Anoche, al acostarme, tuve, como me suele ocurrir, una breve ensoñación en estado de semivigilia. Hice un esfuerzo, me levanté y logré anotarla. La ensoñación fue esta: dados dos puntos en el espacio, A y B, se planteaba si el espacio comprendido entre estos dos puntos - línea o rectángulo imaginario -es el mismo observado desde A u observado desde B.
Lo que se plantea en la ensoñación no es tanto una cuestión de perspectiva como de naturaleza, es decir, no se trata de que el espacio cambie visualmente de aspecto según sea observado desde un punto u otro, sino de que lo que podríamos llamar su "identidad" cambie objetivamente según la posición del observador. Aquí el sueño otorga un poder mágico a las cosas, pues obsérvese que la alteración del espacio no se produce en la percepción individual sino que es la naturaleza misma del espacio la que cambia según varíe el enfoque del observador. Si observamos un extremo desde el otro, si observamos A desde B, y B desde A, descubrimos dos espacios distintos, no experimentamos meramente dos percepciones de la misma cosa. También podríamos decir que la perspectiva no nos ofrece visiones distintas de un mismo objeto, sino que crea uno nuevo.
La ensoñación venía acompañada de la vaga imagen de una extensión de tierra arenosa en la que se divisaban dos pequeñas estacas clavadas en el suelo: los dos puntos A y B. La imagen giraba rápidamente de un punto al otro, según la reflexión soñante destacara un extremo o el otro.
1 comentario:
Efectívamente, la perspectiva varía según estemos en A o en B. Por eso es conveniente para hacerse una buena composición de lugar ponerse en la piel del otro. Es decir, dejar A e ir a B.
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