Todos conocemos el origen despreciativo del término impresionismo. Trasladado al ámbito literario, tampoco ha carecido de críticas.Por su sensorialidad, Baroja tildaba el estilo literario de levantinos y andaluces de gastronómico.
Sin embargo, la impresión ha sido el registro de oro tanto de importantes obras literarias como de muchos diarios íntimos y libros de memorias de los que sería injusto prescindir, puesto que se han convertido en otras tantas obras literarias.
La impresión es la materia prima de la memoria, del suceso íntimo. Y la impresión escrita se articula como descripción.
De impresiones está bien repleto el libro de Edmundo De Amicis, Recuerdos de Londres y París que la editorial Páginas de Espuma ha publicado recientemente. La editorial citada parece estar especializándose en publicar diarios, memorias y libros de viajes, formatos naturales de toda escritura "impresionista", y quizá de ahí el apelativo espumoso, justificando el carácter rebosante de textos como por ejemplo el de este libro que comentamos.
El volumen recoge los viajes del escritor italiano por las dos capitales por antonomasia de la época, e incluye, además de los encuentros personales con Victor Hugo y Emile Zola, un vívido y minucioso retrato de la Exposición Universal de París de 1878, cuyo valioso material informativo desconozco si llegó a aprovechar un Walter Benjamin para su "Libro de los pasajes", pero que leído hoy, se convierte en un documento de referencia para el estudio histórico de la imagen moderna de la cultura y del saber globalizados.
El texto de De Amicis es ágil, visual, concreto, luminoso por la multiplicad no pesada de datos que recoge con entusiasmo. A veces resulta cinematográfico: la lectura fluye ofreciéndonos de forma continua detalles de luces, personajes, olores, sonidos o atuendos. Podríamos decir que el mundo moderno acontece delante de nosotros, fotográficamente. Y De Amicis logra esto no por ser ningún mago de la literatura o exhibir un estilo magistral: simplemente se limita a ser efectivo, es decir, a dar cuenta, sumaria y linealmente de lo que percibe. Persigue la impresión. Es el orden de la impresión lo que dicta la escritura. Y lo que consigue es un texto pululante y vivo, un doble de esa realidad que a De Amicis le resulta tan novedosa.
El año pasado, esta misma editorial, Páginas de Espuma, editó las Memorias de Daudet. Aunque el texto no es tan mecánico ni tan rotundo como el de De Amicis, el naturalismo romántico de Daudet participa del concurso flexuoso de la impresión, no tanto como consciente recurso literario, como base y efecto de de la exposición confesa de la experiencia: recuerdos tiernos y nítidos de ambientes, personajes y lugares.
La importancia de la impresión concreta en Daudet, pues, no es prioritaria, como en el caso de De Amicis, pero participa con su recuerdo en la creación de un cuadro eficazmente labrado.
En definitiva, cuente uno lo que ve y otro lo que le ocurrió, no hacen sino una sola cosa: registrar el tiempo. Ambos libros están calados, impregnados de tiempo.
En el primero, De Amicis nos da testimonio casi gráfico del tiempo, de su tiempo, a través de la multitud de matices y contrastes, del descubrimiento de espacios y gentes en un internacionalismo cultural creciente; el segundo, Daudet, con gran transparencia, sin concesiones con sus contemporáneos, y más demora pero igualmente compacto y entretenido, nos ofrece el testimonio de un tiempo concluido que resulta entrañable, ineludiblemente literario y remoto con respecto al nuestro: el placer de pasear, de escuchar a Chopin mientras cae la lluvia, de escribir en una barca, guarecido en las frondas, o escondido en un molino viejo viendo pasar culebras y serpientes entre las hierbas...
Ni Daudet ni De Amicis son grandes genios de la literatura, y tampoco son hoy precisamente demasiado recordados por la crítica o por los propios lectores, pero ¿cómo precisamente estos autores un tanto olvidados nos proporcionan con sus obras una ración tan ajustada de grata literatura? Para quienes gustamos de la cadencia decimonónica, de sus estilos y modas y mitificamos a sabiendas el panteón literario de la época, la lectura de ambos libros resultará deliciosa.Esperemos que la editorial Páginas de Espuma nos obsequie y sorprenda con más obras que como las presentes, andaban por ahí, un poco perdidas en el laberinto de la literatura, en el laberinto de(otra vez) el Tiempo.
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