jueves, 27 de mayo de 2010


RECUERDOS RECOBRADOS. MEMORIAS.
KIKI DE MONTPARNASSE

Con algo de melancolía - aquella bohemia, ya casi remota, que no volverá - y divertido, a la vez, he leído estas breves memorias, publicadas exquisitamente por Nocturna Ediciones la temporada pasada, de Kiki de Montparnasse, una de las musas clave de pintores, fotógrafos y artistas de las primeras vanguardias parisinas. Antes de leer el libro, para mí Kiki no era sino un personaje anónimo, una más de esa caras maquilladas y algo enigmáticas, típicas de los años veinte, apenas discernible en alguna fotografía famosa. Me parece que ninguna la ha consagrado más para el público como aquella de Man Ray, en la que en sus desnudas espaldas se estampaban las molduras de adorno de un violín, titulada Le violon de Ingres.
Si leemos las memorias de Kiki no lo hacemos tanto para leer el texto literario de una época como para leer el documento personal de un momento histórico muy literario. El mundo, el ámbito, el ecosistema en el que vivió, amó y sufrió Kiki fue el de la bohemia pura y dura. El carácter directo, fundamentalmente anecdótico, vital, de estos Recuerdos Recobrados no lo dicta un estilo sino la vida misma que Kiki llevó. La miseria, el hambre, la droga, el tejemaneje con los amantes, los suicidios de amigos o amigas, el éxito y los contratiempos que opacaban los éxitos conseguidos, trenzan agitadamente y con la naturalidad de quien respira, las evocaciones de Kiki.
Es notable el peregrinaje por cafés y cabarets, lugares emblemáticos de la época, centro de reunión de artistas, intelectuales, excéntricos y millonarios ocasionales. Escribe: "El cabaret tiene un encanto salvaje, adictivo... Al final de la noche, no se sabe quién es el cliente y quién el artista. No hay más que una gran familia reunida para sacar partido del momento que huye."
Su franqueza desnuda mitologías. Lo que opina de los surrealistas es realmente bueno e interesante a la vez, teniendo en cuenta que lo dice a mediados de los años treinta: " Me parecían niños grandes y crédulos, lo que me resultaba simpático... Actuaban exactamente igual que la gente que les habría gustado quemar en la hoguera". Y con respecto a los surrealistas que menos le cayeron en gracia, los más revolucionarios y militantes: "... han encontrado mediante el matrimonio la forma de evitar preocuparse demasiado por el mañana."
Lo que resulta admirable de un personaje como Kiki es la vitalidad que muestra y regala teniendo en cuenta la complicada infancia por la que pasó - la ausencia de un padre y la actitud desabrida de una madre que le endosó a la abuela la educación de la niña - y cómo nuestra bailarina pintora se las arregló y se buscó la vida sola. Testimonio, pues, signado por la autenticidad de quien vivió con intensidad un momento de cambios decisivos en el mundo del arte y en nuestra forma de interpretar la realidad.

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