El imperio de los palabros:
Patriarcado, Heteropatriarcado, judialización de la política.
No veo tan denunciable el
hecho de manejar construcciones lingüísticas en el ámbito literario como
cuando, más allá de convertirse en armas arrojadizas del debate político,
llegan al punto de determinar el juicio sobre la realidad. Me estoy refiriendo,
en concreto y por ejemplo, a estas dos supuestas definiciones de realidades
sociales y legales: heteropatriarcado
y judialización de la política. Uno
escucha cualquiera de estos dos términos y se queda como deslumbrado de su
audacia y contundencia. Aparentemente son irrebatibles en tanto que evidencian
de modo fulminante unos hechos o relación de hechos. El problema surge cuando
la percepción de lo real es desplazada por el uso de definiciones, es decir, de
productos del lenguaje. Que la realidad pueda ser sustituida por el lenguaje
que la dice y supuestamente traduce, creo que es legítimo en el ámbito de la
especulación puramente teórica o en la musa literaria, cuando la búsqueda y
localización de realidades sutiles y complejas permite sofisticaciones aunque
sean experimentales. En los debates tertulianos de prensa, radio y televisión
vemos que el uso abusivo de los términos citados, - patriarcado,
heteropatriarcado, judialización de la justicia -, corren el riesgo de ser
convertidos en puras entelequias, en mera retórica cuando uno posee datos que
contradicen el poder absoluto que tales palabras pretenden identificar, taxonomizar y denunciar.
En cuanto a alguno de esos
datos.
Heteropatriarcado: examino mi realidad
familiar inmediata, hermanos, primos y amigos y observo que quienes han
determinado el estado y futuro de los matrimonios son, en su mayoría, las
mujeres de esas familias.
Judialización de la política:
pretende manifestar un abuso y una influencia,
la contaminación de la política por la supuesta injerencia de los jueces
en un ámbito que no les pertenece. Teniendo en cuenta, por un lado, lo
extraordinario de la situación por la cual esto, aparentemente sucede (la
cuestión catalana) y, por otro, la incuestionable separación de poderes, el
juicio que esta construcción lingüística acusa, revela una clara e ideologizada
tendenciosidad, si no se somete al contexto del que surgen las
excepcionalidades que exponemos.
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