SUEÑO DEL 20 DE DICIEMBRE
Sueño con una especie de cortometraje de animación o película realizada digitalmente. Se ven las sofisticadas habitaciones de una casa moderna: sillas, mesas y lámparas de diseño atigrado. Más que habitaciones, se trata de compartimentos separados por paneles semitransparentes. Es decir, se trata de una especie de loft.
El personaje protagonista se encuentra en algún punto de esa casa. Lo que podríamos considerar como "el enemigo", es un cuchillo que, desde la puerta de entrada, como si fuera queso fundido, va troceando a gran velocidad la casa entera. El cuchillo marcha a ras de suelo, como si siguiera unos raíles, atravesando mesas, biombos, paredes, con la intención de fragmentar la casa y aislar al personaje protagonista en uno de esos fragmentos que se irá separando del resto. El cuchillo continúa su viaje enloquecido hasta que se topa frente a frente con el protagonista, que vengo a ser, más o menos, yo.
Entonces, al verse pillado, el cuchillo se para y descubro que no tiene vida propia: lo articulan unos individuos con gorra, bigote y blusa, el aspecto del proletariado de finales del XIX. Entonces ocurre algo más fantástico todavía: la acción del sueño, vertiginosamente, da marcha atrás, como ocurre con una filmación manipulada, los individuos con gorra y bigote son absorbidos por una bruma y del cuchillo mecánico y de la estrategia que pretendía confinarme en un punto de la casa, no queda la menor huella.
Esta inversión de la acción del enemigo viene acompañada de unos espectaculares y cómicos compases musicales, como si se tratara de dibujos animados.
La motivación del sueño creo hallarla en el encuentro que tuve este sábado pasado, por la noche, con un amigo, quien me dijo que iba al cine a ver Avatar. Yo le comenté, a propósito de los efectos especiales, principal atractivo del film, que la tecnología que ha sido usada en la guerra pasa después al arte.
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