sacudiendo la cabeza, sin acabar de creerme que tal autor es superado por alguien sorpresivamente real: Lezama Lima.

En lo que se refiere a la producción de ensayos escritos por poetas, este libro, que recoge una frondosa selección de los ensayos largos de Lezama, sería para mí el ideal entre todos, la Suma Poética por excelencia.

Una Suma, en el fondo, arbitraria, pues como digo, es una antología de textos y no una obra concreta, pero cuyas incursiones trazan tan densa urdimbre de conexiones que la unidad temática surte como efecto del propio movimiento de las invocaciones iluminadoras.

Me abstengo de emprender minuciosa reseña o comentario extasiado, para no resultar redundante. Las mañas, las reacciones del propio Hacedor, se hacen visibles a través de las sedes de la naturaleza, del verbo y de la historia. Lezama señala estas derivaciones, la lógica de las fulguraciones, con una palabra que zigzaguea, comprendiendo trayectos luminosos, definiendo laberintos.

Ya hablé en otro punto de este libro-red (blog) sobre mi perplejidad acerca de la tímida gloria que disfruta el autor por estos lares. Los lectores lo respetan, saben que es uno de los más grandes autores en lengua castellana, y que tiene ese puesto primero en la historia literaria, pero no parecen haberlo disfrutado de veras como sí ha sucedido con Borges o Cortázar, por ejemplo. Su presencia se agita ante la masa de los lectores potenciales como esa asignatura pendiente que no acaba de expedirse.

Lezama, más que crear una teoría poética que se reduzca a doctrina y produzca adeptos, resume funcionamientos arquetípicos, explica, a la luz de los desenvolvimientos modernos de la poesía y el lenguaje, qué mecanismo es el que a través de las conjunciones temporales de la vivencia y la asistencia metafórica, funda la imagen. Lezama expone lo que sucede en la retorta demiúrgica de la creación, sin olvidar que, finalmente,  el papel del azar consiste en permitir la convergencia de los elementos que intervienen en el proceso poético.

La tensión entre la causalidad y lo incondicionado deja un testigo de las fuerzas en liza: el poema. En la lectura de la obra de Lezama, resulta preferible ir dosificando observaciones, filtrar el detalle suntuoso de la  reflexión tentacular, ratificar fascinaciones, pues un solo dato ya implica a la integridad pululante y magnética que se reúne en la definición de la imagen.

Se me dirá,  que la poética de Lezama es sólo una entre otras. Sí, claro,  pero sólo el descuido más sospechoso puede obviar la aventura sacral y diamantina de su escritura en el ámbito de las literaturas escritas en español.

Casi diría que, por fin, alguien se atreve a escribir utilizando la imaginación de un modo contundente y selecto, justificando desde tales capacidades la descripción de los mundos y poéticas, sintetizando en bellas formulaciones, la densa historia de las evoluciones del verbo.

Estos son los ensayos de un poeta, por lo que nos encontramos con obras maestras de prosa y pensamiento, resúmenes de los albores de un decir y de los mundos que le corresponden.

Lezama es riqueza, y su lectura hace emerger riqueza. Por ello, yo, como lector moderno, enfrentado a las miserias de la crisis económica, a las confusiones actuales de la poesía y a los desquiciamientos con los que los poderes pretenden robotizarnos a través de la información, no puedo sino defender este libro y celebrar como un bien precioso la obra de Lezama.  

(Las piezas que recoge este volumen, editado en Barcelona en 1971, son un rosario de meteoros: Las imágenes posibles, Exámenes, Introducción a un sistema poético, La dignidad de la poesía, Preludio a las eras imaginarias, La imagen histórica, A partir de la poesía, Introducción a los vasos órficos, Las eras imaginarias: los egipcios, Las eras imaginarias: la biblioteca como dragón, Confluencias)

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