CARTAS A
UNA JOVEN POETA
Rainer Maria Rilke
La anacronía de ciertos
autores puede, súbitamente, trocarse relativa según la idoneidad de la lectura
que nos acerque a él. Resultaría difícil imaginar hoy una eclosión masiva de
lectores que se pusiera a devorar la poesía de Rilke, como no fuera ello
causado por alguna película holibudiense o reto televisivo. Ahora bien, a nivel
individual puede surgir la sorpresa. Si
le citas a alguien, de pronto, algún verso concreto de este poeta o bien de
cualquier otro, la reacción del sujeto podría ser altamente positiva, funcionar
como la revelación concreta de algo para esa persona, y entonces la perspectiva sobre los artistas y
los estereotipos que manejamos sobre ellos, transformarse en otra cosa mucho más
interesante.
Digo esto porque con
respecto a Rilke siempre se me presenta el mismo debate: si su mensaje poético
resulta hoy imposible de asumir o de comprender, con la maldición que ello
supone tanto para la obra del autor eslavo-germano como para nuestra,
espiritualmente, indigente sociedad.
Este epistolario
totalmente inédito y que podría interpretarse chocantemente como la réplica en
femenino de su famoso libro Cartas a un
joven poeta, es una ocasión más para
aproximarnos al criterio del poeta y comprobar su reacción a las preguntas
vitales que una joven lesbiana le propone, sumida en la confusión de la época y
de la edad.
Las respuestas de Rilke
a las tribulaciones de la joven que oculta dolorosamente su tendencia sexual,
son de una exquisitez y discreción tan notables que para la joven, este
epistolario que mantiene con el poeta, se tornará uno de los momentos más
ilustrativos e importantes de su vida. Y hablando precisamente de ello, de la
vida, una y bastante agitada le esperaría a esta joven en el entramado trágico
de los días de la Segunda Guerra Mundial.
Leyendo estas cartas es
ineludible reparar en los códigos educativos y éticos que pertenecieron a la
época y cómo a pesar de ellos o a través de ellos, Rilke elabora un diálogo tan
soberbio y brillante en alguno de sus pasajes.
Ya he mencionado la
rareza que envuelve a Rilke y que hoy traduciríamos ni más ni menos que como exquisitez
personal, sublimidad de pensamiento. Esto es lo raro pero no entonces sino hoy
en día, también. Los libros, los mensajes que albergan los libros y la
esperanza que se agita en los poemas que bullen en la memoria están ahí para
que renovemos nuestro pensamiento, para que articulemos de nuevo otra
interpretación del tiempo y del mundo y continuemos con nuestro viaje a las eternidades.
Este epistolario es otra ocasión que nos brinda esa memoria del universo para
conocernos a nosotros mismos a través de las delicadas psiques que activó un diálogo
singular.
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