viernes, 16 de enero de 2009

160 AÑOS DE LA ESCRITURA DE EUREKA Y 30 DEL DISEÑO DE UNA PORTADA EJEMPLAR


Hay ocasiones en que el placer intenso de la lectura de una obra se ha grabado en nuestra memoria asociado a circunstancias de distinta índole. Tales circunstancias pueden referirse al cómo, cuándo y dónde se leyó tal obra; otras pueden estar relacionadas con aspectos menos anecdóticos, más inmediatos y no por aparentemente elementales, menos sustanciales. Como por ejemplo, el diseño, la manejabilidad, la portada del volumen en cuestión que se leyó.

He querido recordar la efeméride de Poe, reproduciendo la portada insuperable, en la edición de Alianza de 1979, de la que fue la última obra del escritor norteamericano. Digo insuperable no de un modo categórico; hablo desde un punto de vista estrictamente personal y sentimental. Pocos libros de los que me resulte imposible olvidar o prescindir de la portada como este de Eureka. Es importante resaltarlo: no es que me haya gustado de un modo específico la portada, independientemente del texto, sino que aquella ha sido una extensión gráfica de éste. En la lectura de Eureka, la imagen de la portada, el diseño global del libro - ligeramente estrecho, la textura del papel y la extensión ideal: alrededor de 120 páginas - forman un todo en mi recuerdo placentero de las primeras lecturas de esta obra. Placer que he renovado al comprar de nuevo el volumen en una edición de 1990, encontrada en un puesto de libros de ocasión.

La vieja edición de 1981, la que tengo yo, debe estar en algún rincón escondido de mi casa. Ya aparecerá cuando menos me lo espere. Algún efecto de carambola desplazará el libro y acabaré encontrándomelo.

Se supone que el diseño de la portada de un libro debe satisfacer ciertos requisitos para seducir al comprador y futuro lector. Y en el diseño, naturalmente, hay estilos. Podemos simbolizar el contenido del texto a través de un sofisticado conceptualismo geométrico, de una combinación simple de colores; o bien, ser más realistas o narrativos y reproducir alguna escena del libro, los rostros de los personajes protagonistas, el paisaje natural o urbano en que se desarrolle la acción, convertir la anécdota más recóndita del texto en todo un signo del mismo...

El acierto de la veterana portada de Daniel Gil es la conjunción de semas, como diría Barthes, que ha logrado crear con relativa sencillez: la imagen es tan descriptiva como sugerente - esas cortinas ensoñadoras - , tan romántica como fantástica - ninguna imagen más onírica que una vista del vuelo de las estrellas -, contenidamente surreal, simbolista y visionaria, a fin de cuentas, aspectos, sobre todo este último, que ilustran muy bien el talante de Poe y las intenciones que tuvo al escribir Eureka.

Creo que el acierto definitivo del diseño de una portada consiste en que texto y libro, contenido y continente, no se disocien feamente o se contradigan, que cada uno vaya por su sitio, sino que constituyan una grata unidad. En mi caso, desde luego, eso se cumplió exquisitamente con la edición "antigua" del Eureka de Poe, de finales de los setenta. Conozco la nueva edición y aunque el diseño es parecido, - la vertiente cósmica -, me resulta extraña, una intrusa, y estoy seguro de que experimentaría cosas distintas al leer la obra en esta nueva publicación.

Por otro lado mi comprensión del texto es hoy distinta a la que tenía cuando me acercaba por primera vez a Eureka. Entonces me parecía una obra inabarcable, yo no tenía grandes conocimientos de física , y salvo el principio y las tres o cuatro últimas y esplendentes páginas, jamás llegué a leer completa la obra. Si leyera Eureka en la edición nueva, leería casi otro libro. Cada edición nueva de la misma obra, al provocar matices distintos de lectura y tacto físico, por su diseño y formato, comporta una obra distinta a la que conocíamos.

Me gusta la portada antigua, pues, porque me remite a las primeras impresiones de un texto que me fascinaba sin haberlo leído ni comprendido del todo; porque aquella portada me ayudaba a soñar con las insondabilidades de una obra en la que me tenía que sumergir para descifrar, tratándose del autor del que se trata, el misterio de su mensaje.

Me gusta la portada antigua, en definitiva, porque cumple eficazmente con la intención con que Poe deseaba que se interpretara su libro: más que como una obra filosófica, como un Poema.

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