QUE VIVA EL
MACHACAMIENTO
Ya hace tiempo que uno
no sabe qué demonios está pasando en nuestro espacio político, en el país. Cualquiera diría
que existe una conspiración para que toda estructura estatal sólida se venga
abajo: la Constitución, los jueces, la policía, la integridad del territorio
nacional etc.. y algunos listillos pretenden hacer creernos que esto es así,
puntual y naturalmente, como si a tales entidades les hubiera llegado una
presunta fecha de caducidad.
La propuesta de despenalizar
los que hasta el momento son delitos contra el honor de la patria, la bandera, la
iglesia…, se viste con la apariencia de crear más libertad, de proteger el
derecho a la libre expresión. Pero hace ya tiempo que la invocación a
semejantes conceptos no significa lo que antes significaba, pues lo que se
supone que benefician tampoco es lo que en otro tiempo podrían beneficiar o
beneficiaban.
Yo también estoy de
acuerdo en que semejantes delitos dejen de serlo, que por lanzar alguna
diatriba contra valores nacionales, no ingrese en prisión de modo automático. Pero
vivimos la época del trampantojo, de la ambigüedad, del imperio de lo políticamente
correcto y suprimir estos delitos dejando a la intemperie determinados motivos
que dan cohesión tradicionalmente al país no implica mejorar la libre expresión
que ya gozaba anteriormente de excelente salud. Si al despenalizar estos
delitos produjéramos en las nuevas generaciones filósofos como
rosquillas…, pero no, lo que hacemos es darle cancha libérrima a personajes
como el tal Daltonic.
Lanzar insultos porque
sí a la iglesia, a la bandera, a la nación, no es ejercer ninguna libertad de
criterio sobre un asunto sino efectuar una agresión que sorprende por lo sectario,
por lo meramente vengativo y gratuito. Y
que, además, no crea ningún ambiente de libertad sino de inquietante e innecesaria ofuscación.
Qué casualidad que lo que se pretenda despenalizar sean
los insultos y vejaciones a tales objetivos y no se nombren otros y qué
casualidad, cómo no, que esto haya sido una propuesta podemita, seguida por los
nacionalistas e, insólitamente, los socialistas, toda la caterva que sueña con
desmontar el estado. Por ello me sorprende la falta de matiz y sensibilidad de
los socialistas. Lamentables tesituras del momento.
Una cosa es ejercer la
crítica y el pensamiento, incluso la astracanada inteligente, y otra es sumarse
a este estado de confusión e indiscriminación, a esta desproporción que no hace
sino dirigir absurdamente sus proyectiles envenenados a los mismos objetivos:
la patria, la figura de Cristo, la bandera… El ensañamiento temático se explica por la
alienación ideológica de la izquierda. Y esta obsesión, todavía, de la izquierda de hoy con cosas tales como la
bandera y la iglesia resulta tan anacrónica como necia, a no ser que vivamos en
los años de la posguerra o en la Edad Media, cosa que veo improbable aunque
algunos mentalmente sí lo estén.
Me sorprende la falta
de tacto de la izquierda. Es cierto que algunos símbolos y representaciones si
son injustamente impositivos no emitan sino opresión. Pero esto es típico de
otras épocas, no del tiempo presente. Lo que pretenden los de izquierda al
proponer esta despenalización no es
crear un óptimo ambiente libertario sino extinguir todo signo de lo que ellos
juzgan, por su mera presencia, como autoritario y como tal, enemigo a batir. Por
qué demonios tiene que ser la bandera española algo odioso, si según qué
coyuntura se produzca puede significar todo lo contrario, a qué peregrino sujeto
le ofende la figura de Cristo y se ve irremediablemente forzado a vejarla?
Bueno, supongo que si
prospera la cosa, no pasará nada si algún actor, en una representación burlesca
se le ocurra limpiarse el trasero con la bandera independentista catalana, o si
se convocan a manifestantes en la plaza pública, se giñen a coro en la madre de Sánchez,
o en el futuro hijo de Iglesias. No estarán cometiendo ningún delito, no
estarán creando mal rollo, ni siquiera ofendiendo: ¡estarán tranquilamente
ejerciendo su derecho a la libertad de expresión!
No hay comentarios:
Publicar un comentario