CARRETERAS
AZULES
Hasta hace dos días,
como aquel que dice, no tenía ni idea de quién era Heat-Moon y la cuestión es que
todavía no tengo un concepto claro de la competencia literaria de su
obra. Podría decirse que a estas alturas
de la vida, uno ya ha escogido
suficientemente tanto a los autores y literaturas que nos gustan como a los que deberíamos haber leído.
Uno ya no se equivoca con respecto al tenor de los autores que nos procuran
determinados tipos de universo y lenguaje. Lo que ocurre es que según la temática
narrativa, un escritor no internacionalmente célebre, o incluso meramente
efectivo a nivel funcional, puede ofrecernos una pieza en cuestión que
puntualmente nos haga disfrutar o incluso nos encante.
El libro de Heat-Moon es
un libro de viajes pero no alrededor del globo sino alrededor de un mundo en
parte todavía salvaje y no exento tanto de aventuras y anécdotas como de personajes y lugares singulares:
Estados Unidos a través de sus carreteras más antiguas, las denominadas
carreteras azules.
El libro se publicó en
el 82, o sea, que el viaje de nuestro amigo, se produciría uno o dos años
antes. Esto hay que tenerlo en cuenta en el momento que Moon nos hable de la
idiosincrasia de determinados pueblos y personas, así como de las
características de los paisajes rurales que va encontrando. Literariamente, resulta
curioso que este viaje coincidiera, más o menos, en el tiempo, con el viaje que
Julio Cortázar acompañado de su
mujer, realizó por autopistas francesas, estacionándose en los márgenes de
estas a lo largo de un par de semanas, si no recuerdo mal. El libro que salió
de aquella experiencia fue Los autonautas
de la cosmopista, obra que en mi memoria guarda un delicioso y placentero recuerdo tanto por el encanto de su
contenido como por la coincidencia de su redacción con momentos muy especiales
de mi vida en aquellos principios de los
ochenta.
Ahora bien, el libro de
Heat Moon no se queda atrás en cuanto al recuento de ambientes que conllevan
sus capítulos. Ya el escenario que pretende surcar el escritor, se encuentra
cuajado de interés gracias a las películas norteamericanas, sobre todo a las Road-movie, películas de carretera, que
con su despliegue ficcional aluden a espacios de la naturaleza reales y a
lugares habitados aliñados por la peculiar personalidad de sus residentes.
Heat-Moon sabe aderezar
su relato de cada encuentro curioso con poblaciones desiertas, de un solo
habitante o directamente, fantasmas, con comentarios y citas que aligeran el
texto y lo justifican de modo eficaz.
Los mundos que las
carretas antiguas conectan entre sí suponen un paisaje improbable y
desconocido, un reto continuo al viaje que Moon emprende con los elementos mínimos
indispensables en su furgoneta para la supervivencia.
Este libro, mejor dicho,
este desafío que Heat-Moon se autolanza a sí mismo, me ha hecho recordar las excursiones
y viajes que los autores de la Generación
del 98 realizaron con la intención de redescubrir las geografías y esencias
de la vieja piel de toro de nuestro país. Si en los escritores de la generación
del 98 latía la idea de elaborar una
definición nueva y más justa de las características culturales de España, en
Heat-Moon, y como ocurre en la mayoría de las ocasiones, la razón del viaje no
fue en absoluto gratuita y además fueron varias: la pérdida de trabajo como
docente y otra pérdida más incisiva: la de un amor. Es por esto que nuestro
escritor, huye de su lugar de hábitat y nacimiento y pretende enterrar o
sublimar sus pérdidas personales con el enriquecimiento de nuevas experiencias
que le hagan resucitar en un lugar bien diferente y distante al que residía. Como
él mismo dice, buscaba con este viaje la harmonía…
La fascinación de los
viajes consiste en esa expectación que nos toma ante el contacto con espacios,
tierras y ciudades desconocidas junto con las posibles aventuras que ello puede
implicar.
Esa suerte de excitante
inseguridad, mezclada con el deseo ilusionado de experimentar otros ambientes
le presta al viaje un grado de aventura no predecible y fascinador.
Todo viaje es
iniciático, y Heat-Moon lo sabía al atravesar cada rincón que descubría y
poniendo, con ello, tierra por medio entre su persona y de lo que huía hacia un
nuevo renacimiento con el sol de cada día, allá, en los confines polvorientos
del oeste. Porque viajar también implica conjurar los espectros interiores
esperanzándote con lo de singular y nuevo que supone cada tramo o población, este
libro es tanto la expresión de un viaje
huida-encuentro como una guía histórica,
escrita día a día, de la Norteamérica bizarra y desconocida hasta el
momento.
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