martes, 4 de noviembre de 2025

DERIVAS FÍLMICAS Estados Unidos y el resto




 Se trata de algo muy personal y relativo a gustos estéticos,  pero he de confesar que últimamente experimento un auténtico hartazgo del patrón cultural norteamericano,  y sobre todo, claro está, a través de la mayor herramienta de propaganda de este país: su cine. Aunque se trate de un cine magistralmente realizado desde el punto de vista formal, surtido de una efectividad anímica notable, y haya alcanzado una altura gracias a la cual ha sido clasificado desde el punto de vista de la semiótica como Modo de Representación Institucional, nada menos, no dejamos de notar que, pese a todo, el cine norteamericano sigue cometiendo los mismos pecados de ignorancia y desprecio con respecto a determinadas culturas que hace décadas y mantiene unos cuantos estereotipos que quizás los europeos hayamos superado.

 

Siempre me ha asaltado esta duda: ¿Por qué los norteamericanos son tan obstinadamente ignorantes del mundo sudamericano, interesándoles únicamente explotar el mito del narcotraficante, e igualmente  extraños a la historia de la misma España, teniendo en cuenta la vinculación de nuestro país con el orbe americano? ¿Qué hubiera sido del western sin los caballos, traídos por los españoles al Nuevo Continente? Incluso el tipo del vaquero tiene grandes semejanzas con el vaquero español de hace 300 años, según observaba De la Cierva, un pariente del gran inventor. Nevada, Colorado, Florida, Las Vegas, San Francisco, El Paso, etc… Lugares descubiertos y bautizados hace siglos no precisamente por los checos… Este verano pasado vi por fin Apocalipsis Now y aunque el sonido del film es extraordinario y la deriva del mismo, admirable y su fama indiscutible, la película me supo a otro producto narcisista más aunque, en este caso, de calidad. Los vietnamitas no tienen un protagonismo específico encarnado en algún personaje o sujeto concreto, son nadie, un grupo animado de fondo ante el endiosamiento malditista de los personajes principales convertidos en monstruos sagrados y, lo que  faltaba, adorados por los nativos. Lo dicho, vueltas de tuerca en la autofascinación narcisista. Los vietnamitas como los mexicanos en tantas lamentables ocasiones, son un solo personaje colectivo secundario. En vez de haber un cineasta oriental que retratase la animalidad de los norteamericanos, son estos los que se atreven a autorepresentarse, aunque supuestamente sea con el toque exquisito de Coppola quien pretendía llevar a cabo una crítica antibelicista. La verdad es que el cine norteamericano es lo que retrata mejor que nada la ignorancia, precisamente, de los norteamericanos de prácticamente, el resto del planeta, y no sé si esto es un efecto involuntario de los directores o una probable protesta del propio lenguaje del cine. Una ignorancia que es tanto como jactarse de no saber nada de la historia y cultura de determinadas naciones, no teniéndolos en cuenta aunque la acción narrativa transcurra en tales países. De esto último hay múltiples ejemplos. Personajes protagonistas norteamericanos que se mueven por México, Francia, España o Italia, como si lo hicieran por el patio trasero de su granja. Los norteamericanos, como en Bienvenido Mr. Marshall, siempre  a lo suyo. 



Cada vez que me acuerdo de aquellas películas de catástrofes de los setenta, las de terremotos, maremotos, incendios y demás, las veo encantadoramente ridículas, y más tontas si cabe al sospechar el mensaje que todas ellas llevaban implícito. Se trata de filmes claramente parareligiosos. Que los norteamericanos creen ser, como los judíos,  un pueblo escogido, lo verificamos sobre todo en su historia colonial, en su manía por fundar sectas y movimientos religiosos y en su preferencia por el Antiguo Testamento antes, incluso, que por el Nuevo, que nunca han sabido abordar con racionalidad, salvo en alguno de los mejores fílms de temática bíblica de la época clásica. Los colonos del siglo XIX eran los nuevos profetas y América, la Tierra prometida….. No es extraño de esta manera que se crean los destinatarios del Apocalipsis a través de todas esas películas que menciono: El coloso en llamas, Terremoto, El día de la independencia, Aeropuerto, La aventura del Poseidón, etc… Ah, y Titanic, para no ir más lejos. La gran pedantería de los norteamericanos radica en esta apropiación descarada de la trascendencia. Ahora, eso sí, se trata de un tipo de trascendencia social, grupal, y no subjetiva o personal. Los norteamericanos son religiosos, no místicos. Saben que son incapaces de producir un Tarkovsky, un Pasolini o un Bergman, Y esto, con toda seguridad, les humilla un poquillo. El cine verdaderamente serio es el europeo.               

 

El otro día, pos casualidad, zapeando, visioné un pasaje de la película Grupo salvaje. Un grupo de pistoleros, al parecer, llega a una zona de México donde se alía con el ejército opresor. En una fiesta donde se les acoge para realizar fechorías, el par de individuos norteamericanos más salvajes del grupo no sólo quiere vino y una buena cena para celebrarlo sino también mujeres. Se les suministran unas cuantas chicas muy bonitas mexicanas con las que se bañan en un gran barreño lleno de vino y montan una buena juerga. Confieso que me dio náuseas y mucha vergüenza ajena. Estas escenas me las imaginé pero dándoles la vuelta: un conjunto de forajidos mexicanos revolcándose con mujeres norteamericanas rubias y de ojos azules. Imposible. ¿Hay alguna película donde esto haya ocurrido? Recuerdo la venganza que al respecto ejecutó Alex de la Iglesia en su película Perdita Durango.

 

 En esta misma película, como en tantas otras, se vuelve a hacer escarnio aunque brevemente, de los modos de culto católico de las feligresas mexicanas. Como siempre, personas muy mayores, rezando y portando cruces en actitudes supersticiosas. Los norteamericanos siempre han hecho esta caricatura de una religión que parece extraña o bárbara, cuando resulta que se trata de cristianos, como si los norteamericanos no lo fueran. Aunque de esto tengo serias dudas. Los norteamericanos son más bien satánicos, como puede comprobarse en su cine, en Halloween, en su lamentable historia criminológica, en el heavy metal, etc..



Al consumir cine norteamericano también consumimos sus obsesiones y paranoias. Y estamos, además, a un punto de asumirlas, lo que significaría que abandonamos la luz y la racionalidad del catolicismo para convertirnos gradualmente al protestantismo, es decir, a la nada oscura y sombría cuya única temática es, ya sabemos: los muertos vivientes,  los asesinos en serie, la fascinación por la sangre y la muerte, y otras encantadoras maravillas.

 

Aunque también es cierto que ha sido un país protestante como Estados Unidos quien ha creado un sitio como Disneylandia. La clave también está, creo yo, en la religión protestante. Al ser liberados del sacramento de la confesión, los norteamericanos protestantes, han creado un paraíso originario y cursi como Disneylandia - que no está basado sino en los cuentos y tradiciones de Europa-  del mismo modo que han tirado la bomba atómica: porque a diferencia de los católicos ellos no tienen escrúpulos. Parten siempre de cero, de la virginidad moral. Mientras nosotros arrastramos una pendejada como la leyenda negra, ellos, creadores de las reservas indias, del racismo contra los negros, de los horrores de Hirosima y Nagasaki, no tienen conciencia de culpabilidad. El protestantismo al deshacerse de toda autoridad y de casi todos los sacramentos, funciona como un sistema de lavado automático de la conciencia ética. Uno no responde sino ante sí mismo. Todo compromiso moral se resuelve en los circuitos ignotos de la mente de cada cual. Ya decía el mismísimo Schopenhauer que dudaba de que el protestantismo, comparado con el catolicismo, fuera una religión.    

DERIVAS FÍLMICAS Estados Unidos y el resto

  Se trata de algo muy personal y relativo a gustos estéticos,   pero he de confesar que últimamente experimento un auténtico hartazgo del...