martes, 9 de abril de 2019

LA POESÍA LÍQUIDA DE SANTIAGO MONTOBBIO





En este, su último libro de poesía, Santiago Montobbio confirma lo que ya sabíamos: que su concepto de poesía no es un experimento. Inopinadamente, la escritura de Montobbio parte del punto en que el tiempo también parte de sí y comienza a ser vía de sucesos en la consciencia.  Tiempo que comienza a fluir y consciencia de tal cosa en el sentir propio, coinciden. El testimonio de ello es el escribir imparable. Escribir cualquier cosa en este movimiento que se ha iniciado comporta la constatación vital de esa cosa y la continuidad de la escritura. Una poesía de este tipo es  la afirmación literal del instante, es más, un habitarlo en tanto que al  comenzar  a ser y fluir, está  significando, constituyendo relato probable.  Si todo concurrir puede ser poesía y las cosas no cesan de producirse y darse, todo ello puede ser materia de un poema siempre que este se atreva a asumir  su  no delimitación. Los confines del monólogo interior, incluso los del flujo de conciencia, y los  términos de este tipo de poética integral del tiempo vivido, son, finalmente, muy semejantes.  
Los riesgos, las implicaciones de diluir tanto la forma como, en consecuencia, el contenido, son  evitar  lo memorable, sumir lo específico en la masa englobante de la escritura. Para Montobbio lo que sucede desborda todo continente de modo natural y continuo, todo es digno de registrarse como significativo en tanto lo percibe la conciencia y se verifica como imagen. De ahí el adjetivo de líquido, no tanto por el riesgo de dispersión como de convertirse en flujo, ya que la realidad es ese fluir sin fin que muta sus imágenes por otras. Poesía es todo lo que es y nos rodea. Sólo cuando lo percibimos  el ritmo nos lleva y creemos haber ingresado en la transformación, en el canto.        







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