martes, 20 de diciembre de 2011


HITOS
Correr, amar, escribir.... El infinitivo como expresión de la duración que no se gasta, de la continuidad sin principio ni fin, del hacer inagotable sobre el que no pesa el pasado ni existe el futuro. Podríamos decir, aunque parezca paradójico, que el infinitivo es un modo verbal sin tiempo, sin accidente, sin anécdota - como quería Mallarmé para la poesía - salvo el ser mismo del verbo que sea, ininterrumpidamente.
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Moteado de vacío
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La Realidad es Superreal
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En una suerte de contemplación afiebrada: sentir la vertiginosa potencialidad de todas las cosas que te rodean, su belleza, su orden, su ubicación correspondiente en el espacio, como si fueran compartimentos estanco de un flujo multidireccional pero no confuso, la arquitectura de lo real, percibir cómo los objetos artificiales se integran en una dinámica unidad y dejan de ser artificiales: mesas, vasos, ventanas, calles, paredes, lámparas, pasillos, reflejos de luz, aromas, umbrías, sonidos... Presencias que se conectan sin ser eslabones de una cadena inerte, familiaridades gratas que rodean tu habitar.
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Soñé con la verdad. Al despertar estaba confuso. Lo que vi o creí entender, ¿era verdad ahora?
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Habitación: ¿El sustantivo, la cosa, o el hecho de habitar?
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Vivir en un grabado de Piranesi, en uno cualquiera de la serie de las Antigüedades Romanas, en un mundo de cúpulas y esferas, de bustos, quimeras resquebrajadas, claustros sumidos en la hiedra, nichos gigantescos, columnas confundidas con raíces vegetales, pirámides, palacios, templos y rocas superpuestos como el solo fluido protoplasmático en que se confunden naturaleza y cultura. Estos grabados revelan el abigarrado palimpsesto que es la Historia, la visión barroca del flujo del Tiempo.
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Al inspirar, subrayas tu entidad biológica. En tu hálito, dejas de gravitar.

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