martes, 1 de mayo de 2018

ALEJANDRA


Con pasión, placer y melancolía estoy inmerso en la lectura de todo lo que cae en mis manos de esta persona, esta mujer, esta poeta: ensayos, artículos, cuentos, poesía, diarios, correspondencia... Me atrevo a invocar con este poema su nombre, espero, desde luego, que no en vano, para recordar a los hispanohablantes la compleja figura que podemos disfrutar de nuestra literatura.

 
 
 
 
 
 
 
ALEJANDRA PIZARNIK.


Alejandra, qué insolencia tu muerte
para con tus amigos,
pero qué ineludible tras tanto ensañamiento.
Alejandra, ¿mataste con tu muerte
lo que te mataba?
¿Conquistaste tu inocencia,
supiste, al fin, quién te ordenaba abandonarnos?
¿Divisas al fin el jardín,
el encantado y venturoso jardín
que todos nos merecemos?
No podemos sino hacerte preguntas
porque tantas cosas preciosas
 quedaron pendiente sobre ti.
Pero ¿y ahora, qué dirimes, qué haces?
¿Lo que fuiste, sigues siéndolo?
Pensamos en ti con el mismo gesto,
expectante y melancólico,
con el que la figura del Greco que hay detrás de ti
mira la inmensidad penumbrosa,
mientras es tu poesía la que nos contesta.
 
 
 

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