¿No
ocurre a menudo que cuando hacemos inventario de algo o se realiza la limpieza
del desván, aparece siempre algún objeto cuya existencia no sospechábamos en
absoluto? Es como si entre nuestro conjunto de objetos comunes, apareciera, de
pronto, un objeto polizón, un objeto intruso,
o como si el propio conjunto de nuestras cosas, expresión humilde de la
multiplicidad, hubiera propiciado la formación de un elemento nuevo desconocido
que podría estar allí desde hace mucho tiempo.
Investigando
un álbum de fotos familiares, me topo con esta imagen que me fascina cada vez
más, según la voy observando. Tras unas
pesquisas, ubico temporalmente la foto a finales de los sesenta y principios de
los setenta. Espacialmente, nos encontramos, probablemente, en algún punto de
París. Lo que más me intriga es la autoría. Aunque la foto pertenece a una
serie identificada, la audacia del encuadre, el dominio de la iconografía
pictórica que trasluce, no se corresponden con el tono del resto, mucho más común.
Extensiones
planas de tierra y agua, grandes estanques cercados a lo lejos por una compacta
barrera vegetal, sobre cuyo filo se insinúa un palacio. La masa de aire que pesa
levemente sobre el paisaje, el espacio dedicado al cielo, que aumenta la
sensación de vacío, haciendo remoto lo que se ve. Y el toque esencial: la
colocación estratégica de una figura humana en uno de los extremos de uno de
los estanques, al abrigo de un gran muro que también podría ser la base de un
mirador o de una serie de terrazas. Sin esta figura nos encontraríamos con un
paisaje descoyuntado, sin expresión. La
figura focaliza la mirada, remarca el trayecto del límite del estanque, coloca
un signo de interrogación al paisaje, lo dota de un sentido, de la búsqueda de
uno: la relación del microcosmos con el macrocosmos, del individuo con la
totalidad. Esa figura podría simbolizar al filósofo enfrentado con el problema
del Mundo o ser la del hombre moderno perdido en la inmensidad del universo, en
el que se integran las producciones de su propia civilización como extensiones
de la inacabable extrañeza: estanques, pistas, jardines, muros, edificaciones…. Enigmática y bella la
significación de esta imagen como sorpresiva, casi absurda, su presencia entre las demás del
álbum familiar.
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