Hay un par de cosas que los que hacen revistas literarias y se obstinan en no prescindir del formato impreso tienen claro y afrontan: el trabajo que cuesta sacar adelante proyectos culturales semejantes en un contexto socio-cultural tan diverso como disperso (la pereza lectora del mundo digital, que nos está acostumbrando a volar sobre enlaces, nexos, imágenes, rótulos y fragmentos textuales antes que detenernos sobre artículos de fondo); y por otro lado, la imposibilidad de competir con los suplementos literarios de los grandes periódicos de tirada nacional.
A estos aspectos generales, se añaden los obstáculos de orden local. Empireuma lleva años infinitos paseando en su contraportada el nombre de Orihuela y de su Ayuntamiento, cuando tal publicidad no se corresponde con el interés real que el equipo de gobierno municipal manifiesta por la revista. Veinte años saliendo a la calle y ni un solo reconocimiento oficial, salvo los particulares y sobre todo los foráneos.
La causa está clara. Empireuma no es sólo una rareza en Orihuela, sino que por su especificidad dificulta la posibilidad de una recepción social generalizada. Encima, claro está, a la hora de identificar las filiaciones políticas de cualquier publicación, el que la nuestra "vaya por libre" se paga con una suerte de exilio interior, a veces muy amargo.
Si la revista estuviese claramente vinculada a algún partido, si disfrutara de una representación institucional confirmada, si a su cabeza marchara algún empresario ejemplarmente reconocido, si fuera la extensión de alguna concejalía, si los que la confeccionamos apareciéramos en tertulias, periódicos, manifestaciones, la cosa sería distinta.
Algún avispado nos ha achacado "pureza". O sea, que el que sólo nos haya interesado la cultura, en vez de arrimarnos al poder, ha sido nuestro error. Cojonudo.
Pero la revista sigue ahí, acabamos de sacar a la calle el número 33 y renovar nuestra página en la red. Además, estamos cómodos en este limbo en el que las circunstancias y el tiempo nos han instalado. Es un limbo denso y compacto que equilibra la fugacidad que supone la publicación de algo como una revista literaria con la realidad de un proyecto realizado que es (y será todavía más) una referencia de la cultura hecha en Orihuela.
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1 comentario:
Lamentable Orihuela, como siempre. Lo peor del limbo es que no es voluntario. A todos nos gustaría que las cosas fuesen más unánimes o al menos reconocidas. Lástima también, por ejemplo, que este blog lo visiten tan pocos.
Abrazos empireumáticos.
Ánimo.
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