Que la festividad de la
Hispanidad se reduzca a polémicas sobre si "desfiles militares sí" o "desfiles militares no",
me parece algo bastante miserable y de vergüenza ajena si echamos un vistazo a
otras latitudes menos discutidoras y más contundentes. Para mí resulta muy fácil
no sólo liquidar toda residual vergüenza sino festejar la fecha: que un
Borges, un Cervantes o un Lezama Lima escriban en el mismo idioma es algo lo
suficientemente glorioso como para todos celebremos esta fiesta y nos
sintamos hermanos de una misma patria: la que conforma una lengua común.
Cito con toda la naturalidad
del mundo en esta eximia tríada de nombres el de Lezama Lima, aunque yo diría
que, por estos insondables pagos, todavía pesa sobre él y su pululante literatura
una suerte de, no indiferencia pero sí lectura aquejada de cierta languidez.
Últimamente no paro de
escuchar por radio y televisión los homenajes que le están preparando a Buero
Vallejo. Cualquiera diría que la efeméride se convierte en pretexto para los
que están deseando exhibirse en interminables actuaciones. Naturalmente, Buero
se merece estos homenaje, pero uno siempre se sorprende de la súbita cuantía de
reconocimientos para unos y de la cuasi absoluta inexistencia para otros…aunque pertenezcan a
los mayores parangones literarios.
Buero recibe su
homenaje este año puesto que nació en 1916. Lezama nos abandonó en el 76, hace
40 años. También merecería algún acto de recuerdo; en definitiva los amigos de
las efemérides no harían otra cosa que aprovechar la circunstancia. Pero no. O yo,
al menos, no he visto por los medios nada muy notorio al respecto. En el 2010, aniversario de
su nacimiento, los homenajes tampoco puede decirse que florecieran como
vergeles. El nombre de Lezama apenas o no se oyó.
Esa algo oblicua
percepción de la obra de Lezama en España, esa algo tibia reacción ante el
despliegue hiperbarroco de una insólita obra que debiera habernos llenado de
entusiasmo, y más teniendo en cuenta que se produce en la misma lengua que la
de los reticentes receptores, define una perplejidad que no se explica sino por
la tardía llegada y mal conocimiento de sus obras, pero que a ojos vistas,
actualmente, no puede ya justificarse.
A veces he llegado a pensar que Lezama
era “demasiado” en el escueto plano de nuestra literatura, que suponía un
obsequio demasiado sorpresivo y demasiado selecto para
la provinciana capacidad de la que era capaz de exhibir la ciudadanía literaria
española del momento. Una capacidad limitadita todavía hoy, que dirigimos
nuestro interés a las producciones literarias norteamericanas como si llevaran
no sé qué sello de calidad indiscutible,
y en un momento en que medio mundo vive inmerso en la tontuna
interminable de los nuevos jueguecitos digitales,
Lezama propone una notabilísima aventura de la
palabra y define una teoría poética de la imagen que espera aprovechamientos
nuevos y actualizaciones. Y este tesoro
parece ser algo demasiado precioso y extraño para los jóvenes europeos que ya
no son barrocos ni simbolistas ni modernistas, ni tampoco surrealistas, solo
jóvenes poetas europeos para los que un continente poético como el de Lezama es
una rareza extraterrestre. Y es que para los poetas de la era internáutica tales cosas son grandezas que, claramente, les exceden.
No hay comentarios:
Publicar un comentario