jueves, 12 de noviembre de 2020

DINÁMICA ELEMENTAL DE LA IZQUIERDA


Los últimos acuerdos con la formación política EHBILDU, en la gestión de los presupuestos generales del estado, con el sorpresivo rosetón final de contar con Arnaldo Otegui en el aprovechamiento y dirección futura de los mismos, además de otros “detalles” como la supresión del castellano como lengua vehicular del estado,  me han hecho “visionar” con cruda claridad en qué consiste la estrategia de la izquierda.

Efectivamente, con estos últimos movimientos, el gobierno hace meridiano el destino espacio-temporal de una tendencia política que pretende vincular entidades  a las que permite huir de todo control por parte del centro del que parten, es decir, el estado. La izquierda genera un movimiento centrífugo y sueña con que las partes que huyen del centro se mantengan en ese estado de tensión, lejos del centro. Para la izquierda estas partes que componen en definitiva al estado, disfrutan de este modo de la libertad suficiente para encarnar sus identidades y gestionar una economía propia.

Lo sintetizaríamos más si hiciésemos un poco de abstracción,  esquematizando, del siguiente modo, la estrategia elemental y profunda de la izquierda.

Imaginemos un cuerpo. Ese cuerpo está hecho de partes o de miembros. La idea de la izquierda es que las partes de ese cuerpo, si así lo manifiestan, se independicen de un control central que es el que permite al cuerpo serlo, ser un cuerpo. La izquierda piensa que esas partes que poseen historia y entidad propia, pueden existir manteniendo una relativa autonomía con respecto a ese centro. La izquierda, pues, sueña con que el cuerpo-estado exista como relación democrática de sus partes pero sin que ello lo fragmente del todo o lo destruya. La cuestión es que tendiendo como tiende a conceder más y más presunta libertad a tales partes, la tensión con respecto a la tendencia unificadora y centralizadora está servida. 

Naturalmente, cualquier control ejercido por el centro sobre esas partes es interpretada por la izquierda como movimiento autoritario o impositivo. (Tengamos en cuenta que para la izquierda todo puede ser impositivo: la identidad cultural, el mismísimo nombre del país…)

La izquierda cree que las partes pueden ser casi prácticamente autónomas y que pueden mantenerse en ese estado de tensión relativa con el centro-estado sin romper una cohesión final.

Esto puede entenderse todavía mejor si traducimos estos “tira y afloja” en términos de “lo uno”, “la unidad” y “lo diverso”. La izquierda critica o desprecia la unidad porque ejerce una presión sobre lo diverso, es decir, tiende a anular las diferencias que se dan en el estado para unificar todas las fuerzas en una sola.

La izquierda privilegia lo diverso como entidad suficiente, lucha por la presunta libertad de la tendencia que huye del centro unificador. El pensamiento de la izquierda puede resumirse en este dibujo cinético: el estado debe ser una confederación o liga de fuerzas autónomas y acéfalas. Cada fuerza es el centro, la unidad del grupo radica en cada una de ellas. Que lo diverso coexista en el límite topográfico en que tal conjunto de fuerzas se dé, sin que tal liga o federación llegue a romperse. El reto está, y en ello consiste el debate actual en la política española, en hasta dónde puede resistir la liga tal situación de fuga del centro, hasta qué punto puede resistir la tendencia centrífuga de las fuerzas que dan existencia a la liga o relación de fuerzas como tal. La cuestión es que el sueño de la izquierda, un no-estado, una relación cuasi azarosa de las partes de un todo que no se quiere como tal todo, implica una contradicción obvia en la proyección teórica y en la praxis.

El continuo juego del gobierno actual con los independentistas y nacionalistas, está poniendo, explícitamente, sobre el tapete la dinámica de la izquierda en su literalidad. Tal juego pertenece a las posibilidades de la inventiva democrática, pero teniendo en cuenta el actual estado de exasperación del debate político, y cuál es la intención de las fuerzas separatistas, expresadas por ellas mismas sin ambages, todo ello lleva a plantear dónde está el límite del supuesto progresismo del gobierno en el caso de que continúe dando “libertad” a las partes que conforman el estado.  

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