EL
PERDÓN DE DIANA
NAVARRO
Visionar los videos de
reacción al extraordinario tema e interpretación de la cantante Diana Navarro, El perdón, que se
encuentran en Youtube, basta para confirmar que las redes no son exclusivamente
un nido infecto de majaderías y agresiones y que el fenómeno más
entrañablemente humano acaba imponiéndose. La cantidad de personas admirando el
talento vocal de Diana, llorando a lágrima viva o lo que resulta más significativo
y estremecedor, sumidas en un denso silencio a punto de estallar tras el visionamiento del video, nos revela
cómo, súbitamente, el alocado e irritante flujo internético se espiritualiza y
se entrega a la contemplación no de videos deleznables sino a la de la
actuación fulgurante de un alma encarnada en un rostro y que denuncia un dolor
injusto.
Describir las
sensaciones que se experimentan con este video nos llevaría a una empresa
descifratoria de signo psicológico, social, musical, y político, incluso.
Cuando nos creíamos que
el regetón y sus cansinas derivaciones ocupaban la mayoría de los frentes, que
la canción tradicional lírica había desaparecido, cuando se nos cuenta la
liquidación de valores morales en la juventud y la prioridad de lo económico,
surge este alarido desde el mismísimo corazón del alma. Un corazón en llamas.
Ayer mismo estuve visionando el video y además de viajar literalmente en un
estremecimiento puro con los últimos instantes del mismo, experimenté la
satisfacción de afirmar que no existen las determinaciones en la vida, que las
quejas sobre la decadencia, la vulgaridad, y la pobreza espiritual se borran ante
expresiones fulgurantes como la pieza fantástica de Diana. El efecto físico y catártico
de la composición y del video es más que constatable: no solo las lágrimas que afloran
sino esa irrigación que circula por dentro y que tras haber concluido la escucha
te produce un relax compensatorio. Naturalmente, esta canción motiva una
reflexión sobre las tesituras fatalistas que tan inerte como fácilmente se
instalan y circulan por el ambiente social a través de los medios y de la
mentalidad que articulamos a nuestro pesar. Esta canción certifica que de pronto, la excelencia
estalla, que lo mejor y lo bello están ahí, tácitos, prontos a sorprendernos y
esparcir esperanza.
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